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Viento del Norte es el contenedor de opinión de elDiario.es/Euskadi. En este espacio caben las opiniones y noticias de todos los ángulos y prismas de una sociedad compleja e interesante. Opinión, bien diferenciada de la información, para conocer las claves de un presente que está en continuo cambio.

¿Se aprende con los deberes?

Pablo García de Vicuña

Ha estallado de nuevo la polémica sobre los deberes escolares. Defensores y críticos afilan sus argumentos desde hace unas semanas sobre un tema que parece no tener fin. El detonante, en esta ocasión, ha sido la iniciativa de la CEAPA de hacer una huelga de tareas de fin de semana durante el mes de noviembre, si profesorado y administraciones no atendían su reclamación. La apuesta ha resultado fuerte porque, sin mediar negociación con el resto de la comunidad educativa, esta organización de madres y padres ha optado por la vía de la confrontación. La estrategia familiar llega en un momento de cierta pulsión informativa sobre temas educativos (reválidas, pacto educativo, derogación calendario LOMCE,…) garantizando innumerables titulares, que, sin embargo, resultan demasiado pronto sustituidos por otras necesidades informativas. ¿Ha fallado la iniciativa? Quizás la mediática, incluso posiblemente la negociadora (boicoteada por la propia CEAPA con su nivel de exigencia), pero no la educativa.

Es obligado reconocer que los deberes son un tema recurrente que, desde una perspectiva educativa, más relajada (si es posible hablar así en estos tiempos borrascosos) tiene que servir para despertar conciencias, revisar procedimientos o conocer iniciativas. Ningún miembro de la comunidad educativa debe permanecer al margen de esta cuestión, porque está en la esencia misma de la forma actual de entender la educación en España.

No estamos ante un asunto nuevo que haya surgido como consecuencia de la implantación de la nueva ley educativa (¡por fin, algo sin responsabilidad directa de la LOMCE!, pensará Méndez del Vigo). Estuvo en los años ochenta (recuérdese al ministro Maravall y su prohibición de los deberes en la EGB), ha estado recientemente en países limítrofes (la huelga francesa de 2012 con el mismo motivo) y sigue siendo un mantra al que vuelven cíclicamente las distintas corrientes de renovación pedagógica, heridas por el escaso eco que su oposición continuada a los deberes consigue en las administraciones educativas. Su permanencia en el tiempo demuestra que sigue siendo un asunto espinoso, de difícil solución si no se modifican elementos muy importantes del sistema educativo español actual, por ejemplo la forma de entender el profesorado el tiempo de ocio escolar, la actitud familiar en el aprendizaje del alumnado, o el tipo de contenidos curriculares impuestos por las decisiones administrativas, por señalar los más candentes. Vayamos con ellos.

Hay un cierto consenso entre el profesorado en que los deberes suplen la escasez de tiempo de aprendizaje que la escuela le “roba” con cuestiones “poco formativas”: problemas de disciplina, atención a una diversidad mal distribuida, resolución de problemas extraescolares con familias desestructuradas,…) La imposibilidad de completar el currículo obligatorio por la atención a esta variopinta casuística convierte el tiempo de las tareas en la solución más generalizada. El error radica, en mi opinión, en considerar que ese “tiempo robado” es tiempo perdido. El alumnado también en esos momentos – incluso más que en otros, sin duda- sigue formándose. Aprende cuando observa la ayuda individualizada que se está otorgando al compañero que tiene problemas familiares; aprende con las observaciones que se le hacen al niño caprichoso y egoísta y a la acosadora que usa el móvil como venganza; aprende con la compañía y amistad que se ofrece al emigrante recién aterrizado al centro escolar.

También existen docentes convencidos de que los deberes suponen una oportunidad magnífica para reafirmar los contenidos trabajados en el aula y que requieren del trabajo individualizado o grupal extraescolar para cimentarse. Craso error, porque en la mayoría de los casos si el tiempo escolar no ha servido para ello, el extra aportará muy poco. Pero, aún en el caso de que así fuese, este tiempo debe estar acompasado al fin que pretende y no convertirse en un añadido de varias horas a la larga jornada escolar actual. Como asevera, acertadamente Acción Educativa, en la editorial de una de sus revistas de este año, “(…) teniendo en cuenta que existen tipos de capacidades, los deberes escolares invitarían al desarrollo de unas capacidades determinadas que muchas veces se fomentan más en los colegios como la lengua, las matemáticas y el inglés en detrimento de otras como la música y la educación artística provocando así desigualdades entre los alumnos que destaque por otro tipo de inteligencias”.

