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Reportaje

Zaldibar, año 1: cuando la montaña se vino abajo y 800.000 metros cúbicos de residuos sepultaron a Alberto y Joaquín

Dos máquinas, el pasado mes de junio en el vertedero de Zaldibar.

Iker Rioja Andueza

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Hubo un lugar en Europa en que la población empezó a usar mascarillas antes de la llegada del coronavirus. Fue en el entorno de Zaldibar, una localidad de Bizkaia pero pegada a Gipuzkoa. Es una comarca donde residen unas 50.000 personas con Eibar y Ermua como cabeceras. Allí, ahora hace un año –exactamente el 6 de febrero de 2020– se desplomó el vertedero que gestionaba la compañía Verter Recycling y que estaba ubicado en una ladera de la montaña. El formidable desastre natural provocó incendios y expulsión de gases tóxicos a la atmósfera durante días. Y, sobre todo, el alud de residuos se tragó la vida de dos operarios, Alberto Sololuze (Markina, 62 años), cuyos restos mortales fueron hallados en agosto, y Joaquín Beltrán (Zalla, 51 años), al que se sigue buscando palmo a palmo. En paralelo, una investigación judicial trata de depurar tanto el delito medioambiental como las posibles negligencias empresariales.

Se estima en 800.000 los metros cúbicos de tierra y basura que se desprendieron. Es el 28% de la capacidad total del vaso de Zaldibar pero el 47% de la ocupación hasta ese momento. Se necesitarían 32.000 camiones para recoger semejante cantidad de residuos. Si se pusieran todos en fila en la entrada de Verter Recycling, la cola ocuparía toda la carretera hasta Zaragoza. La empresa gestora tenía autorización para almacenar allí hasta 70 tipos de residuos. El vertedero abrió sus puertas en 2011 con una vida útil de 35 años, pero su actividad intensiva le habría llevado a cerrar ya en 2022 por sobreocupación. En Zaldibar también se desplomó un modelo.

Al frente de Verter Recycling se sitúa José Ignacio Barinaga, apodado 'Conde de Eibar' por sus muchos negocios, influencia y cercanía al poder. Él, su sobrina Arrate Bilbao y el ingeniero Juan Elosegui fueron arrestados a mediados de julio por la Ertzaintza. Tras tomarles declaración, quedaron en libertad con cargos. La vertiente judicial de este proceso no ha estado exenta de confusión al solaparse las actuaciones de dos juzgados diferentes de Durango y la de la propia Policía y al estar divididas las causas de la desaparición de Sololuze y Beltrán –indiciariamente un “homicidio imprudente”– y del desastre natural.

¿Cuál es la responsabilidad de Verter Recycling en lo ocurrido? ¿Y la del Gobierno vasco en su función de control? En el historial de Zaldibar consta que en 2014 fue considerado el segundo mejor vertedero de Euskadi y que en 2018 lideró la estadística de recepción de residuos. También que en el verano de 2019 una inspección sacó a la luz una veintena de deficiencias. “Es cierto que, cuantitativamente, es un número elevado de desviaciones. Pero, cualitativamente, ninguna de ellas tenía la clasificación de significativa o severa”, alegó tras los sucesos el entonces titular de Medio Ambiente, el consejero socialista y exalcalde de Eibar Iñaki Arriola, que inició la tramitación de estas irregularidades después del alud. Ya en 2020, el 21 de enero, solamente 17 días antes de los hechos, la compañía entregó a la Administración un “estudio de estabilidad” firmado por la empresa Lurtek y que concluía que el vertedero, pese a su ubicación particular, “era estable con la configuración actual”. Sin embargo, Beltrán, una de las dos víctimas, alertó 48 horas antes de los hechos de la inestabilidad del vaso.

