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Segovia confía en el turismo nacional para remontar tras la COVID-19: “Hay gente, pero no lo que se esperaba”

Estación de trenes de Segovia.

Marta Maroto

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Cuenta la leyenda que el acueducto de Segovia lo construyó el diablo en una noche de lluvia. Después de una jornada interminable, una aguadora le ofreció su alma a cambio de que le llevase el líquido a la puerta de su casa. Al amanecer, cuando venció el plazo acordado, tan solo faltaba por poner la última piedra, así que la chiquilla, pese a su arriesgada apuesta, logró salvar su alma y, de paso, levantar el acueducto. Ahora Segovia, desde este primer domingo de nueva normalidad, busca el milagro que permita remontar los efectos de la endemoniada COVID-19.

Hoy ha sido el primer día en que Millán Gómez ha salido a tocar el acordeón a una de las calles aledañas a la Plaza Mayor de Segovia. Solía ganarse la vida como músico, pero la pandemia le obligó a encerrarse en casa. Después de ver el viernes las terrazas llenas, se animó a salir de nuevo. Gran conocedor de su ciudad natal, desde la sombra de su rincón pronostica que la antigua normalidad volverá pronto: “Hoy ya he visto grupos de forasteros”, expone.

La ciudad, Patrimonio de la Humanidad, ya comenzó a notar la crisis que traería consigo la pandemia desde mediados de enero y durante febrero con el descenso de visitantes asiáticos. La economía de la provincia se nutre, sin embargo, del turismo nacional, un empuje que los hosteleros y comerciantes esperan que llegue pronto y alivie estos meses de parón. Para este domingo ya se estimaba que abrirían hasta el 80% de los locales.

Guillermo lleva trabajando en restaurantes y bares desde 1982 y, como todos, cuenta que nunca se había vivido nada igual en la ciudad. Se dice optimista mientras toma la temperatura de los que entran en el restaurante, que hoy opera a apenas un tercio de su capacidad. Espera que la ciudad se llene durante los próximos días y sobre todo el fin de semana, para recuperar pronto los aforos completos y a los seis empleados que suelen ser necesarios en los turnos de más ajetreo. Este primer día de verano se nota la apertura de las fronteras provinciales, pero reconoce que habían previsto una mayor afluencia.

Y el aspecto casi desértico de las calles calurosas revela algo similar. De algunas puertas cuelgan carteles de liquidación, los maniquíes visten mascarillas y los pocos turistas que ya comienzan a tostarse por el sol caminan tranquilos entre los escaparates cerrados en domingo. La catedral, “ese punto en el que parecen unirse el cielo y la ciudad”, decía María Zambrano, sigue cerrada hasta el 26 de junio, aunque no ha dejado de dar misas durante la pandemia.

En la Plaza Mayor, la estatua de Antonio Machado vigila, callada con una mascarilla, que el aforo de las terrazas se mantiene al 80%, según ha decretado el Consejo de Gobierno regional. La pensión en la que vivió, que hoy es un museo, o el Jardín de los Poetas también están cerrados este domingo. Nadie más que los mosquitos habitan una judería desierta por la tarde, y nadie se hace 'selfies' en la Puerta del Ángel. “Hay gente, pero no lo que se esperaba”, resume el guardia de seguridad del Alcázar, que abrió sus instalaciones el pasado 15 de junio aunque sus jardines siguen desmantelados por las obras previas a la pandemia.

Las tiendas de souvenirs salvan el agujero económico de la COVID-19 por la venta de mascarillas a la gente local, porque hoy, todos coindicen en lo mismo, han venido menos turistas de lo que se esperaba. “Quizá pensaron que al ser el primer día habría muchas aglomeraciones, pero vendrán la semana que viene”, dice una empleada en una cadena de complementos.

Nadie habla de la madrileñofobia contra la que ya alertó la alcaldesa de Segovia y esperan la llegada de los turistas como agua de mayo. Ambas provincias estaban en fase 2 hasta el fin del estado de alarma, y además Segovia ha sido una de las zonas con más fallecidos en relación a su población. “Ya sabemos que ha habido mucho virus, pero qué vas a hacer, ¿cerrar los pueblos como en la época medieval?”, ríe Miguel Fernández, pintor de 79 años que se instaló en Segovia hace seis meses tras la muerte de su esposa. Cuenta su historia frente a la placa de Mauricio Fromkes, artista estadounidense que quedó extasiado con la ciudad. De vuelta al acueducto, este segoviano de adopción reflexiona: madrileños y segovianos están destinados a entenderse, como ya lo hicieron las tres religiones durante el Medievo, y a apoyarse en el turismo nacional para salir cuanto antes de esta crisis histórica.

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