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Sobre este blog

Iker Armentia es periodista. Desde 1998 contando historias en la Cadena Ser. Especializado en mirar bajo las alfombras, destapó el escándalo de las 'preferentes vascas' y ha investigado sobre el fracking. Ha colaborado con El País y realizado reportajes en Bolivia, Argentina y el Sahara, entre otros lugares del mundo. En la actualidad trabaja en los servicios informativos de la Cadena Ser en Euskadi. Es adicto a Twitter. En este blog publica una columna de opinión los sábados.

Asaltar los cielos para pelearse en el barro

Segundo congreso de Podemos en el palacio de Vistalegre, en Madrid

Iker Armentia

Hace unos días se murió una persona cercana y mi hija pequeña decía que no podía estar en el cielo porque la habían metido en una caja. Algo parecido se ha propuesto Podemos: anunció que asaltaría los cielos pero se ha quedado en tierra firme y peleándose en el barro. Hay quien augura ya la defunción de Podemos y suena muy exagerado pero como sigan fumando y desayunando dos kilos de panceta al día les van a terminar por reventar las arterias.

Este no es un artículo para dirimir quién tiene la razón: Pablo Iglesias o Íñigo Errejón. Probablemente los dos la tengan y los dos sean responsables del suicidio político para el que han cogido cita. Errejón, por su deslealtad y su traición. Iglesias, por sus razias internas y su verticalismo (en esta materia Errejón también obtiene buenas notas). El caso es que, uno por otro, los dos se han encargado de parecer que trabajen para el enemigo.

El propósito de Podemos siempre fue el de sumar más allá de las fronteras clásicas del electorado de izquierdas pero, una vez que sumaron, sus peleas internas, entre otros muchos factores, empezaron a restarles apoyos. Las trifulcas en casa nunca ayudaron y se extendieron prácticamente por toda España para culminar en este errejonazo que más parece una escisión que otra cosa.

Podemos nació contra las mezquindades de los partidos políticos tradicionales pero en 5 años les ha dado tiempo de ponerse al día en expedientes internos, conspiraciones, depuraciones y acusaciones de ser un poco de la casta (el último ejemplo ese “de algo tendrá que vivir Errejón hasta mayo” que le ha lanzado Echenique). Cambiaron la política en España pero también cambiaron ellos. Pasaron de rupturistas a reformistas. De populistas -en el sentido más gramsciano del término- a posturas más típicas de un partido socialdemócrata al uso. De hipercriticar la Transición a apreciar la Constitución. Un giro pragmático que fue alabado por muchos pero también criticado por algunos de los suyos.

Pero en Podemos no solo cambiaron en el grado de sus reivindicaciones políticas, lo hicieron también para adquirir algunos de esos males sobre los que acusaban con razón a los demás. Aunque lo que quizás no aprendieron bien de los políticos de toda la vida es que, después de los navajazos, se sale de la reyerta impoluto y sonriendo. O al menos se intenta. Dientes, dientes, que eso es lo que les jode, decían en la farándula. Y en Podemos salían con cara de haber quedado para romperse a trompazos en la siguiente esquina.

Dicen los dirigentes de Podemos que hoy son más influyentes que nunca. Y es verdad. Son el sostén principal del Gobierno de Pedro Sánchez. Si no fuera por Podemos no se habría aumentado el salario mínimo, por ejemplo. Si no fuera por Podemos, la casta no se habría visto avergonzada en público por sus tropelías de las últimas décadas. Y el PP de la Gürtel seguiría gobernando en España.

Pero todo eso no ha sido suficiente para que se hayan ido dejando en el camino -entre refriega y refriega- la ilusión que le insuflaron a mucha gente. Podemos parece viejo, dicen algunos de sus oponentes. Y eso también es verdad. Cada batalla interna en la que se desgastan, ‘sí se puede’ un poco menos. Ahora es posible, como aventuran algunos analistas, que todo esto desemboque en una refundación pero para eso habrá que esperar a las próximas citas electorales. Esperar a saber si hay escabechina y, si es así, esperar a saber quién se escabechina más.

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Iker Armentia es periodista. Desde 1998 contando historias en la Cadena Ser. Especializado en mirar bajo las alfombras, destapó el escándalo de las 'preferentes vascas' y ha investigado sobre el fracking. Ha colaborado con El País y realizado reportajes en Bolivia, Argentina y el Sahara, entre otros lugares del mundo. En la actualidad trabaja en los servicios informativos de la Cadena Ser en Euskadi. Es adicto a Twitter. En este blog publica una columna de opinión los sábados.

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