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La mujer que sigue habitando en Gioconda Belli

Gioconda Belli en Cáceres durante esta entrevista
26 de octubre de 2025 19:55 h

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Cada mañana, Gioconda Belli mantiene un ritual que convierte lo cotidiano en latido. Reconoce que lo primero que hace es abrir el correo electrónico y leer el boletín de Juanlu Sánchez, subdirector de elDiario.es. Antes de leer los titulares, sonríe porque le hacen gracia esas primeras palabras del periodista, esa expresión que repite como un mantra: “Agarra un café y vamos al lío”. Un gesto simple, casi invisible, que abre su jornada con buen humor y determinación y que refleja la manera en que la escritora enfrenta la vida: con intensidad, y la certeza de que cada día trae consigo un nuevo relato.

De pronto, la sonrisa se desvanece y, casi sin mediar pregunta, confiesa: “No puedo volver a Nicaragua por el momento. Este es mi segundo exilio”. Así comienza la conversación con esta escritora, que sigue alzando su voz desde España, su refugio lingüístico y simbólico. Militante del Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN), participó en la revolución que derrocó a Anastasio Somoza en 1979. Su compromiso con Nicaragua la obligó al primer exilio entre 1975 y 1979, en México y Costa Rica, donde consolidó su voz literaria y política de la que no hemos dejado de disfrutar.

“Ya estuve exiliada durante la dictadura somocista y ahora me quitaron mi casa y mi pensión de jubilación. Fueron bien crueles, no solo conmigo, sino con la cantidad de gente que echaron y que le quitaron la nacionalidad. A estas edades, muchos de nosotros… ya te puedes quedar en una situación económica más complicada. Y bueno, yo la verdad es que tuve enorme suerte de venir a España y de haber sido recibida con tanto cariño”.

Belli se muestra agradecida con el país que la ha acogido tras su segundo exilio. “Yo siento que el Gobierno de España actualmente es fantástico —dice con convicción—. Comparado con otros gobiernos, este de coalición ha logrado avances notables. Los gobiernos perfectos no existen, pero...”, deja la frase suspendida, como quien reconoce todos los matices que conforman la política sin querer renunciar al entusiasmo por ello.

PP-Vox

Sin embargo, advierte pronto sobre el riesgo de un giro conservador en España. “Me da terror la idea de Vox y la alianza con el PP. Porque definitivamente aquí vendría una ola de derecha en este país que no se la imagina nadie. La derecha actualmente está actuando con objetivos de destruir los avances humanistas, de destruirlos para volver a un Estado conservador y retrógrado”.

Su mirada crítica tampoco excluye a las izquierdas. “Yo soy de izquierdas, pero reclamo de la izquierda porque la izquierda ya fracasó en muchos sitios. Desde que se perdió la Unión Soviética y cayó el muro de Berlín, entró en un proceso de desconcierto total y todavía no ha podido crear una propuesta alternativa. A veces, en otros países, ha terminado pareciéndose demasiado justo a su contrario”.

Para la escritora, la comparación entre España y su Nicaragua natal es inevitable. “Si te pones a ver en el mundo quiénes han sido los que han logrado hacer cosas para la gente, eso está claro. El Estado de bienestar es una cosa impresionante... cuando venís, como yo vine, de un país donde no hay sistema de salud ni pensiones, donde hay arbitrariedad total y corrupción. Venís a España y entonces te das cuenta. Yo amo, por ejemplo, andar en autobús. El sistema de transporte es una maravilla. La salud, aunque te den una cita en un año, si te estás muriendo te van a atender”.

Aun así, reconoce que aquí “hay problemas, como en todas partes”. Menciona la vivienda como uno de los asuntos más urgentes, pero insiste en que le preocupa porque es “el problema más serio, el del discurso de odio recalcitrante contra Pedro Sánchez y contra el PSOE”.

De todas formas, Belli asegura sentirse en casa: “Me siento en mi casa en España porque estoy en el español, en mi lengua. Para mí esa es la casa más importante”. Reflexiona sobre el vínculo profundo que tenemos las personas con el idioma y cómo la jerga se va aprendiendo con el tiempo: “Imagínate cuando hablas en inglés, entender la jerga... eso sí que cuesta. Bromear, por ejemplo. Yo no puedo bromear en otro idioma. Es lo más difícil: aprender a bromear”.

Además, recuerda que su relación con España no es reciente: “Yo estudié en España, pasé mi Secundaria en un colegio cerca de Atocha, en la calle Santa Isabel. Y me acuerdo cuando vine cómo me extrañó la forma tan cortante de hablar de los españoles. Pero ya no, ahora ya no me choca para nada”.

