Viento del Norte es el contenedor de opinión de elDiario.es/Euskadi. En este espacio caben las opiniones y noticias de todos los ángulos y prismas de una sociedad compleja e interesante. Opinión, bien diferenciada de la información, para conocer las claves de un presente que está en continuo cambio.
Rivera se marca un val(l)s
Con toda esta movida del máster empeñado en no aparecer, me han entrado sospechas sobre la verdadera identidad de la ya dimitida presidenta de Madrid. Me he llegado a plantear si Cristina Cifuentes era realmente Cristina Cifuentes o una mera falsificación de Cristina Cifuentes. O tal vez una especie de doble como el que, según leyendas urbanas de la época, tenía Franco para que le cubriera su inevitable asistencia a los actos oficiales, mientras él se dedicaba a la más placentera pesca del salmón. Todo parece indicar que no: que la Cristina Cifuentes que veíamos por la tele desafiando a quien hubiera que desafiar coincidía con la Cristina Cifuentes real. Pero tampoco me hubiera sorprendido mucho lo contrario, dado el ambiente de irrealidad que envuelve a la política española.
En la España de Rajoy nada es ya lo que parece y la magia está a la orden del día. Se descubren milagrosamente recursos que no existían para subir todas las pensiones de acuerdo con el IPC. Y hasta se piensa desde el Gobierno de la derecha en aplicar impuestos a potentes empresas tecnológicas para poder pagarlas; esos tipos de impuestos que hasta ayer eran pecados populistas de Pedro Sánchez y hoy son ya remedios al alcance de la mano. Al paso que vamos, no sería tampoco de extrañar que esas cargas fiscales se le impusieran también a la banca y a las transacciones financieras, como viene reclamando el líder socialista.
Y la España mágica se reproduce, igualmente, en la Comunidad de Madrid. Allí ha quedado acreditado que el caso Cifuentes, no sólo olía muy mal, sino que apestaba; pese a lo cual, Ciudadanos ha decidido optar por la necesaria regeneración política a través de un procedimiento original: quedándose con el mal olor y manteniendo a la Comunidad enfangada en la mierda un año más. Y lo hace en la creencia, mágica también, de que, así, el año que viene se verá electoralmente recompensado por tener a los madrileños con serias dificultades para poder respirar.
¿Que Ciudadanos podía haber contribuido a limpiar el ambiente desde ya respaldando (por simple abstención) la alternativa de Ángel Gabilondo? Su portavoz en el parlamento regional, Ignacio Aguado, ha sido claro al respecto, al asegurar, plagiando al partido de Rajoy, que “al PP no se le gana en los despachos, sino en las urnas”; y que es a este partido al que “todavía” le corresponde gobernar, por haber “ganado” las últimas elecciones en la región.
Prueba de que las ganó son sus 48 escaños, frente a los 64 que “sólo” obtuvieron PSOE y Podemos; y a que ha gobernado, y va a seguir gobernando, con el apoyo de un partido que no ganó las elecciones y podía rectificar, dada la escasa credibilidad de un socio que no le ha cumplido. Pero no parece estar por la labor. Aunque, eso sí, el PP debe presentar un candidato “limpio”. Al parecer, el partido de Rivera, antes de confiar en la idoneidad ideológica de la limpieza de Ángel Gabilondo, ha preferido ponerse a explorar como Diógenes si hay una persona decente en el PP madrileño para darle el plácet.
Coincidiendo con todos estos movimientos políticos, Albert Rivera ha decidido cubrirse de gloria con una maniobra que ha sacado un ¡¡¡¡Ohhhh!!! de admiración entre sus abundantes palmeros mediáticos: el fichaje, como candidato a la alcaldía de Barcelona, de un político europeo conocido por su notoria incapacidad como primer ministro de un Gobierno socialista en el país vecino. Y cuya lealtad a los principios del partido que aspiró a dirigir se basó en contribuir a desguazarlo concienzudamente, tras perder las primarias frente a Benoit Hamon, y pasarse, sin rubor alguno, a las filas de Emmanuel Macron. Un historial de servicios que aconsejarían no comprarle un décimo de Lotería ante el temor de que estuviera tan falsificado como el máster de la expresidenta madrileña.
Poco importa que semejante “bombazo” no haya pasado de ser el parto de un ratoncito. Algo bastante evidente cuando el candidato, aún pendiente de confirmar, alude a su interés por encabezar, no una lista de Ciudadanos, sino un “bloque constitucionalista” frente al independentismo; es decir, un recuelo de ofertas preelectorales imposibles que están desde sus mismos inicios fuera de la circulación; y que se sabe de entrada que no tienen la más mínima posibilidad de cuajar. Y, sin embargo, la “gran operación” de Albert Rivera sigue consumiendo la atención de las grandes empresas de comunicación del país, que, como no se dedican a la política, saben lo que es de verdad importante para España.
¿Y qué es lo realmente importante? Lo importante, lo serio, lo técnico y, por tanto, lo “apolítico”, lo que dictaminan todas las encuestas, no es otra cosa que dilucidar qué derecha nos va a gobernar en los próximos años: la de la unidad de España o la de la España más unida todavía. La derecha del PP o la de Ciudadanos. Todo lo demás no pasa de ser un entretenimiento secundario, muy propio de esos ilusos que aún piensan que la política se juega en el campo de los argumentos y de los proyectos que unos y otros puedan defender.
Si alguien piensa que los debates electorales del futuro van a discurrir por esos derroteros, mejor que se vaya desengañando. El tingladillo se ha montado ya. Y está pensado para que el PSOE juegue el partido en segunda división y PP y Ciudadanos lo hagan cómodamente en primera. Están, igualmente, previstos todos los ninguneos y apagones informativos que sean necesarios para que el actual líder de la oposición, y de la izquierda, no pueda rascar bola; y también los espacios privilegiados para magnificar cualquier error que el PSOE pueda cometer en todo este tiempo. Nada nuevo. Se repite, por tercera vez, la historia del sorpasso, que Pedro Sánchez consiguió defraudar en dos ocasiones. Ahora resurge con nuevos bríos, empujada por la idea, esperanzadora para la derecha, de que a la tercera puede ir la vencida. Aunque, dada la experiencia que el líder del PSOE ha acumulado en frustrar los dos intentos anteriores en su contra, podría también afirmarse eso de que no hay dos sin tres.
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