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“Si no nos dejan respirar y crecer, ¿cómo vamos pagar las deudas?”

A la puerta del Mercado central de Atenas hoy día de reflexión. / Foto: Ana Cañil

Ana R. Cañil

Atenas —

Sexto día del corralito a Grecia. Son poco más de las diez de la mañana del sábado en Atenas, un día antes del día D, 5 de julio de 2015, fecha del referéndum que marcará el futuro de los griegos, sea cual sea el resultado. Hace 2.500 años, los atenienses tenían sus naves preparadas en El Pireo para partir hacia Salamina y enfrentarse a los persas del rey Jerjes. Contra todo pronóstico, vencieron y salvaron a Europa -otro termino palabra y concepto inventado por Grecia, igual que democracia- pero en esta mañana calurosa y húmeda, el arma para vencer a los nuevos persas, la troika, consiste en no perder los nervios.

Tsipras no es Temístocles –el ateniense que convenció a las ciudades-estado para luchar en Salamina pese a la derrota de las Termópilas– pero las palabras del viernes del primer ministro griego calentaron a una ciudadanía que, vaya a votar o no, sí que tiene identificado a Schäuble, el ministro de Finanzas alemán, con el persa Jerjes I, y a Merkel, con la esposa del rey tirano. Este sábado, los helenos han cambiado el casco, el escudo y la lanza, por la normalidad, su mejor arma desde que se cerraron los bancos. Vida cotidiana y normalidad es lo que se respira en el Ágora de la calle Athenas, el mercado central de la capital griega desde hace unos 3.000 años.

Los carniceros vocean el precio de su cordero, los pescaderos el de las doradas y los bocartes, los puestos de frutas y verduras -un espectáculo para los ojos en Grecia- lucen con el mismo mimo que todos los días del año. Solo los tenderos que lucen canas tienen la capacidad de sentir cierta nostalgia, mezclada con esperanza y miedo, al pensar que quizá en unos meses, el grito de a 6 euros el kilo deba ser cambiado por el de a muchas más dracmas. Si regresara la antigua moneda tienen asumida la devaluación y la dureza del camino que les espera si gana el no, oxi en griego, y son expulsados de la Unión Europea.

No quieren salir del euro, pero... lo que les ofrecen es más de lo mismo mantienen unos, mientras se abre una discusión entre ellos que sólo se adivina por lo que gesticulan cuando debaten. Entre tanto ruido y con humor, uno de los pescaderos intenta hacer vocear a su empleado cómo se decía dracma. Suena mejor que el oscuro euro, pero con el oído no se come.

La alegría que se respira en el Ágora contrasta con la irritación que durante toda la semana ha ido aumentando en el ánimo de Tryfon Kyriakouros, uno de los principales empresarios del negocio del turismo en Atenas. Desde que se convocó el referéndum, Tryfon ha diagnosticado, jornada a jornada, lo que iba a suceder. El mismo día que se anunció la fecha del referéndum, el viernes 26 de junio, Kyriakouros se puso en marcha. “He hablado con los colegas de aquí, con los empresarios de España -su empresa es la que más factura con las principales agencias españolas- y ya tenemos preparadas todas las medidas para que los turistas no se vean afectados. Si el lunes –por el pasado lunes– cierran los bancos, tenemos organizada una economía de resistencia”.

El lunes cerraron los bancos y Tryfon tenía organizado el sistema contra la medida de Bruselas y el BCE, asumiendo que la UE estaba dispuesta a empujar al pueblo griego por el barranco, como hacían los espartanos con los niños que no servían para guerrear. “Merkel y Schauble -decía- están dispuestos a machacarnos, como ya intentaron en la II Guerra Mundial, donde Grecia se dejó 600.000 vidas por salvar a Europa de los nazis. Pero no van a poder con nosotros”, apostillaba el empresario el jueves, mientras regresaba de llevar a un numeroso grupo de brasileños por las islas.

“¿Cómo vamos pagar las deudas?”

