Viento del Norte es el contenedor de opinión de elDiario.es/Euskadi. En este espacio caben las opiniones y noticias de todos los ángulos y prismas de una sociedad compleja e interesante. Opinión, bien diferenciada de la información, para conocer las claves de un presente que está en continuo cambio.
House Action, de la intervención al combate
En vivienda, los diagnósticos ya los conocemos de memoria. Sabemos que los alquileres suben más rápido que los salarios, que la emancipación juvenil se retrasa, que en muchos barrios hay más persianas bajadas que luces encendidas. Lo realmente decisivo hoy no es describir el problema una vez más, sino asumir algo más incómodo: si no actuamos, pondremos en riesgo nuestra competitividad y, sobre todo, a toda una generación que verá truncado su proyecto de vida.
House Action es el nombre del congreso que hemos celebrado este miércoles en Donostia, pero para nosotros es sobre todo una filosofía que nos inspira. Es la idea de que la política de vivienda solo tiene sentido si se traduce en llaves que giran, contratos que se renuevan, barrios que reviven y jóvenes que pueden decir “ya estoy en casa” sin que sea una quimera.
Durante años, el debate se ha planteado como una trinchera ideológica: intervención frente a mercado, control frente a libertad, regulación frente a desregulación. En Euskadi hemos optado por otra cosa: una posición pragmática y decididamente activa. La vivienda es al mismo tiempo un derecho, un factor de cohesión social y una condición para que la economía funcione. No nos basta con tener razón en teoría; queremos tener impacto en la práctica.
De ahí nace nuestra idea de la “caja de herramientas”. El acceso a la vivienda no se arregla con una única medida milagrosa, ni con un gran titular. Se resuelve sumando instrumentos distintos que, juntos, cambian el resultado. Levantar nuevas plantas sobre edificios públicos para crear alojamientos de alquiler sin ocupar más suelo. Facilitar que bajos comerciales vacíos se conviertan en viviendas dignas, activando barrios que tenían demasiadas persianas bajadas. Comprar viviendas cuando es necesario para evitar que familias pierdan su alquiler protegido, como hemos hecho en Arrasate o Errenteria. Recuperar patrimonio vacío -un viejo convento en Azpeitia, la antigua Casa de los Sindicatos en Arrasate- y convertirlo en hogar para gente joven. No son conceptos: son obras, contratos, mudanzas.
Otro cambio de fondo tiene que ver con el cómo construimos. Si queremos vivienda asequible en tiempo razonable, necesitamos industrializar parte del proceso. En proyectos como los de Sopela estamos demostrando que se puede construir con más precisión, más rapidez y mejor calidad, reduciendo residuos y tiempos de obra. Es pasar de la vivienda como pieza única y lenta a un modelo que permite escalar sin perder dignidad ni diseño.
Pero la vivienda no se agota en las paredes. Se juega también en la plaza, en la calle, en el portal. Por eso, cuando hablamos de regeneración urbana en lugares como Sestao, hablamos de ascensores urbanos que conectan barrios, de espacios públicos que vuelven a ser transitables y seguros, de zonas verdes que se recuperan. Una política de vivienda que no mejora la vida cotidiana a pie de calle se queda a medias.
En el centro de todo esto hay una prioridad muy clara: la juventud. Si los jóvenes no pueden emanciparse, el país se empequeñece demográfica, económica y también anímicamente. Programas como Gaztelagun, adaptados a la realidad de las zonas tensionadas y con un lenguaje más claro y cercano, pretenden precisamente eso: adelantar la edad de emancipación, dar seguridad en el pago del alquiler y acompañar en un mercado que a veces parece diseñado para expulsar a las nuevas generaciones.
Esta filosofía de House Action no se agota en nuestras fronteras. La emergencia habitacional recorre Europa, y por eso hemos defendido en Bruselas, junto a otros territorios, que la vivienda asequible sea reconocida como una infraestructura social básica, al nivel de un hospital o una escuela. Esa mirada permite movilizar financiación estable de largo plazo y obliga a fijar objetivos medibles de parque asequible, no solo declaraciones de buena voluntad.
Hay también un compromiso que considero esencial: la transparencia. Si decimos que House Action es pasar de la intervención al combate, tenemos que poder demostrarlo. Por eso nos hemos comprometido a publicar periódicamente indicadores claros: cuántos levantes iniciamos, cuántos locales se reconvierten en vivienda, cuántas viviendas compramos para mantener su función social, cuántos proyectos se ejecutan con construcción industrializada, cuántos jóvenes acceden a ayudas, cuántos barrios se regeneran. Las políticas se evalúan por sus resultados, no por sus adjetivos.
Nada de esto sería posible sin un ecosistema activo: ayuntamientos que se atreven a revisar su planeamiento, empresas que apuestan por la industrialización, entidades del tercer sector que impulsan proyectos innovadores, universidades que aportan conocimiento, ciudadanía que exige y se implica. Nuestro compromiso es ofrecer reglas claras, acompañamiento técnico y una financiación ordenada. La invitación es sencilla: si hay proyectos viables, los queremos en la mesa.
Al final, House Action es esto: la decisión de que la política de vivienda no se quede en un PowerPoint bien diseñado. Es encender luces donde antes había abandono, es evitar desahucios que parecían inevitables, es transformar edificios vacíos en oportunidades, es ayudar a que una joven llame a su ama desde su nuevo hogar y pueda decir, sin miedo a la próxima subida: “ya estoy en casa”.
Porque en vivienda, o actuamos o pondremos en riesgo nuestra competitividad, lastrando a toda una generación a un futuro incierto. Y en Euskadi hemos decidido hacer, hemos decidido que nuestra posición no puede ser otra que “de combate”.
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