La actitud de las familias en la ayuda al aprendizaje de sus hija/os es otro vértice a revisar. ¿Todas aportan por igual? ¿Ayudan o vigilan los deberes? ¿Están preparadas para ese acompañamiento? Como bien recuerda Jaume Carbonell [1] todo el mundo disfruta hoy en España del derecho a la escolarización, pero no necesariamente del derecho a la plena educación “porque el aprendizaje y la formación se adquiere cada día más fuera de la escuela, en los ámbitos familiar y comunitario, en Internet y las redes sociales” ¿No aparece aquí un nuevo elemento de discriminación, cuando las oportunidades educativas son muy desiguales?

El psicólogo Jaume Funes [2] va un punto más allá y añade otro elemento que puede estar en el rechazo familiar a los deberes, la intrusión de las extraescolares en situaciones familiares de poca comunicación: ¿Saltarían las mismas chispas con la maldita ficha que nuestro hijo ha de hacer entre el baño y la cena si padres y madres tuvieran más tiempo para estar con los hijos, llegaran a casa menos histéricos y menos cansadas? Los deberes, de entrada, sean como sean, son un problema porque colonizan el poco tiempo que podemos dedicar a la infancia”. Abundando en esa idea, el autor aragonés insiste en la importancia de la racionalización de los horarios laborales en los/as adultos/as, que permita encuentros familiares que fomenten la convivencia y no la dificulten, como ahora. Cito a Funes: “hemos olvidado que la infancia y la adolescencia tienen tiempos diferentes, que en todos ellos (los hijos) aprenden, todos ellos son necesarios.(…) Como nuestros horarios y los suyos no cuadran, como sus necesidades y las nuestras no coinciden, exigimos tiempos de custodia y llenamos sus vidas de actividades que el mercado señala como imprescindibles para tener éxito en la vida. Y los deberes no caben…”

Por último, las administraciones educativas que asisten, de momento, a esta polémica sin tomar partido, pero que son acusadas por familias y profesorado de no estar a la altura de las circunstancias. La CEAPA ha dado una vuelta más de tuerca, exigiendo que este debate se incluya en las negociaciones del Pacto Educativo, tema de moda y trasladando así la pelota al tejado ministerial. El profesorado, a su vez, mira con desánimo a una administración en busca de un apoyo, aunque con la certeza de que una vez más será ignorado. Y, mientras tanto, todos clamando porque se introduzca sensatez en los currículos educativos hasta el punto de renovarlos, reducirlos y allanar el camino del aprendizaje. Vuelvo a Carbonell: también adquiere relevancia lo qué se enseña, los contenidos que se seleccionan del currículum –porque los hay básicos e imprescindibles y también abundan los prescindibles y manifiestamente inútiles- que, obviamente, nunca pueden separar de las habilidades, competencias y valores”. Un análisis certero de los currículos, reduciendo, seleccionando, separando lo accesorio de lo principal, contribuiría a valorizar el tiempo escolar, minorando el de las tarea extra.

En fin, más allá de la oportunidad/inoportunidad de la propuesta de la CEAPA, lo cierto es que los deberes continúa siendo una polémica abierta que deberá seguir suministrando argumentación abundante para poder llegar a acuerdos futuros sólidos, que garanticen cierto paso del tiempo. A la espera de ellos, dejo un pensamiento de Funes, a modo de cierre:

“sólo se aprende después de haber sentido el deseo de saber… aprender tiene que ver también con soñar o con descubrir la felicidad y los deberes no pueden ser otra cosa que propuestas para que la vida sea aprendizaje y el aprendizaje tenga que ver con la vida”.

[1] Los deberes como pretexto para inventar la escuela. El Diario de la Educación, 7-11-16

[2] “¿Hay que hacer deberes? Madres y padres que ayudan a aprender”. Eumo, 2015.

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