Teníamos medios muy precarios: manos, pico y pala. Hubo un momento en el que fuimos conscientes de que estábamos moviendo una montaña a mano. Supimos entonces la imposibilidad de encontrar con vida a esas dos personas

La montaña se vino abajo hacia las 16.30 horas de aquel jueves. Las primeras noticias, en cambio, dieron más importancia a que el desprendimiento había cortado la autopista que une Bilbao y Donostia, originando largas colas de vehículos atascados. A unos 15 kilómetros de allí tiene su base la UVR de la Ertzaintza (Unidad de Vigilancia y Rescate). Los miembros de la sección de montaña tenían programado un entrenamiento en el Duranguesado para el 6 de febrero. “Pero nos indicaron que había habido un derrumbe sobre la AP-8 y que había personas desaparecidas. En aquel momento se hablaba de siete u ocho y luego ya supimos que eran dos porque el resto fueron siendo localizados. Nos movilizamos por tierra y los dos compañeros de guardia en la sección de helicópteros se dirigieron al lugar por aire. El entorno estaba colapsado a nivel de tráfico”, recuerda uno de ellos.

“La inestabilidad del terreno era grande. Olores había todos. Olía a gas y había polvo en suspensión. Había tantos estímulos que los perros detectaban muchos falsos positivos. No se podían comprobar todos. Teníamos medios muy precarios: manos, pico y pala. Hubo un momento en el que fuimos conscientes de que estábamos moviendo una montaña a mano. Supimos entonces la imposibilidad de encontrar con vida a esas dos personas”, relata. Se les hizo de noche sobre la lengua de residuos.

En las horas siguientes hubo que parar el operativo: entre los residuos había amianto. En Zaldibar se almacenaba encapsulado pero el derrumbe había podido hacer que se desprendieran sustancias tóxicas potencialmente cancerígenas y los rescatadores estuvieron horas expuestos a ellas. ¿Nadie conocía esa circunstancia para que los equipos trabajaran con protecciones? El ertzaina entrevistado recuerda haber visto a Barinaga en la zona aquella tarde y no les dijo nada. Tampoco el Departamento de Medio Ambiente alertó al de Seguridad. Los sindicatos de la Ertzaintza montaron en cólera. ¿Se hicieron revisiones? “Los médicos nos vinieron a decir que por unas pocas horas de exposición no se iba a generar un cáncer en el organismo”, señala este agente. En datos, los informes revelaron que allí había 16.148 toneladas de residuos con amianto, principalmente desechos de la construcción.

El segundo gran problema fueron los incendios, fuegos originados en el interior de la masa de residuos que salían a la superficie y que emitían dioxinas y furanos. El Servicio Vasco de Salud (Osakidetza) pidió a los vecinos de la comarca que cerraran las ventanas, que no hicieran deporte en la calle y que adquirieran mascarillas. Se llegó a suspender un partido de fútbol en Ipurua. Juan José Aurrekoetxea, el entonces director de Salud Pública –que luego en la pandemia no ofreció ni una sola comparecencia hasta que dejó el cargo en otoño–, 'tranquilizó' a la población señalando que Rusia trató de asesinar al expresidente ucraniano Victor Yushchenko con sustancias similares a las que emanaban de Zaldibar pero que no consiguieron su objetivo, 'solamente' “desfigurarle” la cara. “Había columnas de humo y fuego y no había manera de apagarlas. Aquello no era normal. 24 horas lloviendo y seguía saliendo humo”, cuenta otro agente de la Ertzaintza, este de Brigada Móvil, que ha participado en el operativo que se inició después de la primera búsqueda superficial de urgencia y que es el que continúa en marcha.

