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Sobre este blog

Me dedico al periodismo, la comunicación y a escribir libros como “Exceso de equipaje” (Debate, 2018), ensayo sobre el turismo que se desborda; “Biciosos” (Debate, 2014), sobre bicis y ciudades; y “La opción B” (Temás de Hoy 2012), novela... Aquí hablo sobre asuntos urbanos.

No mata la bici, mata la ciudad que no frena los coches

Imagen del lugar en el que se ha producido el accidente.

Pedro Bravo

Hoy ha muerto un hombre de 58 años atropellado por un camión. Hoy ha muerto un hombre de 60 años atropellado por un coche. El primero iba en una Bicimad por el carril bici de la calle Alcalá. El segundo cruzaba caminando un paso de cebra en la Gran Vía de Villaverde. Escribo esto cuando la muerte del ciclista es noticia reciente y no se sabe ni su nombre ni las circunstancias, pero estoy seguro de que leeremos muchos titulares sobre el accidente en los que nos llevaremos la impresión de que ir en bici es peligroso y puede matar. Curiosamente, leeremos muchos menos titulares con respecto al suceso con el peatón –del que tampoco sé aún el nombre–, como si esto ya no nos pareciera noticia.

No nos engañemos, al hombre de 58 años no le ha matado ir en bici, igual que al hombre de 60 no le han matado sus piernas. A los dos les ha matado lo mismo: la energía cinética de vehículos a motor muy pesados que circulan por entornos urbanos a una velocidad que los hace mortalmente peligrosos. Las motos, los coches, los autobuses, los camiones, matan. Matan cuando se usan mal. Se usan mal cuando van a más de 30 km/h, que es el límite de velocidad seguro según todos los estudios.

La mayoría de la gente en Madrid no se mueve en coche. Nos movemos caminando y en transporte público, o sea, caminando hacia y desde el metro, el bus y el cercanías. Todavía hay poca gente que se mueva en bici, pero el número va aumentando (por eso habrá cada vez más incidentes, hay que asumirlo). Sin embargo, la ciudad está hecha para los coches. Vivimos a su merced. Ellos son el peligro. Por los accidentes y por la contaminación (que, de hecho, mata más).

Esto no es una guerra entre conductores, ciclistas y peatones. Esto es una ciudad en la que hay personas que eligen distintos medios de transporte: personas que van en coche, personas que van en bici y personas que van caminado. Unas se mueven de una sola manera; otras, de las tres (y en más, como las motos o los patinetes). Es importante recordarlo, aunque sea de Perogrullo, porque quizás así solucionemos parte del problema como personas, y no como bandos enfrentados; puede que así nos pongamos en lugar del débil, que siempre es el que camina y luego quien va en bici. En cualquier caso, la ciudadanía sola no puede cambiar la ciudad, para eso hace falta la acción legisladora que proteja realmente a quienes eligen los medios de transporte más débiles.

¿Qué es peligroso?

Hace tiempo escribí en este mismo blog una entrada titulada 'Lo peligroso es seguir diciendo que ir en bici por ciudad es peligroso'. Sigue siendo cierto, a pesar del accidente de hoy, el segundo mortal con una Bicimad. Cuanta más gente en bici y caminando haya en la ciudad, más segura y sana será. Pero me gustaría actualizar ese titular: lo peligroso no es ir en bici, sino tener políticos que no se atrevan a pacificar la ciudad.

En estos días estamos oyendo mucho ruido por la intervención del Ayuntamiento en la calle Galileo, dentro de un proyecto llamado dEspacio, antes Chamberí Zona 30. Lo de Galileo sólo es una parte de una actuación que quiere pacificar la circulación en un barrio, reducir el tráfico de paso, poner límites de velocidad seguros en muchos tramos, modificar trazados para frenar también esa velocidad y, en algunos casos, peatonalizar. Es decir, hacer una pequeña parte de la ciudad, cercana a colegios y parques, más segura, más sana, más humana. Todos los grupos de la oposición se han unido en contra. Es decir, todos los grupos de la oposición están a favor de que los coches sigan circulando a una velocidad que mata.

¿Me ha salido demagógico el argumento? Un poco, ¿no? Pero quizá no tan cínico como los programas electorales y los discursos de esos partidos que hablan de movilidad sostenible, de fomento de la bici y de bla, bla, bla pero luego se niegan a cualquier cambio. Ellos también son peligrosos.

Y también es peligroso el miedo del partido que gobierna. La presión de la prensa tradicional y de esos partidos, valga la redundancia, hace que tiemble cada propuesta, cada medida, cada intento de convertir Madrid en una ciudad para las personas, no para los coches, en una ciudad moderna. Ocurrió con Gran Vía, está ocurriendo con lo de Chamberí y puede que pase con el Área de Prioridad Residencial de Centro prevista para 2018. Ellos sabrán, pero con miedo no se cambia nada.

Hoy un camión ha matado a una persona que iba en bici y un coche a otra que iba andando. Mañana millones de madrileños volveremos a salir a la calle a dar pedales y a patearla. Lo haremos como cada día, sin miedo y sin vergüenza. Ojalá las muertes de esas dos personas hagan que desaparezca lo primero en quienes mandan y aparezca lo segundo en quienes se oponen. Ojalá podamos construir entre todos una ciudad más sana y más segura. Ojalá podamos avanzar.

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Me dedico al periodismo, la comunicación y a escribir libros como “Exceso de equipaje” (Debate, 2018), ensayo sobre el turismo que se desborda; “Biciosos” (Debate, 2014), sobre bicis y ciudades; y “La opción B” (Temás de Hoy 2012), novela... Aquí hablo sobre asuntos urbanos.

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