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La urgencia de la trascendencia: el legado literario de Carlos Reymán Güera exige salir a la luz

Presentación de la Revista de Estudios Extremeños en el Museo Helga de Alvear

Sandra Moreno Quintanilla

1 de noviembre de 2025 11:41 h

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Desde las páginas rigurosas y documentadas de la Revista de Estudios Extremeños de la Diputación de Badajoz, la profesora de la UEx María Isabel Rodríguez Ponce enciende una luz de alarma y reivindicación. Su reciente artículo no es solo un homenaje póstumo, sino un rotundo y detallado llamamiento a la acción: el ineludible y valiosísimo legado literario del pacense nacido en Alemania, Carlos Reymán Güera (1971-2021), debe ser rescatado del silencio editorial. La investigadora no solo traza el perfil de un escritor singular, sino que lo posiciona como una figura clave cuya visión y talento merecen ser universalizados.

El origen de Reymán Güera es esencial para entender su obra. Nacido en Rhede, Alemania, en el seno de la emigración extremeña, el autor bebió de dos mundos. Este mestizaje cultural le confirió un “timbre rubeniano de rareza” y una sensibilidad precoz hacia el desarraigo, la desigualdad y la pérdida, temas que se convirtieron en el sustrato emocional de su escritura.

La naturaleza del bosque alemán, contrapuesta a la dureza de la vida, se hizo la “sombra alargada” de su obra. Al regresar a Badajoz en los años 80, Carlos se convirtió en un “elemento galvanizador”, un lector voraz guiado por la fe en la literatura como un arte “balsámico y lúdico”. Fue un intelectual en vanguardia, un crítico agudo y un “incansable trabajador” que, hasta el último momento de su vida —marcado por la enfermedad que afrontó con “serenidad y humor”—, mantuvo una insobornable alianza entre su vida y su literatura, ese “tejido” complejo cuya ruptura generó una “oquedad inmensurable”.

Una obra polimórfica y singular

La crítica especializada coincide en que la obra de Reymán no admite clasificaciones fáciles. Su escritura despliega un polimorfismo genérico y un idiolecto propio, caracterizado por el ingenio, el humor y la ironía.

Su debut llegó con Demagogias (2016), un volumen descrito como “libro volcán” o “libro-galaxia” que dinamitó géneros. Aforismos, relatos, poesía y crónica contemporánea se fundieron en una estructura calculada con precisión. La crítica elogió su estilo “crepitante, vigoroso, fluido” y el juego con el lenguaje, además de la carga temática contra la injusticia social y la exclusión. La obra, considerada “primera obra total”, está hoy agotada, lo que agrava la urgencia de su reedición.

Cuatro años más tarde publicó Recurrencias, una colección de 53 relatos breves que consolidó su voz literaria. En ella, el estilo se muestra más trabajado y sofisticado, difuminando la frontera entre ficción y reflexión. El libro se erige en un verdadero “friso de la realidad española”, con relatos que abordan el maltrato animal, la pérdida y la memoria desde la ironía y el sarcasmo, con ecos de Cortázar, Borges y Unamuno.

Poco antes de su fallecimiento vio la luz la novela gráfica Camarón, dicen de mí (2021), en colaboración con el ilustrador Raulowsky. Allí demostró su versatilidad al adaptar su prosa lírica a la narrativa visual, en un texto que profundiza en la búsqueda de identidad del cantaor y en su transformación en mito cultural.

De forma póstuma, en 2024, se publicó el poemario En existencia, donde aflora la madurez de un poeta que se atreve a serlo. En sus páginas conviven sonetos de impecable factura con verso libre y fragmentarismo, en un autorretrato que rinde homenaje a sus afectos más profundos —su padre y su hija— y denuncia las injusticias con una elegancia formal incontestable.

La deuda pendiente: Una hija única y los aforismos

La mayor urgencia editorial reside en la obra inédita. El artículo de Rodríguez Ponce revela la existencia de más de 700 aforismos (reunidos en el archivo A saco) y, sobre todo, la joya de la corona: la tetralogía de cuentos Una hija única.

Esta colección —que incluye relatos como Pongo y Lucía— fue concebida para ser ilustrada y se presenta como un monumento de amor literario a su hija Lucía. Más que literatura infantil, es un ejercicio de fusión autobiográfica en el que la infancia del padre y de la niña se reflejan en espejo. Lucía emerge como sujeto de agencia, la “magia” capaz de resolver conflictos sociales y de vencer dialécticamente la mirada adulta. Se trata de una defensa rotunda de la libertad y la inteligencia de la infancia. La investigadora la califica de “auténtica revelación en su género”, cuya publicación es “inexcusable”.

El catalizador insustituible

Rodríguez Ponce subraya, además, la labor de Reymán como catalizador cultural en Badajoz. Su actividad como reseñista en la librería Tusitala y en su blog Por derecho lírico (2015-2019) fue decisiva: allí defendió posturas ideológicas firmes contra la injusticia social y el maltrato animal, al tiempo que divulgó sin descanso la labor artística de su entorno.

La obra de Carlos Reymán Güera constituye un verdadero tesoro de la literatura extremeña e hispánica que no puede permanecer oculto. Ya se ha cumplido con el deber de documentar y valorar su estatura literaria; ahora, la responsabilidad recae en las editoriales y en las instituciones: reeditar Demagogias y publicar Una hija única es un imperativo cultural. Solo así la luz y el legado de este autor, el “hombre-tejido” —cuya persona y escritura formaban un entramado complejo y sólido de ideas, géneros, vida y afectos, y cuya pérdida ha dejado un vacío central en el “tejido” cultural— podrán alcanzar la audiencia que merecen.

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