“El único delito que cometí, es ser gay”
Siete de la mañana del 16 de julio. Un vuelo sale desde Madrid rumbo a Nigeria. Sus ocupantes no son turistas, sino ciudadanos a los que se repatria por estar en situación irregular.
Allí tenía reservada plaza para Henri O, un ciudadano gay que iba a ser deportado a un país donde la homosexualidad está castigada con la pena de muerte. La burocracia parece tener esos antojos, los de no comprender qué se esconde detrás de una ficha numérica que identifica a una persona.
Pese a los intentos de Henri y su pareja, Carlos, de casarse y regularizar su situación, los papeles y la maraña burocrática han estado a punto de pasarles una mala jugada. Tras estar detenido toda una noche en comisaría, podría haber sido deportado en aquél avión, de no haber sido por la movilización social que logró que las Delegaciones del Gobierno de Extremadura y Madrid paralizaran la expulsión.
“En este vuelo, y en otros tantos, pueden haber más casos como el de Henri. Camino de sus país, rompiendo sus vidas y su futuro”. Así lo denuncia José María Núñez, presidente de Fundación Triángulo, que advierte que la ley no puede estar por encima de los derechos humanos.
Cuenta emocionado Henri que ha perdido en el camino a gente cercana, que ha muerto por eso, por sentir atracción hacia una persona de su mismo sexo: “El único delito que he cometido, es ser gay”.
Vino a España huyendo de la homofobia
Llegó a España en 2007 de la mano de un pasaporte falso, con su nombre cambiado. Tiene estudios universitarios de Económicas y Empresariales, y Arte Dramático. Se refugió en España porque quería romper ese miedo, vivir con libertad su vida, su sexualidad.
Al cabo de los años, ya con una orden de expulsión en sus espaldas, conoció a Carlos y ambos se fueron a vivir a Alcántara. Allí su pareja, ya jubilada, tiene una casita y en este pequeño pueblo de Cáceres hacen su vida con normalidad. De hecho Henri tiene una oferta de trabajo y el respaldo incondicional de todo del municipio. “No puedo pedir más, me levanto por las mañanas sabiendo que hay sonrisas, que los niños me saludan, que la gente me dice amable: siempre estás riendo, siempre riendo”, ha transmitido a este diario.
Este nigeriano desprende una sonrisa constante que desprende libertad, la seguridad de sentir que ser homosexual no es un delito. “No he matado a nadie, no he robado, mi único castigo es el hecho de haber nacido siendo gay, y ser gay. Para algunos supone un delito”.
Además Carlos, su pareja, apunta algo más: “no es que en Alcántara se tolere nuestra historia. Es que es completamente normal, no es que haya tolerancia, es que es una integración total y completa. Es Henri, sin más, y no hay más apellidos, y adjetivos certificativos”.
“Hay que cambiar las leyes”
Fundación Triángulo exige la modificación de las leyes de asilo que niegan el derecho de miles de personas a proteger sus vidas. Recuerda que aún, en siete países, se condena a las personas homosexuales a la pena de muerte, y en más de 80 existe la cadena perpetua para ellos.
Son personas que, como Henri, huyen de sus países. Es por ello que reclama al Gobierno español, a la UE y Naciones Unidas un posicionamiento firme frente a las posturas que atentan contra los derechos fundamentales de las personas LGTBI en el mundo, una mejora de las políticas de asilo, y un mayor compromiso con la cooperación al desarrollo para tratar de cambiar esta situación.