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Viento del Norte es el contenedor de opinión de elDiario.es/Euskadi. En este espacio caben las opiniones y noticias de todos los ángulos y prismas de una sociedad compleja e interesante. Opinión, bien diferenciada de la información, para conocer las claves de un presente que está en continuo cambio.

El mudo clamor para resolver el conflicto del Alarde ¿hay alguien ahí?

Laura Gómez

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Cuentan las periodistas Maite Asensio y Arantxa Iraola en el libro 'Alardeak. Ukatutako Plazara' que en septiembre de 2017 varios medios locales recibieron, escrita en euskera, una carta anónima que decía “soy un chico joven que sale en el llamado Alarde tradicional de Hondarribia y como muchos otros que salen como yo, no tendría ningún problema en que una mujer desfilara a mi lado”. En una entrevista posterior les confirmaba “salimos unos diez y excepto uno, todos los demás pensamos que las mujeres saldrán algún día. Y, ahí está la llave: hay que darse cuenta de que no hay tanta gente en contra de la participación de las mujeres”. En 2014, una encuesta realizada por el Gobierno vasco venía a decir que menos de la mitad, el 43 %, prefería una Alarde tradicional, pero que por encima de cuál fuera el modelo de Alarde, el 72 % demandaba soluciones al conflicto actual. De toda la población destacan por su ímpetu en la demanda, las madres y padres hondarribitarras que se quedan sin argumentos para explicar a sus hijas por qué hoy todavía no pueden elegir cómo participar en el Alarde tradicional junto a sus padres, hermanos o amigos. Este 6 de septiembre, el grupo de música Glaukoma en el concierto ofrecido en Hondarribia decía alto y claro que está en manos del gobierno local del PNV contribuir a superar la situación. Asimismo, la compañía mixta Jaizkibel recordaba que empezaron siendo 20 personas y en 2018 han participado hasta 700.

A lo que voy es que el ruido de todos los 8 de septiembre, oculta el silencioso clamor que ha ido creciendo de manera sostenida en las últimas décadas a favor de la participación igualitaria de las mujeres, de la resolución del conflicto y de la exigencia de implicación del Ayuntamiento de Hondarribia y Diputación de Gipuzkoa en el mismo.

En la pasada legislatura, el gobierno foral de EH Bildu abrió un camino inédito hasta entonces acompañado de Emakunde y el Ararteko. Creó una mesa interinstitucional. Estudió los intentos de resolución fracasados, sus razones y el estado actual del conflicto. Y elaboró un plan que guiara el proceso de resolución contando con una experta internacional en la resolución de procesos de paz. Bajo el liderazgo de ésta, se mantuvieron encuentros con partidos políticos, el alcalde del Hondarribia, la compañía Jaizkibel, la junta de la Fundación del Alarde tradicional, con las organizaciones de mujeres defensoras del mismo e incluso con el párroco del municipio. Su trabajo, incluso, fue reconocido por la Fundación en su editorial de la revista Titibiliti en agosto de 2015. El Departamento de Seguridad de Gobierno Vasco, instado por Emakunde e intuyo que en clave de competición partidista, intervino con resoluciones igualmente inéditas: por primera vez reconocía a Jaizkibel como compañía de un Alarde igualitario y no como una manifestación, exigía que el papel de la ertzaintza tuviera como objetivo asegurar que pudiera desfilar sin riesgos, así como grabar e identificar a todas aquellas personas que se ocultaran tras los plásticos negros y cometieran alguna infracción objeto de sanción. Desde la llegada del PNV y PSE al gobierno foral este trabajo ha quedado paralizado y a la vista está, tras lo sufrido por Jaizkibel el 8 de septiembre, el relajo en las directrices dadas a la policía autonómica.

Sus dirigentes no han tardado en salir en tromba señalando que lo ocurrido “es un paso atrás en la convivencia”. Suena a sobreactuación. Dicen estar haciendo un trabajo que exige discreción para facilitar esa convivencia. Es tan discreto que nadie lo conoce, tampoco el primer teniente diputado general socialista, Denis Itxaso. De hecho, su nota de prensa apelando a no desplegar plásticos negros al paso de Jaizkibel, la víspera del Alarde, ha sido entendida por sus socios como un flaco favor para rebajar la tensión y facilitar la convivencia. Sus intenciones, siendo generosa, es probable que sean buenas, pero no dejan de parecer las de un llanero solitario. La directora foral de igualdad ni está, ni se le espera, a diferencia de lo que hicieron las dos directoras que le precedieron.

El PNV y el PSE siguen apelando a la convivencia entre quienes piensan diferente. Se resisten a reconocer la existencia de un conflicto, primero, que tiene, después, consecuencias sobre la convivencia, así como en su responsabilidad institucional histórica desde que decidiera privatizar el Alarde público. Se aprende errando y se avanza reconociéndolo ¿es tan difícil reconocer, 25 años después, que existe un conflicto y que se equivocaron? El conflicto no es baladí. Afecta a la comprensión misma de la igualdad de género y, al ejercicio efectivo de derechos fundamentales, de cuya garantía no pueden sustraerse las instituciones apelando a la autonomía local, ni al desacuerdo de una supuesta mayoría.

Sabemos, hoy, que quienes organizan el ruido y elevan la tensión de todos los 8 de septiembre son muchos menos de los que aparentan ser, pero cuentan con una capacidad inaudita en democracia para presionar y condicionar la acción del PNV y del PSE. Que las elecciones forales y municipales estén a la vuelta de la esquina no va a ayudar a que ambos partidos tengan oído para el clamor que discurre por la corriente de fondo.

El proceso de resolución diseñado por el gobierno foral de EH Bildu, Emakunde y el Ararteko no fijaba objetivos predefinidos. Marcaba una hoja de ruta bajo el liderazgo institucional que pasaba por el reconocimiento mutuo de todas las partes en conflicto, instituciones incluidas, y la legitimidad de todas ellas para defender sus argumentos. También por abrir espacios de diálogo que permitieran sacar de las catacumbas del silencio los diversos relatos en discusión sin tensión y sin miedo. Un diálogo de todo un pueblo que lleva sin escucharse demasiado tiempo y encarcelado en las lógicas de ganar o perder.

Nadie va a solucionarlo sólo. Y nada va a solucionarse sólo por mucho que opere contra el sentido de una época. El Alarde de Hondarribia es un buen ejemplo. Los cambios sociales que no operan en la conciencia son experimentos costosos y dañinos. Jaizkibel lo sabe muy bien. Nunca se les podrá agradecer lo suficiente su lucha sin descanso por el reconocimiento igual de todas las mujeres y por la enorme generosidad que han desplegado, siempre, para la escucha y el diálogo.

*Laura Gómez ha sido directora de Igualdad de la Diputación de Gipuzkoa

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