Durante toda la semana ha recibido la solidaridad de los colegas españoles. Desde Viajes Barceló a la antigua Halcón y otras agencias exteriores le han llamado para ofrecerle liquidez, contaba anoche. “Pero de verdad que no hace falta, se lo dije el primer día. Además, aunque nos enviaran ahora dinero no podríamos sacarlo. Es verdad que atravesamos algunas dificultades porque no podemos hacer transferencias internacionales, pero si que podemos pagar de banco a banco vía internet. Aguantamos. Con el ánimo bien arriba, no nos humillarán más, por eso voy a votar no. Lo que ofrecen desde la UE es más de lo mismo. Si no nos dejan respirar y crecer, ¿cómo vamos pagar las deudas? Es absurdo. ¿De dónde va a sacar la economía griega 320.000 millones de euros si nos siguen imponiendo medidas brutales? Hoy (por el sábado) calma. No hay cancelaciones. Al menos, no en mi caso. El problema será el lunes, ya salga el sí o el no, lo que se avecina será durísimo. El -nai- significa seguir en la pendiente, son las medidas que nos han traído hasta aquí. El no puede que traiga el caos, pero tiene un lado desconocido, de riesgo y esperanza que los griegos ya hemos afrontado otras veces, hace falta ver cómo lo gestiona este gobierno”. Kyriakouros cuelga el teléfono, porque tiene que salir disparado a atender a sus clientes, muchos de ellos camino de las islas griegas.

Si el oxi está claro para Tryfon, a Corobesis Pericles le pone los pelos de punta y eso no le gusta nada. Pero nada. A sus 83 años, este griego que parece ario -alto, ojos azules elegante y repeinado con esmero- es un hombre rico, dueño de locales y cafés de gran nivel. El más importante de todos el Café Peros, en el exclusivo barrio de Colonaki, el más lujoso de Atenas que acoge la milla de oro de las marcas más caras del mundo de la moda.

Corobesis va a votar sí, lo tiene claro y emplea su ironía y su experiencia en los negocios para explicarse sin perder la compostura ni la ironía. “Ni siquiera durante la ocupación de los nazis se cerraron los bancos y eso que soy de los que pasó hambre en la infancia, en la hambruna del 41. La juventud de hoy no tiene ni idea. No se informan y no saben lo que los espera si gana el no, con un gobierno como este, que son unos vagos”.

Pericles no tiene mejor opinión del resto de la clase política de su país. De hecho, gracias a la gestión de la saga Papandreu -la familia que ha dirigido al partido socialista griego, el Pasok-, durante buena parte del siglo pasado y del actual, perdió su trabajo y tuvo que empezar de cero. Se considera un emprendedor de esos que quisiera tener Rajoy por todo el país y que abundan entre los griegos, comerciantes desde la antigüedad. No en vano son un archipiélago de 101 islas, de las cuales 75 están habitadas y llevan milenios comerciando entre ellos.

El dueño del Café Peros no oculta de qué pie cojea. “Por mi local en Atenas ha pasado toda la clase política. Conozco a Samarás y a otros muchos, a todos. La cosa empezó a ir mal con Papandreu -Yorgos- y mira adonde hemos llegado. Al único al que respeté fue a Karamanlis. Sobreviviremos a estos días -se refiere a esta semana de corralito- pero si gana el no, la semana que viene puede ser terrible. Los tiempos serán duros con una cosa u otra, pero yo no tengo miedo ¿por qué? Me he arruinado y siempre he salido a flote. No le debo nada a ninguno”.

Creciente desigualdad

No hay más que patear las calles de Atenas para constatar la enorme fractura entre los ciudadanos. La desigualdad galopa con brío, como si tuviera que ganar una carrera, azuzada por las medidas de la austeridad, desde 2010, con el primer rescate. Pero desde 2012 ha sido devastador. Mientras en Colonaki -el barrio rico- el al referéndum arrasa, en los barrios pobres machacados por la crisis, desde El Pireo a los alrededores de la Plaza Omonia, el no es un grito.

Nada nuevo bajo el sol, barrio rico, barrio pobre. Los primeros prefieren ocultar lo que piensan, los segundos se rebelan, el no es su única salida para no morir asfixiados. Te paran por la calle para decírtelo. Dimitris es uno de esos empresarios por el que el jueves pasó por Syntagma -el centro de todas las manifestaciones y la vida política de Atenas- mientras el KKE, el partido comunista griego, daba un mitin.