El desencadenante del exilio y la deriva autoritaria

No cabe ninguna duda de que fue su postura crítica con el gobierno la que le llevó a perder la nacionalidad nicaragüense. “Fíjate que el desencadenante para que me desnacionalizaran fue mi posición crítica pública. Yo escribía en Twitter, escribía en Facebook, escribía en los periódicos. Era parte de casi todos los movimientos que se creaban para condenar algo. Por ejemplo, si hacíamos un comunicado, yo estaba en la mesa. Si hacíamos organizaciones, ahí estaba yo”, relata.

El punto de inflexión llegó tras 2018, año en que el país sufrió una de sus mayores rebeliones ciudadanas. “En ese tiempo, fue el detonante de que se volviera una dictadura, el gobierno de Daniel Ortega y Rosario Murillo ya había empezado un proceso de socavamiento de la democracia, de romper el orden institucional del país. Ya no había independencia de poderes. Y se constituye un movimiento ciudadano muy grande con una gran rebelión. Después de eso, yo creo que el matrimonio quedó aterrado porque se dio cuenta de que la gente no los amaba, que estaba harta de ver cómo se iban comiendo sus derechos y acortando los depósitos de libertad. Entonces eso los sacó de sus casillas y empezaron a atacar violentamente a la gente. O sea, el enemigo éramos nosotros, el propio pueblo”, recuerda con tristeza.

Sobre su deseo inmediato para con Nicaragua, no lo oculta y lo refleja la contundencia de sus palabras: “¿Y qué me gustaría que pasara en mi país? Obvio, me gustaría que desapareciera esa gente. Me gustaría que ellos cedieran el poder. Eso sería lo ideal. Que dejaran que Nicaragua fuera libre realmente. Ese país ha hecho tanto por su propia libertad… Fueron miles de personas las que dieron su vida durante la revolución. Tantos amigos míos murieron en esa lucha...”.

Amor furioso por la patria

“Ah, fueron fantásticos”, responde rauda Belli al evocar, ya con el tiempo de por medio, aquellos años de revolución. “En primer lugar, porque yo era bien joven y porque me di cuenta de que los sueños eran posibles. Eso es algo que nadie te lo quita. Que salgan luego bien o mal, pero los sueños son posibles. Habíamos soñado tanto con ese día, con ese momento. Y había una energía preciosa en el ambiente, porque constatamos que el poder servía para hacer cosas: para cambiar la historia y erradicar la situación represiva y de pobreza que sufría ese país”.

Su implicación fue intensa y variada. “Al principio asumí varios papeles activos. Fui jefa de la televisión por un tiempo. Después estuve en la Comisión Económica de Comunicación. Como estudié comunicación, hicimos todo un plan para que la gente entendiera bien los cambios en la economía. Eso fue lindísimo. Después ya estuve en el partido, en la radiotelevisión. Y luego fui secretaria ejecutiva de la Comisión Electoral de 1984. Fui vocera, jefa de prensa. Y así conocí a mi marido actualque es periodista”, cuenta emocionada.

Otras circunstacnias hicieron más intensa la experiencia: ser mujer y madre joven la marcaron profundamente. “Estabas ahí, eras mujer y además madre joven. Esas dos cosas fueron fundamentales en cómo viví todo. No es igual para un hombre que para una mujer. La vida entera no es igual para una mujer o un hombre. También fue muy difícil. Me divorcé del primer marido y padre de mis dos primeras hijas. En el exilio conocí a otra persona, tuve otro hijo y me casé otra vez. Fue vivir todo tipo de cosas al mismo tiempo: la angustia, el amor furioso por la patria: era capaz de hacer cualquier cosa para liberar a ese país porque era un amor más fuerte que un amor a un hombre. Un amor furiosísimo. Esa entrega a la causa, a esa lucha, me marcó la vida para siempre”.

Revolución y literatura

Gioconda Belli coincide con Hannah Arendt en que las revoluciones cuentan con el riesgo de no sabeer estabilizarse hasta volverse lo mismo contra lo que luchaban. Pero en su caso, la profunda e inagotable revolución siempre fue la de las mujeres.

“La revolución de las mujeres, para mí, era fundamental para poder llevar a cabo una revolución global de verdad y cambiar así la situación de explotación que siempre ha sufrido la mujer, que me parece que es la primera injusticia que existe desde que nacemos. Y de ahí se derivan todas las demás. Porque la gente lo ve en su propia casa, aprenden que hay un jefe y una subordinada en la mayoría de los hogares considerados normales”, argumenta.