Por Zaldibar no pasó el lehendakari en aquellos días. Iñigo Urkullu, que el viernes siguiente afrontó un duro pleno de control en el Parlamento con preguntas de toda la oposición sobre los cientos de contratos a las empresas de un miembro del PNV, el grupo Montai, y sobre la reciente sentencia sobre el mayor caso de corrupción en Euskadi, el 'caso De Miguel', con elevadas condenas de prisión para exdirigentes nacionalistas, decidió recluirse ese fin de semana para decidir un adelanto electoral. El portavoz del Gobierno, Josu Erkoreka, tuvo que borrar una fotografía en Twitter en la que disfrutaba de un día de montaña. Tampoco el eibarrés Iñaki Arriola se pronunció. La cara de la Administración fueron los 'número dos' de Seguridad, Josu Zubiaga, y de Medio Ambiente, Elena Moreno. Urkullu manifestó que él no solía visitar lugares en que se producen accidentes laborales y que estaba en Zaldibar aun sin estar físicamente. Luego se autoenmendó e hizo una visita al lugar y a las familias de los desaparecidos. Como Isabel II en Aberfan.

Convocadas las elecciones y disuelto el Parlamento, la oposición forzó una comparecencia ante la diputación permanente del propio lehendakari y de cuatro consejeros: el de Medio Ambiente, Iñaki Arriola; la de Salud, Nekane Murga; la de Seguridad, Estefanía Beltrán de Heredia; y la de Trabajo, María Jesús San José. Fue el 18 de febrero. Acudieron con sus respectivos 'número dos', Elena Moreno, Iñaki Berraondo, Josu Zubiaga y Jon Azkue. De todos ellos, solamente Zubiaga continúa en ese mismo puesto doce meses después. Singularmente, la cartera de Medio Ambiente ha pasado del PSE-EE al PNV con la reestructuración del Ejecutivo tras los comicios, que finalmente fueron el 12 de julio.

Había columnas de humo y fuego y no había manera de apagarlas. Aquello no era normal. 24 horas lloviendo y seguía saliendo humo

Ante la Cámara, Urkullu pidió disculpas, aunque defendió su gestión: “Siento mucho los errores que hemos podido cometer en este operativo al responder a una situación inédita y de la máxima complejidad. Comprendo la preocupación de la ciudadanía del entorno y, especialmente, de las familias de los dos trabajadores desaparecidos […]. [Pero] Por mi parte, he actuado siempre con la voluntad y la intención de ayudar a coordinar e impulsar todas las medidas para atender las necesidades que han surgido en esta tremenda desgracia y, ante todo, desde la más sincera empatía con el dolor de las familias de Alberto y Joaquín”. En aquellas jornadas, cargos del Gobierno llenaron auditorios en Zaldibar, Ermua o Eibar para dar explicaciones en primera persona a los vecinos. Desde entonces y hasta hoy se siguen produciendo movilizaciones. Las familias de las víctimas se han quejado en alguna ocasión de la actitud del Gobierno.

Ni el estado de alarma por la COVID-19 detuvo las actuaciones en el vertedero. “Cualquier compañero de Brigada Móvil ha pasado 50 veces por allí”, explica uno de ellos, que asegura que ahora sí que se cuenta con todo un protocolo y medidas de seguridad, a diferencia de las primeras jornadas. “Esto es un trabajo colosal. No se ha reparado en gastos. Cada máquina lleva una cámara. Todo lo que se ha encontrado se está registrando. La ingeniería es impresionante. Se ha movido una montaña palmo a palmo. Se está cribando por zonas, estabilizando el terreno siempre”, describe este policía, que recuerda jornadas saliendo de allí con “barro hasta la coronilla”.

Y el 16 de agosto, medio año después, se obtuvo un primer resultado. Zubiaga comunicó en una rueda de prensa celebrada en la tarde-noche de aquel domingo lo que cinco minutos antes de la comparecencia se había confirmado: en efecto, habían aparecido restos humanos. En concreto, estaban en la zona de lo que fue la báscula de pesaje. Se hallaban enterrados a 23 metros de profundidad. Días después se confirmó que era Alberto Sololuze mediante pruebas de ADN. Sin embargo, era la constatación también de que el operativo no podía detenerse porque faltaba por localizar el cadáver de Joaquín Beltrán. Este mismo jueves, a primera hora de la tarde, aparecieron en Zaldibar ropas y otros objetos. En los rescatadores generó esperanza, pero análisis posteriores descartaron que se tratase de Beltrán. Toca seguir.

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