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La búsqueda continúa en Zaldibar: un año después quedan 140.000 metros cúbicos de residuos en los que buscar a Joaquín

Un operario, en el vertedero de Zaldibar

Iker Rioja Andueza

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Llueve a mares sobre la montaña y las rachas de viento dificultan los movimientos en un terreno ya de por sí lleno de fango y charcos que parecen piscinas. Las botas se hacen imprescindibles para caminar. Las nubes bajas complican la visibilidad. El cielo es plúmbeo. Hace justamente un año, en este punto de la geografía vasca en el que es difícil saber dónde empieza Gipuzkoa y dónde termina Bizkaia, 800.000 metros cúbicos de residuos cayeron ladera abajo. Los trabajadores Alberto Sololuze y Joaquín Beltrán quedaron sepultados en el vertedero de Zaldibar. Los restos del primero aparecieron en agosto y un operativo especial -que solamente ha parado por Navidad y un día de septiembre que llovía más de lo habitual- continúa sobre el terreno con la esperanza de hallar a Beltrán, quien unos días antes alertó a la empresa gestora de las instalaciones, Verter Recycling, de que peligraba la estabilidad del vertedero. Ahora los empresarios están acusados de “homicidio imprudente” y ya han tenido que pagar una fianza. Desde el lugar de los hechos, los consejeros vascos de Seguridad y Medio Ambiente, Josu Erkoreka y Arantxa Tapia, han mostrado la “firme esperanza” de que de aquí a abril pueda haber resultados positivos en una zona concreta de la gigantesca lengua de basura que ya ha sido identificada.

En una carretera habilitada para facilitar el paso de maquinaria está visible en la parte izquierda de la subida un hito de color rosáceo. Indica el último punto en el que se vio a Beltrán antes del alud. Fue escasamente dos o tres minutos antes del derrumbe. Desde octubre hasta ahora se han peinado dos áreas denominadas B1A y B4S sin éxito. Ahora se inspeccionará la zona B1B, montaña arriba y no hacia abajo del punto de referencia. Se sospecha que Beltrán, detectado el alud, subió a alertar a su compañero Sololuze. Es la zona del antiguo lavadero de camiones. Antes de acceder a ese punto, hay hacer un desmonte de 140.000 metros cúbicos primero. Se accedería en marzo a esa zona y ya entonces se cribaría el lugar palmo a palmo.

Sei es una de las agentes de la Ertzaintza que hará esa labor. Sei es una perra de la unidad canina y este sábado no se separa de su guía y compañero. Además, trabajan en la montaña equipos de rescate, de la Brigada Móvil, de la Policía científica y de otras unidades. Tampoco paran las Caterpillar de la constructora contratada. Se han excavado en 12 meses 525.000 metros cúbicos de residuos y, de ellos, 372.038 han sido “rastrillados” para buscar los restos de los desaparecidos. La familia de Beltrán implora que no se dé por concluida la búsqueda si antes no ha aparecido el cadáver. Erkoreka, preguntado por los periodistas, ha asegurado que hay “disposición” y un “plan de trabajo”. Pero a nadie se le escapa que el refrán de la aguja en el pajar se puede ajustar a la inmensidad de Zaldibar. Y eso que ahora es una zona organizada en sectores y en la que se van limpiando y sellando zonas ya trabajadas. “Cuando llegamos el primer día parecía la Luna”, ironiza el guía de Sei detrás de un mono blanco que transparenta el mono rojo de su uniforme.

Ha contado Erkoreka que, en diciembre, se desenterró lo que fue el vestuario de Verter Recycling. Había numerosas prendas y objetos, pero ninguno era de Beltrán. “La intervención ha supuesto un reto desde el punto de vista técnico. La Administración no ha escatimado en recursos humanos, técnicos ni materiales”, han asegurado los consejeros Erkoreka y Tapia. Su rueda de prensa ha sido muy particular, ya que el viento ha tirado un foco, ha roto los atriles y tirado varias veces un plano de la zona. Las dos carpas instaladas han aguantado. En 2020, el Gobierno tardó una semana en enviar al lehendakari, Iñigo Urkullu, o algún consejero.

Sobre las causas del derrumbe, Tapia no ha querido dar detalles sobre el informe de las Universidades de Cantabria y Barcelona que ya ha sido recibido. Ha sugerido que podría hallarse una explicación en la forma en que se construyó el vaso del vertedero, en plena ladera. Pero no ha ofrecido más datos alegando que han puesto ese dictamen en manos de la investigación judicial. Son dos las causas abiertas, una por un presunto homicidio imprudente y la segunda por los daños medioambientales originados en la zona. El Gobierno tiene claro que la empresa gestora es responsable de afecciones al suelo y a las aguas. Respecto a la calidad del aire en la comarca -hace un año se emitieron a la atmósfera dioxinas y furanos tóxicos-, el Ejecutivo da ya por superada la crisis y considera “buenos” los resultados de las mediciones, “equiparables a rangos de concentraciones medidos en otras zonas urbanas”.

En Zaldibar se han ejecutado ya dos depósitos para embolsar los residuos caídos. Tapia ha enfatizado que no se trata de un nuevo vertedero en el mismo lugar. Cuando se terminen los trabajos, todo quedará sellado. Con este suceso y el cierre de otra instalación en Mutiloa, también en febrero de 2020, Euskadi perdió una capacidad de 850.000 metros cúbicos para el almacenamiento de residuos industriales. Ha habido que enviar 46.000 toneladas a Cantabria y otras 34.000 a La Rioja. Tapia ha querido matizar que “el 90%” se ha repartido en otros centros de Euskadi y que muchas empresas están “valorizando” y generando menos sobrantes.

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