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Viento del Norte es el contenedor de opinión de elDiario.es/Euskadi. En este espacio caben las opiniones y noticias de todos los ángulos y prismas de una sociedad compleja e interesante. Opinión, bien diferenciada de la información, para conocer las claves de un presente que está en continuo cambio.

Ciudadanos y nacionales vascos

Mendia, por un acuerdo entre "el todo" de PNV y EH Bildu y "la nada" del PP

Javier Arteta

La postdemocracia nacionalista ya nos ha dejado claro que el debate político en el País Vasco se divide entre quienes hacen propuestas serias y quienes las “vetan”. Unos tienen la razón que les da el ser la “mayoría natural” de por aquí; los otros, los minoritarios, los “unionistas”, están obligados, si son responsables, a decir amén a lo que sostienen los primeros, al menos en las cuestiones esenciales. Se puede hablar, en un segundo momento, sobre cómo tiene que aplicarse la vaselina para que la pócima entre mejor, pero no sobre cuestiones de principio que ya están decididas por los realmente competentes.

De ahí que, si queremos tener la fiesta en paz y llegar a un acuerdo “transversal” para aprobar un nuevo Estatuto de Autonomía, son siempre los mismos los que se tienen que mover: el PSE-EE, el PP y, ahora, Elkarrekin Podemos, que, una vez caído del guindo, empieza a enterarse de qué va esto del llamado derecho a decidir.

En mi inocencia, yo pensaba que eso de vetar normalmente lo hace un Gobierno frente a determinadas decisiones de un Parlamento consideradas más o menos cuestionables. Nunca había oído que defender tus propias posiciones políticas en una Cámara parlamentaria equivalga a ejercer un derecho de veto. Pero cosas más extrañas se han visto en este país de fábula. Ya dijo en su día Arnaldo Otegi que la entrega de armas y la disolución de ETA no eran otra cosa que “un acto de soberanía popular y desobediencia”. ¡Cómo extrañarse, entonces, de que los mayores enemigos de nuestro sistema de autogobierno, los que respaldaban políticamente a quienes pretendían volarlo a bombazos, se hayan convertido de la noche a la mañana en sus portaestandartes! ¡Y de la mano, además, de un partido tan de derechas y de orden como el PNV!

Al fin y al cabo, PNV y EH Bildu no dejan de ser fuerzas políticas nacionales, de pura “obediencia vasca”. Y cuando está en juego el ser o no ser de Euskadi, lo más lógico, al menos para ellos, es que sean los nacionales, y no los simples ciudadanos, los que tengan la palabra. Volvemos, pues, a la Euskadi del “ser para decidir” de hace diez años, aunque no sepamos aún a ciencia cierta si nuevamente en clave de drama o, ahora, de simple y vulgar comedia. Antes, el acuerdo entre nacionalistas acabó con la presencia socialista en el Gobierno Vasco. Ahora parece que no: que los socialistas podrán seguir vetando y gobernando al mismo tiempo, porque los que le piden reiteradamente que dejen de vetar no tienen la más mínima intención de gobernar en comandita.

La unidad nacional abertzale está para otras cosas, y no para tonterías coyunturales. Está para seguir haciendo sostenible, y a ser posible eterna, esa realidad “biocultural”, y en modo alguno biodegradable, que conforma el pueblo vasco, tal como ya descubrió en su día el exlehendakari Garaikoetxea. Ni PNV ni EH Bildu pierden nada en este intento, que, por el contrario, ayuda a mantener las bases doctrinales en las que se asienta la supremacía política del nacionalismo: con el PNV en su lugar natural, que es el Gobierno, y EH Bildu de alternativa en la oposición, que tampoco está tan mal, sobre todo si, de vez en cuando, tiene oportunidad de rebañar algún escaño de más.

Ambos saben, por otra parte, que el acuerdo de bases para el nuevo Estatuto a que han llegado no va a tener el más mínimo recorrido. Pero saben también que siempre les ha resultado electoralmente rentable tener movilizada a su afición, cuando los reclamos en busca de la identidad secuestrada por España están más a flor de piel. Y es, entonces, lo nacional lo que imprime carácter.

Y son los nacionales vascos los verdaderos depositarios del derecho (nacionalista) a decidir. No quienes ya decidieron, aquí en Euskadi y por muy amplia mayoría, respaldar en las urnas la Constitución española y, posteriormente, el Estatuto de Autonomía. Ese fue un derecho a decidir a medias, cuando no abiertamente equivocado. Prueba de ello es que el Movimiento de Liberación Nacional Vasco (ETA) se vio obligado a vetarlo, a mano armada, durante los cuarenta años postfranquistas. A ver si al final, después de recordar hasta el aburrimiento que Euskadi es la patria de los vascos, íbamos a ser todos iguales, reducidos a la simple condición de ciudadanos, sujetos a los mismos derechos y obligaciones y sin nada que nos diferencie. ¿Y para esto hicimos la guerra?, clamará algún nostálgico.

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