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Carlos, un extremeño que salva vidas en el Mediterráneo: “No se olviden de los refugiados, sigue muriendo gente”

El equipo de la ONG Proactiva Open Arms con el barco de salvamento

Jesús Conde

Hace poco más de una semana que Carlos regresó a casa desde las costas de Malta e Italia. Se incorporó al barco de salvamento de refugiados de la ONG Proactiva Open Arms.

Durante dos semanas ha formado parte del equipo de 15 voluntarios, divididos en turnos de 24 horas, en busca de desplazados forzosos que cruzan la inmensidad del mar. Ha trabajado como socorrista en el rescate de personas en la frontera más mortífera del planeta.

Toca recomponerse y reflexionar sobre la experiencia. No resulta fácil. Si hay algo en que coinciden todos los voluntarios que han estado en contacto con personas migrantes es en la dificultad de transmitir con palabras las sensaciones que traen de vuelta en la maleta.

Son emociones que sólo puede comprender alguien que estuvo allí. Es el único modo de entender cómo una persona refugiada que acaba de jugarse la vida en el mar tiene fuerzas para recibirles con una sonrisa y un gesto amable. Con la fuerza necesaria para seguir su camino hacia Europa. Un camino sin destino, sin rumbo. Beligerante.

Carlos Montero es un joven socorrista de Olivenza de 27 años que ha estado en dos ocasiones en el Mediterráneo central. Es una zona complicada. Una ruta muy transitada desde el cierre de fronteras por Turquía. Allí suele llegar gente desde las costas libias, y que es desembarcada en Sicilia, la isla más cercana.

El rescate

Tras recibir el aviso desde Roma el barco de Proactiva Open Arms se lanza en busca de una embarcación que apenas se mantiene a flote. Casi siempre de noche, porque los refugiados suelen salir a las cinco de la tarde desde las costas de Libia. Explica que las embarcaciones que rescatan no llevan gasolina suficiente para llegar a tierra y no disponen de material de navegación.

Emprenden su búsqueda con las pistas que les da el viento o la velocidad a la que podrían estar navegando. Cuenta el joven que termina siendo “lo más parecido a buscar una aguja en un pajar”. Muchos de los tripulantes no saben nadar, no saben dónde están y suelen viajar bajo engaños. “Les dicen que las luces que se ven al fondo desde Libia son tierras europeas, aunque en realidad se trata de las plataformas petrolíferas”.

Pese a la situación que describe, Carlos lanza un mensaje de esperanza. “Porque muchos llegan a la costa, siguen vivos”. Hace un llamamiento a toda la ciudadanía, a los medios de comunicación, a la clase política en general: “Por favor, no se olviden de los refugiados, sigue muriendo. No se le puede dar la espalda a esta gente”.

“Quería tocarlos, escucharles”

Cuando este extremeño veía las imágenes de personas refugiadas sentía frustración. Tenía la necesidad de hacer algo. “Quería estar con ellos, tocarlos, escucharles. Poner los cinco sentidos. Acompañarles” (...) “Son personas como tú y como yo. Son médicos, abogados, obreros… Gente que tenía una vida y que deja todo atrás”.

Antes de llegar al Mediterráneo se imaginaba un panorama desolador, pero no se esperaba la respuesta gubernamental que ha visto. Ha podido comprobar que la ciudadanía ha terminado por dar respuesta al drama de las personas refugiadas. Denuncia que son las entidades y los voluntarios y voluntarias quienes asumen la labor humanitaria que corresponde a los gobiernos.

Acusados de tráfico de personas

Lo más grave, la actitud agresiva con la que se topan en sus rescates en alta mar. Recuerda que en estos momentos la embarcación de Proactiva Open Arms está amarrada tras las acusaciones del Gobierno de Italia de tráfico de personas. Mientras que del otro lado, en Libia, “siguen blindando las fronteras, haciendo devoluciones en caliente y amenazando”.

En una misión anterior a la suya los voluntarios de Open Arms tuvieron que pasar por el mal trago de ver cómo los guardacostas libios disparaban salvas al aire a su lado. En su misión las cosas no fueron mucho mejor y la patrullera les retuvo durante dos horas. Son además patrulleras que no están preparadas para dar asistencia médica, “y se limita a ser gente que va con rifles”.

Las experiencias con la parte italiana son igual de desesperanzadoras. Explica que en uno de los rescates que hicieron solicitaron la evacuación de unos cinco refugiados con problemas de salud. “Pese a nuestra solicitud sólo fue evacuado uno de ellos. El resto siguió navegando con nosotros otras 24 horas, hasta completar la travesía, y al final uno de los que se quedó con nosotros murió de desnutrición severa”.

Pero hay más. También denuncia el trato que reciben estas personas al llegar a tierra, donde son recibidos por con monos blancos, mascarillas y todo un kit de aislamiento. “Son recibidos por personas que parecen astronautas. Es la doctrina del shock, de miedo social.-Dando una sensación de pandemia”. La realidad es que son los mismos refugiados que han convivido en la travesía del barco con los voluntarios durante más de un día, sin problemas.

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