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“El régimen sirio es salvaje, ¿cómo se puede detener a una niña de año y medio?”

Naila Alabbasi, cuya hermana, cuñado y seis sobrinos han sido víctimas de desaparición forzada a manos del régimen sirio. | Foto: Ángel Gonzalo (Amnistía Internacional).

Laura Olías

“Mamá no os preocupéis, estamos bien. Si nosotros no hemos hecho nada”. Era lo que decía Rania Alabbasi, una dentista siria de 45 años, a su familia cuando éstos le pedían que dejara el país y se uniera con ellos en Arabia Saudí. “Ella no sentía que estaba en peligro. Es madre de seis hijos, si lo hubiera sentido se habría marchado con nosotros”, cuenta su hermana pequeña Naila. Pero al poco tiempo, en marzo de 2013, miembros de la seguridad militar siria se llevaron a su hermana, cuñado y seis sobrinos. “No sabemos nada de ellos. No tenían actividad política y los niños son inocentes. La pequeña tenía un año y medio cuando se la llevaron”.

Naila Alabbasi habla de su hermana mayor con admiración. Recordar cómo son ella y sus sobrinos le arranca varias sonrisas, amargas, en una conversación con eldiario.es en la sede de Amnistía Internacional en Madrid. Ha venido a España para contar la historia de Rania y su familia, de cómo desaparecieron sin dejar rastro tras un portazo de la policía del régimen de Al Asad. Abdulrahman Yasin había sido detenido un día antes y, al siguiente, Rania y sus seis hijos –Dima, Entisar, Najah, Alaa, Ahmed y Layan (de 14, 13, 11, ocho, seis y año y medio años de edad en ese momento)– fueron sacados a la fuerza de su casa. Y, desde entonces, silencio.

Rania Alabbasi es dentista. “Estuvo trabajando varios años en Arabia Saudí, pero volvió a su país porque quería hacer allí su vida, que estudiaran sus hijos, montó allí su clínica...”, cuenta su hermana Naila. “Rania es brillante y muy cariñosa, de una gran calidad humana. En la clínica atendía a personas que lo necesitaban aunque no tuvieran cómo pagarlo”. Naila defiende, una y otra vez, que su hermana y su cuñado “no tenían actividades políticas”. Cuando parte de la población siria salió a la calle en 2011 a reclamar más libertad al régimen de Bashar Al Asad, “ella no formó parte de las protestas. Tenía mucho trabajo, seis niños, no tenía tiempo”.

Rania era también una destacada ajedrecista, “una campeona, fue 'número uno' diez años en Arabia Saudí” aunque con la llegada de tantos niños, desatendió un poco el deporte. “Incluso el hermano del presidente Bassel Al Asad la condecoró a ella junto a con otros atletas”.

Desde su desaparición, el 11 de marzo de 2013, los días de la familia giran en torno a la liberación de Rania y su familia. Sobre todo de los seis niños. “No sabíamos si era mejor callar o denunciar. Pero tampoco sabemos si no les están haciendo daño ya. Así que optamos por hablar”. La única información fiable que tienen de la familia es la de una médica que salió liberada dos semanas después de la detención de Rania. “Nos dijo que había estado en un centro en el que oía los gritos y voces de niños y un guardia de seguridad dijo que había otra médica, así que creen que era ella”.

Dinero a cambio de información

En estos dos años, no han conseguido ninguna respuesta oficial ni otros testimonios de personas liberadas que les hayan dado alguna prueba de su supervivencia. Lo único que ha parecido acercarles a ellos, de manera cruel, fue el intento de varias personas cercanas a las fuerzas de seguridad del régimen de sacarles dinero a cambio de información sobre su paradero. “Nos llegaron a pedir hasta 400.000 dólares americanos y no nos daban ninguna prueba de vida”. De estos acercamientos, les han llegado informaciones que prefieren no creer. “Nos dijeron que no estaba el nombre de Layan, la más pequeña, y que eso podía significar que está muerta”. Naila es ginecóloga y ayudó a nacer a la pequeña Layan y al anterior niño de su hermana, Ahmed.

Un informe de Amnistía Internacional sobre las desapariciones forzosas a manos de agentes del régimen sirio recogió estos chantajes a las familias. Según las cifras de la Red Siria para los Derechos Humanos que incluye el estudio, hay al menos 65.000 desaparecidos en el país, de los que 58.000 son civiles, desde 2011 hasta agosto de 2015. “Hoy no quedan sirios sin un familiar muerto, desaparecido, preso, torturado o que haya tenido que huir del país”, dice Naila.

La mujer lleva dos años y medio buscando respuestas y cerrando los ojos y los oídos cuando le llegan. Saca su teléfono móvil. “Este se parece mucho a mi cuñado”, enseña la cara de un hombre fallecido, en posición frontal, que captó un fotógrafo conocido como César. El hombre huyó de siria en 2013 con las fotografías que había tomado, desde 2011, de los presos en cárceles y centros de detención del régimen sirio, muchos torturados hasta la muerte. “Se parece mucho, mucho. Pero no sabemos si es él”, dice Naila.

Las instantáneas de César son una muestra de 11.000 presos muertos en las dependencias del régimen, según su archivo. “Algunos son menores, hay algunos cuerpos que solo les queda casi el esqueleto como en el Holocausto nazi”. Naila ha hablado con personas que han logrado salir de las cárceles sirias. “Cuentan que algunos se mueren en las torturas psicológicas, del miedo, que mueren de pánico. Dicen que no les dejan ir al baño más que una vez al día y que les pegan cuando van... No les dan comida. Dejan a muchas personas encerradas y se les pudren las heridas”, cuenta Naila.

Sus mayores temores, cuando caen las lágrimas, es cuando habla de “qué estarán haciendo a los niños”. Según algunos testimonios que han conocido “a veces los torturan para presionar a los padres”. En el caso de sus sobrinas, la mayoría son chicas. Naila recuerda a su sobrina mayor Dima, “muy sensible y delicada, si su madre le regañaba inmediatamente le saltaban las lágrimas”. Entisar, la segunda, “tenía más carácter, es igual que Rania”, dice con media sonrisa. Naila se atreve a decir lo que no quiere imaginar: “A las niñas incluso pueden violarlas”.

Naila pide al régimen, a cualquier actor internacional –y menciona Rusia– y a las organización humanitarias que ayuden en lo que puedan a liberar a sus sobrinos. “Son salvajes, ¿cómo se puede detener a una niña de año y medio?”. La mujer llama a la cordura, “a la humanidad. Dejemos a los niños fuera de esto. Que los saquen, por favor”.

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