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Los lobbies industriales alemanes enturbian “la transformación energética” de la canciller Merkel

Centrales eléctricas en Alemania.

Aldo Mas

“¡Estamos aquí, damos voces porque nos robáis el futuro!”. Los chicos de la manifestación de jóvenes escolares y estudiantes ambientalistas de los Fridays for Future se dejaban la garganta en Berlín ante el ministro de Economía y Energía alemán, Peter Altmaier. Éste, ante los gritos, trata de poner buena cara en una pequeña e improvisada tribuna. No llega a dirigirse a ellos. Sólo habla con uno de sus colaboradores. Altmeier le dice: “¡Esta idea era realmente una mierda!”.

No le salió nada bien al responsable gubernamental ir al encuentro de los manifestantes concentrados frente a su ministerio. La escena data de hace ya unas semanas. Pero pocas muestran mejor la difícil situación en la que se encuentra el ministro de Economía y Energía de Merkel. “La crisis de Altmeier”, titulaba hace unos días el diario generalista berlinés Der Tagesspiegel para dar cuenta de la insatisfactoria situación de este ministro alemán.

“La presión sobre él es muy grande. Se ha avanzado muy poco en política ambiental y de energía, las críticas sobre Altmeier no paran de crecer, y no sólo desde los adolescentes de Fridays for Future, también en el sector industrial se están pidiendo medidas”, dice a eldiario.es Claudia Kemfert, experta del Instituto Alemán para la Investigación Económica (DIW, por sus siglas alemanas).

Kemfert se encuentra entre los muchos observadores que actualmente constatan un estancamiento en las políticas ambientales del Gobierno alemán. Lejos parece quedar ya el empuje a la Energiewende o “transformación energética” que dio la canciller Angela Merkel con su decisión de abandonar la energía nuclear en 2022 como consecuencia del accidente nuclear de Fukushima de 2011.

Bien es cierto que las energías renovables representan desde el año pasado la principal fuente energética de Alemania. Se identifican con un 40% de la producción energética. Sin embargo, las emisiones de dióxido de carbono (CO2) –principal gas de efecto invernadero– se han mantenido estancadas en los últimos años, de acuerdo con datos de la Agencia Federal de Medioambiente (UBA, por sus siglas alemanas).

Responsable de ese estancamiento es en buena medida que el 38% de la energía que se produce en suelo alemán tenga origen fósil. Las centrales térmicas que funcionan con carbón no dejan ver del todo los logros alemanes en materia de energías renovables. Si éstas ahora se identifican con el 40% de la producción energética, en 2010 lo hacían con un 19%.

El aumento en importancia de las renovables no evita que, a día de hoy, “las emisiones de CO2 sean demasiado altas en el sector energético”, apunta Kemfert. “También lo son en el sector del transporte, donde no ha ocurrido prácticamente nada en este ámbito”, añade esta investigadora.

Temor a no cumplir los objetivos medioambientales

No en vano, doce de los treinta complejos industriales europeos que más CO2 emiten en Europa se encuentran en Alemania. Entre los diez primeros hay siete centrales térmicas germanas. La planta eléctrica de Neurath (oeste alemán), en manos del gigante energético germano RWE, es la segunda de Europa que más contamina, con una emisión de algo más de 30 millones anuales de CO2, sólo por detrás de la central térmica de Belchatow, en Polonia, que es la más grande del viejo continente.

El Gobierno alemán quiere, de aquí a 2030, ir más allá de reducir en 40% las emisiones gases de efecto invernadero respecto a los niveles de 1990. Éste es el objetivo que se ha dado la UE, pero Alemania tienen en mente un porcentaje del 55% para 2030. Alcanzar ese objetivo dependerá en buena medida de si el país consigue desengancharse del carbón.

A principios de año, la llamada “comisión del carbón”, una iniciativa gubernamental germana dedicada al estudio del abandono del carbón, planteaba que en 2038 debiera tener lugar el cierre de la última central térmica que utilice esa fuente de energía fósil. Está por ver si esa fecha se acaba respetando.

Por su parte, el influyente sector de los transportes en Alemania aún tiene que subirse a la “transformación energética”. “Este sector ha estado durante mucho tiempo pisando el freno a la hora de operar el cambio que necesita para que se avance hacia un transporte de futuro y sostenible”, dice Kemfert. “Desde este sector también se ha influenciado a los políticos. Y ahora tenemos un problema”, añade la investigadora del DIW, aludiendo al estancamiento de las emisiones de CO2.

Ese estancamiento hace pensar en la posibilidad de que el país no cumpla con sus objetivos medioambientales. Para cumplirlos “hay que mirar hacia el futuro, hacia una nueva movilidad y salir del uso del carbón”, manifiesta Kemfert.

El empuje ecologista

Simon Zunk, portavoz de Los Verdes, el gran partido ecologista alemán, dice a eldiario.es que, pese a que “Merkel ha calificado de 'prioridad' desde hace años la protección del medioambiente y la lucha contra el cambio climático, en este ámbito apenas ha habido avances”. “En el ámbito de los transportes, la agricultura o el saneamiento de edificios para hacerlos más eficientes, Alemania tiene que reducir sus emisiones de CO2. En todos estos ámbitos, como también ocurre con el abandono del uso del carbón, el Gobierno hace demasiado poco”, abunda Zunk.

Su partido vive desde hace meses tiempos de bonanza en las encuestas. Si hoy hubiera elecciones generales, Los Verdes serían el segundo partido más votado, con un 20%, de acuerdo con los estudios de intención de voto. Los ecologistas aún están lejos del 30% que se atribuye a la Unión Cristiano Demócrata (CDU) de Merkel.

Lo que sí parece estar claro es que si se mantienen en esa segunda posición de aquí a 2021 –a priori próximo gran año electoral alemán–, Los Verdes podrían optar a entrar en un gobierno de coalición para priorizar de verdad las cuestiones medioambientales. Al menos así lo plantea el portavoz de Los Verdes.

“En un eventual gobierno de coalición con Los Verdes habría una ley de protección medioambiental, una ley para el abandono del carbón, la instauración de una cuota para los coches eléctricos y pondríamos fin al motor de combustión para 2030”, afirma Zunk.

Es cierto que ni él ni nadie en su partido hablan hoy día con las ataduras de quienes pertenecen a un partido gubernamental. Pero es difícil imaginar a Zunk o a un ministro de Los Verdes quedándose sin habla ante los manifestantes de Fridays for Future.

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