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Fuera de cobertura

Condenado a 15 años un miembro de Boko Haram por secuestro de niñas de Chibok

Chema Álvarez

Es de suponer que las 110 niñas estudiantes secuestradas hace unos días en el noroeste de Nigeria por el grupo terrorista Boko Haram no saben, ni les importa un comino, que durante estos días se está celebrando el Mobile World Congress en Barcelona, que el rey de España ha acudido a inaugurar el mismo y que la alcaldesa de Barcelona, una ciudad bañada por el Mediterráneo que tal vez sí conozcan como parte del Paraíso, ha hecho un desplante al monarca por no recibirlo al son de trompetas y demás fanfarria.

A las niñas secuestradas, seguramente, lo que más les preocupa ahora es su situación personal, que es la de estar en manos de sus violadores directos o proxenetas en busca de negocio con su venta a otros violadores, todo ello por ser mujer, pobre y vivir en África.

A los del Mobile World Congress tampoco les importa mucho la situación de estas niñas, ni la de otras que fueron secuestradas hace unos años también en Nigeria o desaparecen con el mismo fin a modo de goteo todo los días, que son muchas pero no cuentan porque no hacen bulto. A los del Mobile World Congress lo que les importa es su negocio, que va viento en popa, y que la gente compre móviles, a cada cual más caro y con mejores aplicaciones. Y se la suda que las niñas y mujeres de África sean utilizadas como arma de guerra en el continente de Alí Babá y los cuarenta ladrones, predio del saqueo secular de Occidente, ahora filón inagotable de minerales como el coltan y la casiterita, tan necesarios para la telefonía móvil que se expone y vende en el Mobile World Congress.

Cada año que pasa pregunto a mis alumnos y alumnas, que frisan los 18 añitos, cuántos móviles han tenido a lo largo de su (corta) vida. Cada año aumenta el promedio. Actualmente el cupo está en cuatro o cinco móviles, sin que importe en este cómputo la extracción social, procedencia o posibilidades económicas de la familia. Todos tienen ya móviles, sin que haya mucha diferencia entre pobres y ricos. La distinción la marca el modelo del móvil. El que lo tiene obsoleto (más de uno o dos años de antigüedad) es un pringao.

Nigeria es uno de los 14 países de la OPEP, la Organización de Países Exportadores de Petróleo, y el décimo país con mayor número de reservas de petróleo crudo, explotadas en demasía por las compañías petroleras Shell y Chevron, que han devastado el delta del río Níger, donde todo un pueblo, los Ogoni, está desapareciendo junto a sus arroyos, sus peces, sus árboles y su aire. Ken Saro-Wiwa, poeta nigeriano que afirmó ser el testigo de la devastación, murió ahorcado por denunciar este genocidio. La Shell y Chevron son estadounidenses, y Estados Unidos hace pingües negocios con la venta de armas a Nigeria. La Shell era la que iba a ser socia tecnológica de la frustrada refinería que Alfonso Gallardo quiso montar en Tierra de Barros, Extremadura, antes de que le jodiera el proyecto una ciudadanía concienciada y combativa.

En Nigeria no sólo se secuestra a las estudiantes. Según datos de Unicef, en el año 2015 más de 600 profesores fueron asesinados. La labor terrorista de Boko Haram, interesada en impedir la educación, ha logrado que cerca de un millón de niñas y niños dejen de ir a la escuela por miedo a ser secuestrados o a morir en ellas.

Según la GSMA, la entidad que promueve el Mobile World Congress, se estima que este evento moverá unos 400 millones de euros en los cuatro días que dura la feria. Desde que comenzó en el 2006, según las mismas fuentes, ha supuesto un impacto económico de 4.400 millones de euros para Barcelona, la ciudad cuya alcaldesa ha hecho un desplante al rey Borbón.

Los datos económicos de Nigeria me da vergüenza ponerlos aquí mientras pienso en lo que estarán pensando ahora mismo estas niñas, tanto por ser ciudadano europeo como por tener móvil.

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