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Viento del Norte es el contenedor de opinión de elDiario.es/Euskadi. En este espacio caben las opiniones y noticias de todos los ángulos y prismas de una sociedad compleja e interesante. Opinión, bien diferenciada de la información, para conocer las claves de un presente que está en continuo cambio.

Socialistas

Acto del PSE en la Casa de Juntas de Bizkaia

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Sorprende la facilidad con la que los partidos socialistas renuncian al socialismo. Cualquier pretexto les sirve: ganar unas elecciones, estabilizar la economía, moderar a los partidos de la derecha, a los de la izquierda, a los nacionalistas, etcétera, etcétera... Tal vez este comportamiento se deba a que los políticos socialistas han descubierto que para organizarnos tanto económica como socialmente parece que ya no hay más sistema que el capitalista puesto que a fin de cuentas esta doctrina se parece mucho a la vida; es decir, es caótica, irracional, desordenada, injusta, sanguinaria, caprichosa, delirante, incomprensible, cruel y triste, salvo cuando a uno, claro está, le toca la lotería, hereda o logra un amor recíproco.

La deriva del Partido Socialista de Euskadi para protagonizar tan solo papeles secundarios en la escena de la política vasca, parece una consecuencia más de la desorientación generalizada en que se haya inmerso el socialismo europeo donde ya no hay dirigentes con la suficiente capacidad intelectual para defender las causas comunes y porque los ciudadanos de este envejecido continente hace ya años que nos hemos desentendido de los demás inmersos como estamos en este solitario narcisismo tecnológico de instagram, facebook, twitter y vídeos pornográficos.

Los ricos son cada vez más ricos y los pobres son cada vez más pobres. Pero aún así las diferencias identitarias hace tiempo que se volvieron más importantes que las diferencias de clase. El apocalipsis cotidiano de mascarillas, temor, cansancio y macabro recuento de muertos en el que vivimos debido a la peste ha ahondado en el pánico que ya teníamos metido en el cuerpo desde la formidable crisis económica del dos mil ocho propiciada por la estafa de los banqueros y ya solo nos interesa pertenecer a una tribu donde refugiarnos. Esta es nuestra tribu y este es nuestro espacio. Tribu y espacio que nos proporcionan lo que más hondamente deseamos: encontrar algo, lo que sea, una doctrina, una religión, un dirigente, una vacuna, que nos reafirme en nuestra identidad de personas puestas a salvo Teniendo los ciudadanos europeos un horizonte vital cuando menos incierto, nuestros socialistas parecen haberse resignado a habitar el tiempo a la sombra de los nacionalismos en flor, dirimiendo tan solo entre dos posibilidades: la de construir con mucha paciencia, mucha imaginación, mucha suerte y mucho socialismo una alternativa al nacionalismo o la de mantener su dependencia respecto a este con la finalidad de moderarlo; aunque en determinados casos, muy puntuales eso sí, también con el propósito de no perder una nómina indestructible proveniente de la administración foral, municipal, autonómica o celestial. Tal vez debido a esto tan humano de procurarse antes una vida que una filosofía, algunos políticos de esta formación parecen más preocupados por mostrarse vascos que por mostrarse socialistas.

Nada extraño en una comunidad donde hay mucho, bastante, político profesional empeñado en no distanciarse demasiado de los principios nacionalistas: ya se sabe, los principios que te procuran un dinero, un trabajo, una posición, una identidad, a cambio, eso sí, de bendecir la mesa con el teleberri nuestro de cada día, de silbar con disimulo cada vez que a su socio de gobierno se le descubre un chanchullo patriótico y de pasarle la mano por el lomo un par de veces por semana a quién te ha colocado en un puesto tediosamente burocrático, pero, eso sí, soberbiamente retribuido.

Tras la segunda guerra mundial la implantación de la social democracia fue la última gran contribución de Europa a la humanidad ya que nunca antes tanta gente tuvo tantas oportunidades en la vida, pero hace ya tiempo que el socialismo europeo parece incapaz de avanzar un centímetro más allá de su mitológico pasado de buhardillas parisienses, por lo que el retorno a viejos conceptos como la cohesión social, la educación totalmente laica, la economía sostenible, la fiscalidad redistributiva, el término de la explotación laboral, el humanismo como remedio ante una sociedad desoladoramente robotizada, la defensa de los derechos individuales por encima de los derechos territoriales, incluso la defensa del estatuto de Gernika frente a las tentaciones totalitarias del nacionalismo irredento y sobre todo el combate contra la creciente estupidez que se está instalando en nuestras sociedades como el silencio se instala en un convento, o sea a hurtadillas, podría llenar de contenido las futuras propuestas del Partido Socialista de Euskadi.

Esto en el supuesto de tener algún propósito que no sean el de continuar cediendo terreno a la desmemoriada, farisea y arrogante izquierda abertzale y de mostrarse ad eternum como el mayordomo bien instruido, bien peinado, bien vestido y lacónicamente cínico de los nacionalistas que se autodenominan como demócrata cristianos. Siempre, claro está, que los propios socialistas vascos no hayan renunciado al socialismo del mismo modo que algunos sacerdotes, por ejemplo, han renunciado a dios o algunos monárquicos a la conveniencia de mantener a los Borbones en la Jefatura del Estado, dando así la razón, de nuevo, al lúcido y malogrado General Prim. 

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