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“Andaba en círculos por mi casa para llegar a los 10.000 pasos”: riesgos, ventajas y negocio de nuestras vidas monitorizadas

Monitorizados

Carmen López

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Es difícil encontrar en un país occidental a una persona mayor de 12 años que no tenga un smartphone. En él habrá instalado, seguramente, aplicaciones de redes sociales y mensajería instantánea, además de otras correspondientes a sus intereses: música, contenidos audiovisuales, lectura, deporte, meditación. Posiblemente también esté habilitado algún programa de monitorización de algún aspecto vital –pasos, horas de sueño, ciclo menstrual, consumo de calorías, cigarrillos sin fumar– aunque por norma general ya todos los sistemas operativos añaden por defecto el apartado 'salud' en sus aplicaciones de serie. Así el usuario o usuaria puede estar al día de los metros que ha caminado y las calorías que ha quemado durante el tiempo en movimiento y comparar las cifras con las de días o semanas anteriores. Porcentajes, gráficos, tablas, objetivos. Análisis al detalle para que cada persona se perfeccione todo lo que pueda.

Como se puede encontrar casi en cualquier móvil, 'la de los pasos' es una de las aplicaciones más utilizadas. “Me la bajé durante el confinamiento, porque hacía eso de subirme a la azotea de la finca y andaba, me ponía cascos y andaba durante horas por el tejado con el objetivo de llegar a 10.000 pasos (casi nunca lo conseguía, pero por lo menos 5.000 sí hacía)”, comenta Andrea a elDiario.es. “Ahí ya cogí la costumbre de mirar cuántos pasos hacía: los días que me quedaba en casa en comparación con los días de oficina, cuando hacía cinta de correr en el gym y cuando no la hacía, etcétera”. La cifra no es una elección personal: el objetivo de los 10.000 diarios para llevar una vida saludable es una de esas creencias populares sin base científica que, cómo no, tuvo su origen en una campaña de marketing. 

Aunque en los últimos años se han publicado los resultados de diversos estudios, como el publicado en la revista JAMA Network Open, que aseveran que esa cifra es muy relativa, la publicidad es más poderosa. Los dichosos 10.000 pasos vienen de un podómetro que la empresa Yamasa Tokei creó en la década de los 60 del siglo pasado y cuyo nombre es Manpo-kei, que en castellano significa “medidor de los 10.000 pasos”, un número escogido solo porque la letra japonesa que lo representa ( 万) parece una persona caminando. 

La ocurrencia sigue siendo una máquina de generar dinero gracias al culto a la salud que impera en la sociedad. Cada persona tiene una relación diferente con la aplicación, por supuesto. Andrea, por ejemplo, gestiona la información que le ofrece con un cierto espíritu lúdico. “Un domingo que no me había movido de la cama, porque había salido la noche del sábado, vi que ya tenía contabilizados 12.000 pasos, solo por haber salido de fiesta y haberme acostado a las 07:00, o sea que de las 0:00 a las 07:00 ya había andado más que cualquier día normal de oficina”, cuenta. Su descubrimiento le hizo mucha gracia y ahora cuando sale por las noches se fija en el número de pasos que ha dado: si ya ha alcanzado su meta, sabe que al día siguiente puede hacer el vago tranquilamente en el sofá. 

En el caso de David, que teletrabaja habitualmente, el podómetro digital –que venía instalado por defecto, aclara que no se ha descargado ninguna app– le sirve para mantenerse pendiente para no caer en el sedentarismo extremo. “Cuando llevas cuatro días en casa trabajando casi no te mueves y cuando ves las estadísticas te das cuenta de que tendrías que haber andado más, así que los siguientes días te fuerzas a caminar para intentar recuperar”, sostiene. Asegura que no se agobia por alcanzar su meta pero sí está atento.

“Las apps para monitorizarnos pueden ser muy útiles e interesantes. Nos aportan información sobre nuestro cuerpo y nuestra actividad, nos ayuda a motivarnos, etcétera”, dice la psicóloga Ainhoa Plata. Sin embargo, para determinados individuos su uso puede ser contraproducente ya que la presión por conseguir el objetivo puede ser demasiado estresante. En su consulta se ha encontrado con diversos casos. “Serían personas con algún tipo de trastorno obsesivo, hipocondríacas o personas que padecen un trastorno de conducta alimentaria”, sostiene.

