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Viento del Norte es el contenedor de opinión de elDiario.es/Euskadi. En este espacio caben las opiniones y noticias de todos los ángulos y prismas de una sociedad compleja e interesante. Opinión, bien diferenciada de la información, para conocer las claves de un presente que está en continuo cambio.

25 años de la unión PSE-EE: mereció la pena

Celebración de los 25 años de convergencia del PSE-EE

Josu Montalbán

Hemos celebrado recientemente una conmemoración singular, la de los 25 años de la unión de PSE y EE para formar el PSE-EE(PSOE). Probablemente, y a fuerza de ser sincero, me atrevo a afirmar que la “convergencia” (así se denominó) de ambos llegó con, al menos, diez años de retraso. Durante esos diez años ambos partidos rivalizaron, irracionalmente, para mostrar quién de ambos era más “izquierdoso” y quién de ellos era más vasco. Fue un tiempo sombrío, oscuro y estéril, en el que eran frecuentes los desencuentros entre ambas formaciones porque las disputas priorizaban la identidad nacional sobre la ideología social. Ese fue un gran error que retrasó la convergencia y dejó a muchos fieles de izquierdas abandonados por el camino.

EE fue la estación de llegada de quienes iban abandonando el sentido puramente revolucionario del “patriotismo vasco” (abertzalismo). Su relación con ETA-pm cuestionaba su sentido democrático. Durante la década de los ochenta EE sufrió profundas transformaciones que culminaron en la solicitud de ingreso en la Internacional Socialista, en que ya estaba el PSOE, iniciándose un proceso de acercamiento al PSE que culminó en la fusión “con objeto de convertirse la nueva formación en una alternativa al PNV en el Gobierno de Euskadi”. Hay que subrayar el importante papel jugado por Bandrés, pero sobre todo por Mario Onaindía, que fue el gran muñidor de aquella convergencia (PSE-EE), junto con los socialistas vascos Benegas y Jáuregui, como máximos impulsores.

Antes de producirse la convergencia ya se habían producido escarceos. Cuando EE tuvo la oportunidad de conferir el honor de la Lehendakaritza al PSE, no dudó en negársela, dejando al PSE, que era el partido con representación más abundante en el Parlamento Vasco, en un segundo término. Quizás fuera este fracaso de las izquierdas vasca el acicate que impulsó de forma irreversible la constitución de una izquierda socialista y democrática que puso toda la carne en el asador en la lucha antiterrorista, que se enfrentó sin disculpas a la mal llamada “izquierda abertzale” que se había erigido en “templo acogedor del terrorismo etarra” (HB). PSE-EE ha sido, y aún sigue siendo, la formación más legitimada para marcar el camino que la “izquierda abertzale violenta” no es capaz de marcar, sumida como está en un Síndrome de Estocolmo propio de empedernidos cobardes.

Sin embargo, no fue oro todo lo que relucía entonces, porque EE se dividió en dos partes en las fechas previas, y solo una de ellas se enroló en la nueva formación (PSE-EE-PSOE) con auténtica vocación de enriquecer y fortalecer a la matriz, que era el PSE-PSOE. Accedieron a la “nueva” formación todos los miembros de EE que ostentaban cargos públicos representativos en las Instituciones vascas, pero también quedaron fuera del proyecto muchos 'euskadikos' que no se mostraban dispuestos a soportar la presión de ETA(m), ni esa otra presión más venial que también ejercía el nacionalismo confiriendo certificados de legitimidad vasca a quienes se negaban a mostrar su apoyo, incluso su pertenencia, al Estado español.

Esto ocurrió hace 25 años. Pasado el tiempo resulta evidente que la convergencia fue un acierto, un acto de cordura y de ética política. Fue un acto casi heroico en el que se fraguaba el espacio más comprometido con la paz y la convivencia que jamás haya tenido lugar aquí. Fue obra de todos los que estuvimos, pero es de justicia y rigor subrayar la presencia fundamental en aquel proceso de Mario Onaindía, que venía avalada entre otras cosas, por su comportamiento rebelde y valiente en el famoso Juicio de Burgos, en el que fue condenado a pena de muerte junto a otro aventajado de aquella convergencia, como fue Teo Uriarte. Y la convergencia fue, sobre todo, un acto necesario que no solo enriqueció a los “convergentes” PSE y EE, sino que creó la formación más racional y útil de cuantas han actuado en Euskadi desde la muerte del dictador Franco.

Acabo con otra afirmación arriesgada pero no por ello menos valiosa. También el nacionalismo predominante, el PNV, ganó con esta convergencia que debilitó y marcó un límite al abertzalismo proetarra de entonces, cuyo triunfo, de haberse producido, habría generado más miseria ética y moral incluso que la derivada del casi millar de muertos producidos por el terrorismo etarra.

Debemos, pues, felicitarnos por haber propiciado la unión del PSE y EE. Al margen de cualquiera otra consideración, la convergencia mereció la pena.

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