Esta experiencia como mujer inspiró buena parte de su obra literaria. “En mi trabajo literario, esa condición femenina y entender todo lo que estaba mal y cómo nos había afectado en la vida, fue un detonante para mí para poder expresarme como mujer. Yo consideraba que era lo más fantástico que me podía haber pasado: ser mujer”.

Recuerda que el papel de su progenitora fue determinante en esa conciencia. “Tuve una madre que fue muy importante porque siempre me hizo amar mi ser mujer y sentirme sumamente orgullosa y privilegiada por serlo. Eso fue importantísimo para mí y así queda patente en mis libros”.

El lugar de las mujeres

“Ser cuestionada es parte de la lucha”, afirma cuando se le pregunta si ha sido criticada por ejercer su feminidad y escribir desde ella. “No lo he llevado mal porque siento que tengo un poder inmenso como mujer”.

Belli reconoce, según sus palabras, el alcance de su obra a posteriori. “No me di cuenta yo de que era tan revolucionaria. Por ejemplo, tantas mujeres que me hablan de La mujer habitada, lo que representó para ellas. O ayer mismo que una señora vino ayer a verme y me dijo que uno de mis poemas, No me arrepiento de nada, le había cambiado la vida. Tremendo. Una no se da cuenta realmente de que algo que haces en la soledad tiene un eco enorme en la vida íntima de otras mujeres”.

Y es que su compromiso con la libertad y con la representación de la mujer atraviesa toda su obra. “Creo que eso tiene que ver con que, en el fondo, humanamente, somos amantes de la libertad; entendemos la libertad de una manera casi epidérmica. Yo me conecté a través de las palabras. Mi trabajo ha tenido aceptación, sobre todo entre las mujeres, porque he tratado de retratar la situación de la mujer de muchas maneras. No la mujer como víctima, sino como agente de su vida. Y de cómo superar los obstáculos que se nos presentan”.

Belli recuerda además cómo la historia de la literatura ha ido moldeando la visión de la mujer: “Los hombres nos fabricaron la imagen de la mujer. En el siglo XIX, esa era la literatura que leíamos. Entonces, cuando la mujer empieza a hablar, yo digo: necesitamos la voz de la mujer. Y eso fue lo que sentí, que tenía que decir lo que había visto y lo que había pasado durante tantos años en mi vida y en mi experiencia, porque no fue gratis tener esas posiciones”.

Feminismo y redes en España

“Tengo amigas y referentes feministas en España. He estado muy cerca de Yolanda Díaz, que me cae muy bien. Ahora tengo ratos de no verla, pero estuve muy entusiasmada con Sumar. Me sentí muy triste de que la izquierda se dividiera de la manera en que se ha dividido. No entiendo por qué sucede eso. Y siempre sucede con la izquierda. Se pierden oportunidades tan importantes”, se lamenta Belli.

“A veces las divisiones se dan por motivos que no son esenciales para el objetivo común —explica la escritora—. Cuestiones personales o diferencias sobre el grado de cercanía con Pedro Sánchez. Si un partido está haciendo algo con lo que estás de acuerdo, entonces toca encontrar tu lugar dentro de ese mismo espacio. Y eso implica construir un frente de lucha desde dentro”.

“Yo siento que el gobierno de España actualmente es fantástico. O sea, comparado con otros gobiernos… este gobierno de coalición es la mejor opción política para España”, sentencia.

La mujer que sigue habitando

La mujer que habita a Gioconda Belli no es solo un título posible, sino una certeza. Su novela La mujer habitada marcó el inicio inmejorable de una búsqueda que atraviesa toda su obra: narrar la revolución desde el cuerpo femenino, unir deseo e insurrección, hacer del amor una forma de rebeldía y de la escritura un territorio político. Décadas después, en Un silencio lleno de murmullos —la novela con la que ha sido finalista de la Bienal Mario Vargas Llosa en Extremadura—, Belli retoma esas preguntas desde otro lugar: el exilio, la memoria y la herencia. En sus protagonistas, Valeria y Penélope, resuenan los ecos de aquella primera mujer, la que empuñó la palabra como arma y refugio. Porque Belli habrá cambiado de fronteras, de cuerpos y de revoluciones, pero no de impulso: sigue habitada por la mujer que escribe para no borrarse y para que otras puedan existir desde su esencia femenina. Reconoce que la forma de estar las mujeres en el mundo es única, y que no se puede negar el derecho al deseo allí donde el cuerpo se convierte en territorio. Ese impulso que vibra fuerte por nombrar lo innombrable, volviendo sagrada la propia carne.

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