Porcentajes, gráficos, tablas, objetivos. Análisis al detalle para que cada persona se perfeccione todo lo que pueda

Amelia tiene tendencia a preocuparse por su salud y es usuaria de diversas aplicaciones, aunque el número ha oscilado entre diferentes momentos vitales. “Yo he sido diabética gestacional cuando he estado embarazada. Entonces durante un tiempo me pusieron el glucómetro que va insertado a la piel, que lo escaneas con el NFC del móvil y te mide el nivel de azúcar”, desarrolla. “Me lo medía compulsivamente a cualquier hora del día porque te acojonan viva con que los niveles tienen que estar súper bien. Y también me puse el objetivo de andar entre 12 y 15 kilómetros diarios, creo que estaba cerca de los 40.000 pasos cuando estaba embarazada”, comenta. Además, tenía otras dos para seguir el desarrollo del embrión y durante las épocas de lactancia también utilizó una que sirve para registrar y saber cuánto tiempo toma el bebé de cada pecho y cuál le toca en cada toma. 

“Ahora ya no utilizo la de monitorizar la menstruación porque llevo un DIU pero también la usé. Y también tengo la de los pasos, aunque me estoy quitando porque no tengo mucho tiempo”. Con esta última llegó a tener auténticos problemas de ansiedad cuando no conseguía llegar a los 10.000. “Tanto es así que hay veces que llegaba a andar en círculos por mi casa hasta que los hacía y esto sin estar embarazada”, comenta. Además del smartphone también tiene un reloj inteligente que permite controlar las pulsaciones con un sistema que viene por defecto, otro motor para el impulso monitorizador de Amelia. “Yo tengo una cardiopatía y, como soy un poco hipocondríaca, ha habido rachas o épocas de taquicardias en las que me he medido compulsivamente las pulsaciones”, comenta.

Las apps para monitorizarnos pueden ser útiles e interesantes, pero para determinados individuos su uso puede ser contraproducente ya que la presión por conseguir el objetivo puede resultar demasiado estresante

La regla a examen

La aplicación para controlar el ciclo menstrual es muy común entre las personas que tienen la regla. María, por ejemplo, utiliza dos. “Me instalé la primera en 2015 o 2016. Fue cuando dejé de usar definitivamente anticonceptivos hormonales porque me iban fatal (dolores de cabeza, líbido inexistente) así que me la puse para saber cuándo me tenía que venir. Un poco por tener la información realmente, no por otro motivo”, declara. “Luego con los años empecé a notar unos cambios de humor muy fuertes, un síndrome premenstrual de caballo, con dolores de cabeza y menstruales así que se lo comenté a mi entrenadora, que es licenciada en biología. Me dio una clase de menstruación que ya me hubiera gustado en el colegio y me recomendó un par de apps para el tema”. Eran diferentes a la que ya tenía instalada, así que escogió una y así llegó la segunda a su teléfono. Esta le ofrece más datos de forma gratuita, un punto a su favor porque muchas apps contienen publicidad o exigen pagos para acceder a la información detallada: si el usuario quiere monitorizar en profundidad tiene que desembolsar una cantidad. “Es mucho mejor porque me ayuda un montón con los síntomas premenstruales y tiene una sección sobre alimentación y ejercicio para cada fase del ciclo que me ayuda un montón y no cobran”, sostiene. De momento, ambas conviven en su smartphone porque en la primera ha recopilado información desde hace muchos años, pero cree que la quitará pronto.

Sonia se instaló una de estas aplicaciones para poder monitorizar el comportamiento de sus ovarios “hace muchos años”. Hasta ese momento nunca había estado pendiente de sus ciclos menstruales y en las revisiones ginecológicas no era capaz de dar mucha información. “El ginecólogo siempre me preguntaba cada cuánto me venía, cuál era mi ciclo, tal, y yo nunca tenía ni idea”, dice. Ahora ya dispone de esos datos y le ha servido para detectar ciertos cambios en su calendario menstrual. “Cuando me encuentro así un poco un poco cansada, que me duele el cuerpo y estoy un poco más triste, la miro y digo ‘ah, vale, es que me va a bajar la regla’”, afirma. A María también le resulta muy útil en ese sentido, porque sus síntomas premenstruales son muy acusados, así que se organiza para teletrabajar los días que prevé que no se va a encontrar bien. “Si a veces me encuentro de muy mal humor de repente, miro la app y si estoy a dos o tres días de que me venga la regla, relativizo un poco y aviso en casa, por si acaso ‘oye, que sepas que estoy a dos días de la regla’. Y eso ha mejorado mucho el ambiente”, comenta.