Fue fácil identificarle y no tuvo inconveniente en charlar. Viste traje y corbata y su aire de ejecutivo es inconfundible. “Tengo 53 años y una empresa cuya actividad depende totalmente de la globalización económica, pero no voy a entrar en detalles. Mira, tengo 20 empleados y cinco hijas que mantener y hoy no he podido hacer transferencias al extranjero, pagar a mis proveedores. Mi negocio depende totalmente de la banca internacional. Voy a votar que sí, porque tengo que votar con la cabeza y no con el corazón”.

Dimitris habla tranquilo, escuchando de fondo las arengas del KKE a ese extraño oxi contra la troika y contra Syriza en forma de voto nulo que piden los comunistas para el referéndum, pero pese a su aparente calma está preocupado. Mucho. Desde este lunes, Grecia se enfrenta a la más formidable de las incógnitas que ha tenido por delante desde la II Guerra Mundial. Ni siquiera cuando en los 70 , los coroneles implantaron la dictadura, el bolsillo se encogió tanto. “Entonces -recuerda Dimitris- se nos encogió el corazón, se nos robó la libertad. Esta es otra forma de hacerlo, más sutil, pero no podemos escapar de una economía globalizada. Por eso el domingo tengo que votar con la cabeza”. Y se va con un gesto serio, ni una broma o un chiste de humor negro en la despedida, algo extraño en un griego.

Rumores envenenados

Mientras, siguen corriendo los rumores envenenados que han sembrado de fuegos artificiales mediáticos la semana. Unos más elaborados, más capaces de meter miedo en el cuerpo a los partidarios del oxi. Sucedió el jueves, cuando la carta caducada de Tsipras saltó a mitad de la mañana al Financial Times, desencadenando unas horas de histeria. Hubo partidarios del no que creyeron que Tsipras y Varufakis les habían traicionado o, en traducción de un panadero que les quería matar en el momento de la noticia, se habían bajado los pantalones.

Unas horas después, la noticia del diario de referencia para los mercados del mundo -junto al Wall Street Journal- ocupaba su puesto justo, una serpiente mas en esta semana del corralito.

Esa ha sido una de las jugadas mejor elaboradas, pero hay otras como los títulos de “se han acabado los billetes de 20 euros”, sin pararse a preguntar las razones. Tan lógicas y tan estúpidas como que en Grecia, los cajeros no tienen billetes de 10. Durante los tres primeros días del corralito, los ciudadanos -los que tenían efectivo- sacaban los correspondientes 60 euros y el cajero escupía tres billetes de 20. Al agotarse el billete azul, la pantalla del cajero ofrece como billete más pequeño el de 50 euros, que es lo que en los últimos dos días han estado sacando los ciudadanos de a pie.

Los muchos, muchísimos que van descalzos o con los zapatos rotos en cuanto uno abandona el centro de Atenas y los alrededores de la plaza Syntagma, se partieron de risa cuando les dijeron que podían sacar 60 euros al día, lo cual significaba ganar 420 euros a la semana, un salario de 1.600 euros al mes. ¿Y quién gana 1.600 euros al mes netos hoy en Grecia, con tasas de paro que rondan el 30% -27% oficialmente- y funcionarios como los policías que cobran 450 euros al mes?

Otra cosa bien diferente será lo que ocurra a partir del lunes. La banca griega ya ha anunciado que solo queda dinero hasta el lunes. “Como los griegos antiguos y los fenicios, somos expertos en la economía del trueque y en nuestras islas aún se sabe trabajar la tierra. ¿Qué más quieren hacernos? Ni los persas hace casi 3.000 años, ni los nazis hace tres cuartos de siglo nos doblegaron. Saldremos adelante, eso sí, nos dejaremos sangre, sudor y lagrimas, lo hacemos desde hace cinco años, como dijo Churchill a los ingleses”, remata una profesora de Arte Griego, sentada bajo la Acrópolis, la cuna de la democracia.

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