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La gran banca pide menos obligaciones para la transición ecológica y no tener que ejercer como “policía del clima”

El consejero delegado del BBVA, Onur Genç, en una fotografía de archivo.

Diego Larrouy

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Son múltiples los organismos y autoridades que ven a la banca con un papel central en la transición ecológica. Sin embargo, en el sector se oyen en los últimos tiempos voces que intentan descargar parte de la responsabilidad que se ha situado sobre su actividad como financiador de las empresas e industrias más contaminantes. Este miércoles, los dos mayores bancos españoles y los que tienen más negocio internacional, Santander y BBVA, se han referido a estas obligaciones lamentando el aumento del nivel de exigencia regulatoria y su posición como “policía” del clima.

Los consejeros delegados de ambos bancos, José Antonio Álvarez (Santander) y Onur Genç (BBVA), coincidieron en un foro sobre el sector en IESE. Allí, ambos reconocieron que la transición ecológica es uno de los retos para la actividad de los bancos en los próximos años. Las dos entidades han presentado en el último año planes para reducir las emisiones en su actividad bancaria. No solo de manera directa sino también de forma indirecta por las industrias que se financian. Para 2030 estos bancos se han comprometido a no financiar más el carbón. Inversores y reguladores han puesto el foco en los últimos años en estas obligaciones.

“No me resulta cómodo funcionar como policía de todo, tanto con el blanqueo de capitales como con el clima, hacer de malo”, señaló Álvarez. No es la primera vez que desde el banco se lamenta esta posición de “policía del clima”, ya que la presidenta, Ana Botín, ya ha criticado estas exigencias para las entidades. “Estamos alineados con liderar, pero necesitamos más claridad de los Gobiernos”, señaló entonces la primera ejecutiva del mayor banco español. Álvarez ahondó este miércoles en esta crítica al asegurar que “no está preparado en todo lo referente al clima, no sé si mis clientes siguen los procesos adecuados o no”. “No me preocupan las empresas grandes, que saben lo que tienen que hacer, sino los medianos”, subrayó.

Para Álvarez, el problema para los bancos no es “dejar de financiar el carbón”, sino la transición. “No existe un proceso alternativo industrial lo bastante limpio”, aseguró.

En una línea similar se movió Onur Genç, del BBVA. El ejecutivo turco del banco que preside Carlos Torres reconoció que la banca es “un agente económico enorme” y que se ve “una oportunidad de negocios en la sostenibilidad”. De hecho, cifró que todos los años, hasta 2050, se necesitarán entre 7 y 10 billones de euros de inversión en todo el mundo para alcanzar la neutralidad de emisiones. “Somos bancos, es lo que hacemos, encargarnos de las inversiones”, enfatizó. “Vas a ganar y por ello tienes que participar, ser más exigente”, apuntó.

Sin embargo, durante su participación en el foro deslizó una crítica a las regulaciones y las obligaciones para los bancos en este asunto. Genç explicó que es la propia “oportunidad de negocio” la que va a mover la actividad de los bancos hacia modelos más sostenibles y de mayor transición ecológica. “Podemos guiar, asesorar y acompañar a nuestros clientes”, explicó. “No se trata de reglas, es el propio mundo del negocio, ¿por qué no voy a querer más negocio?”, se preguntó. “¿Por qué obligar con reglas?”, insistió.

Genç se refirió a un aspecto concreto. Supervisores como la EBA, la autoridad comunitaria, han comenzado a dar relevancia a un coeficiente para conocer la cartera de la banca europea conocido como ratio de activos verdes (GAR, en sus siglas en inglés), que calcula el peso de la actividad compatible con la taxonomía verde europea respecto al conjunto de la cartera del negocio bancario. “No debería castigarse que en el pasado hayas financiado marrón, debería importar la evolución y la acción nueva”, subrayó. “La métrica de la GAR no lo tiene en cuenta”.

Durante los últimos meses, el BCE y la EBA están realizando una prueba de resistencia de la banca europea sobre el posible impacto de la crisis climática en los balances y su adaptación a la transición ecológica. Aunque los resultados no se publicarán de manera individualizada, servirán para conocer la situación del sector. Tanto Santander como BBVA pertenecen a un consorcio de bancos mundiales conocido como Net Zero Banking Alliance, que supone el compromiso de los firmantes de alinear su actividad y su cartera de préstamos al Acuerdo de París. Sin embargo, un reciente estudio evidenciaba que, pese a la firma de aquel protocolo, centrado en el carbón, seguían financiando el petróleo y el gas.

Además, el BCE, en un informe publicado en otoño, apuntó a la banca española como la más expuesta de Europa a los efectos del cambio climático. En concreto, el documento argumentaba que en torno al 60% de los créditos que los bancos españoles tienen concedidos a empresas son a sociedades que tienen una exposición muy elevada a las potenciales catástrofes provocadas por esta crisis climática. El organismo hacía extensible esta crítica a todos los países del sur del continente.

“Misma actividad, mismas reglas”

No fue la única protesta regulatoria que se realizó por parte de sendos bancos en el mismo foro. Ambos recuperaron una prolongada batalla que mantienen por las normas que soportan los bancos frente a las que tienen las fintech y las grandes tecnológicas, quienes ya tienen presencia en algunos negocios como el de pagos. “Lo que me preocupa es la regulación desigual”, señaló Álvarez al ser cuestionado sobre la competitividad del sector bancario en Europa frente a otros países. “Esto es un mercado libre, así que todos son bienvenidos, si eres mejor, el mercado te recompensará, pero sin hacerlo con las mismas reglas, es muy dañino para nosotros, es un problema fundamental”, aseguró el 'número dos' del Santander. “Las oportunidades existen y tenemos que estar listos, pero con un terreno igual para todos”, apuntó. De nuevo, es un mensaje sobre el que el banco ha hecho bandera en los últimos años en voz de Botín.

Genç, aunque más comedido, se sumó a las críticas frente a lo que entendió que es “un arbitraje regulatorio”. “Estoy convencido de que para una misma actividad, la regulación debería ser la misma”, señaló el ejecutivo turco. Sin embargo, reconoció que finalmente las fintech no han tenido un impacto sobre el sector como se llegó a prever. “Hace años habría dicho que las fintech hoy serían más grandes de lo que realmente son”, y defendió que la capacidad de inversión y la experiencia que tienen los bancos difícilmente pueden ser alcanzadas rápidamente por estas plataformas digitales. Por ello, abogó por “asociarse” con ellas por su talento.

En el mismo foro participó uno de los supervisores de la actividad bancaria, la EBA, que preside el español José Manuel Campa. El responsable de la Autoridad Bancaria Europea rebatió, indirectamente, los argumentos esgrimidos por los bancos. Si bien reconoció que existe un debate internacional sobre “si se deben regular actividades o entidades”, reconoció que no es igual un banco que otras empresas. “La especial regulación del sector se basa en la actividad de toma de depósitos que tienen los bancos”, apuntó como la razón de que tenga un control elevado. Por ello, apuntó, “no es cierto que la misma actividad realizada por distintos operadores supone distinto riesgo”.

Campa sí reconoció que hay actividades donde preocupa a los supervisores la presencia de las grandes tecnológicas. Una de ellas es precisamente en los servicios que estas dan a los bancos. Según el responsable de la EBA, hay una alta concentración en este negocio ya que son pocas las empresas que nutren de estos servicios a toda la banca, lo que limita la capacidad de las entidades de negociar las condiciones de esta subcontratación y eleva el riesgo para el sector. Por ello, avanzó, se está elaborando una nueva regulación para controlar esta situación.

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