Por supuesto, el negocio de las aplicaciones va más allá de lo que la empresa pueda ingresar por las cuotas. Los datos de los usuarios son un bien con el que especular, lo que puede tener un reverso tan negativo como en el caso de la revocación del derecho al aborto a partir de las seis semanas de gestación (la conocida como ley del latido) de Texas en 2021 o la aún más restrictiva de Oklahoma, que lo prohíbe desde el momento de la concepción. En cuanto se aprobó, la advertencia de que muchas compañías podían compartir los datos sobre los ciclos menstruales con terceros (algo que se dice en los términos y condiciones que nadie se lee) y estos podrían servir como prueba incriminatoria en un caso de denuncia –cuándo se interrumpió el ciclo y cuándo se volvió a menstruar pueden ser indicadores de embarazo y aborto– hizo que miles de mujeres se quitasen la app del smartphone de forma automática.

El negocio de las aplicaciones va más allá de lo que la empresa pueda ingresar por las cuotas. Los datos de los usuarios son un bien con el que especular, lo que puede tener un reverso negativo

Sin pegar ojo

Muchos de los smartphones, teléfonos inteligentes o pulseras de actividad también registran el sueño y desglosan datos como el tiempo que se ha dormido o las horas en las que se ha hecho profundamente. Las estadísticas y comparativas que se generan pueden servirle a la persona como indicativo de cuál es la calidad de su descanso, pero ¿hasta qué punto son útiles? “Dependiendo de la complejidad de los sensores empleados pueden ser más o menos precisos en las mediciones. La mayoría de ellos únicamente tienen acelerómetros capaces de medir el movimiento y a partir de éste estiman si la persona está despierta o dormida, aunque hay personas insomnes que puede permanecer quietas estando despiertas y otras que tienen movimientos durante el sueño”, comenta Ana Fernández Arcos, coordinadora del Grupo de Estudio de Trastorno de la Vigilia y el Sueño de la Sociedad Española de Neurología.

Los sistemas que incluyen la medición de la frecuencia cardíaca, por ejemplo, pueden ser más precisos, pero el estudio de referencia para medir el sueño es el vídeo-polisomnograma. “Se trata de una prueba que incluye electroencefalografía y permite clasificar las fases de sueño, parámetros respiratorios, electrocardiografía y electromiografía”, sostiene Fernández Arcos. Algunos dispositivos personales pueden estar validados respecto a polisomnografía y ser bastante fiables, por lo que pueden ayudar a tratar de mejorar los horarios de sueño y detectar cambios del patrón habitual, sobre todo en personas con problemas de sueño. Pero como con todas las aplicaciones comentadas con anterioridad, este acceso tan rápido y detallado a ciertos datos puede ser contraproducente para algunas personas. “Puede darse un efecto perjudicial debido a que pueden tener una preocupación desmesurada por su sueño que puede llegar a generar malestar y empeoramiento de la calidad del sueño. Este fenómeno se llama ortosomnia”, comenta la especialista. “Cuando existen alteraciones de sueño es importante mejorar los hábitos de sueño y consultar con el especialista”, resuelve.

Puede darse un efecto perjudicial debido a que pueden tener una preocupación desmesurada por su sueño que puede llegar a generar malestar y empeoramiento de la calidad del sueño. Este fenómeno se llama ortosomnia

Ana Fernández Arcos coordinadora del Grupo de Estudio de Trastorno de la Vigilia y el Sueño de la Sociedad Española de Neurología

En los casos en los que la persona que está utilizando la aplicación llegue a experimentar ortosomnia o cualquier otro problema relacionado, Ainhoa Plata tiene clara la solución: “No utilizarla. Las herramientas por definición es un recurso que podemos decidir cuándo utilizar y que nos sea de utilidad. Si cuando yo uso esta herramienta no obtengo un beneficio sino todo lo contrario, deja de ser una herramienta y por lo tanto no tiene sentido que la siga utilizando”. Y compara cualquier tipo de aplicación online con otro tipo de instrumento mucho más convencional: la báscula. “Puedes tenerla en casa y no usarla en meses o años, pero para otras personas puede ser una verdadera obsesión. De hecho a las personas con TCA se les recomienda no tener acceso a ella. Todas son herramientas que sirven para medir y aportar información, su utilidad en principio es positiva pero el impacto dependerá del estado psicológico de la persona”, sostiene.

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