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Cartas de los presos del franquismo desde la cárcel: “Me quedan pocos días de vida”

Carta de Daniel Álvarez Carnero a su madre Catalina

Marcos Pérez Pena

“He dormido muy poco pensando en mis seres queridos y en la situación en que se quedan. Y creo que me quedan pocos días de vida”. Es el inicio de una carta escrita por Marcelino Fernández Prada, alcalde socialista de Ribas de Sil (Lugo), condenado a muerte en Lugo (pena finalmente conmutada) en 1936. La antigua prisión de la ciudad, recientemente rehabilitada, acogió la semana pasada la lectura de las cartas escritas mientras esperaban por su ejecución por siete presos republicanos, cuatro de ellos finalmente asesinados. Se trataba de Daniel Álvarez Carnero, Perfecto Abelairas Castro, José Ramos López, Gregorio Sanz García, Marcelino Fernández Prada, Ramón García Núñez y Eusebio Cuesta.

El homenaje, al que asistieron numerosos familiares de los presos, que cedieron las cartas, fue organizado por la Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica y la Asociación para la Dignificación de las Víctimas del Fascismo. La alcaldesa de Lugo, Lara Méndez, afirmó que “que estas letras salgan a la luz ayudará a que nunca más repitamos aquel episodio terrible, ayudará a la reparación de las víctimas y a la reconciliación. El silencio no deja cicatrizar las heridas. La recuperación de la memoria, sí”.

Entre las cartas leídas estaban las escritas por el maestro José Ramos López, militante del POUM (Partido Obrero de Unificación Marxista) y delegado gobernativo en el Courel, ejecutado en octubre de 1936. Pocos días antes de morir, le decía a un amigo: “Tenemos fe en la victoria de nuestra causa, nos amargan un poco el tener que ser mártires, pues era preferible morir en el papel de héroes, aunque este avatar nos lo deparen las circunstancias”. O la que le escribió Gregorio Sanz García, presidente de la Asociación de Maestros Nacionales de la UGT, a su hermano: “Mañana me voy a presentar ante el Tribunal militar que debe juzgarme (...) Se me hacen cargos bastante graves, aunque sin fundamento real, pues jamás llegué a realizar los hechos que se me imputan. Los que tienen parte de veracidad se refieren a mis propagandas; pero bien sabes que por mi manera de pensar, por mi modo de vivir, nunca fui extremista ni mucho menos, y que defendí la Escuela considerándola como el fundamento de la prosperidad de España”.

En las misivas y escritos también se puede leer la alegría del momento en que alguna de las penas de muerte fue anulada, como le sucedió al ya referido Marcelino Fernández Prada después de casi tres meses esperando por su ejecución: “Serían las dos de la tarde, aproximadamente. Me llamó el Sr. Director de la Prisión a su oficina y me comunicó oficialmente la conmutación de la pena de muerte por la de 30 años (...) Con gran júbilo fue recibida la noticia por la población reclusa al saber que me conmutaban la pena (...) Con estas letras doy por terminadas estas notas, reflejo fiel de mis pensamientos durante mi estancia en capilla de penado a muerte, que fueron en total ochenta y unos días”

En el acto también se destacaron las cartas escritas por Ramón García Núñez, Gobernador Civil de Lugo desde el 4 de julio de 1936 y que murió fusilado el 21 de octubre de ese año. En una de ellas, García Núñez se dirige a su hermano Miguel despidiéndose así: “Con el cariño del hermano y el deseo de que, si yo muero, y llegan, como estoy seguro, horas de libertad para España, pueda hacer justicia a mi nombre, que no fue traidor ni cobarde”. El sobrino nieto del ejecutado cuenta que el 18 de julio García Núñez se encontraba en Vigo, con la posibilidad de huir a Portugal; sin embargo, optó por regresar a su puesto a Lugo, siendo inmediatamente detenido. Tras su fusilamiento, su madre nunca volvió a salir de su casa, donde murió años después. Relata también que la esposa de Ramón García Núñez, Pepita Rodríguez, coincidió en una ocasión con Pilar Franco, hermana del dictador, y que le dijo directamente: “Su hermano fusiló a mi marido”.

Las cartas de “Pepe de Vilastrille”

Entre las cartas destacan las del socialista Daniel Álvarez Carnero, concejal en Sober (Lugo) y alcalde en funciones el 18 de julio de 1936. Detenido el 4 de agosto, fue juzgado por “rebelión militar” y por “organizar partidas armadas”. Condenado a muerte, fue ejecutado el 29 de diciembre. Enterrado en un nicho en Lugo gracias a la amistad de un militar, su cuerpo fue perdido al desaparecer el cementerio para construir un hotel. En el acto de este jueves estuvo presente una de sus nietas, María José Pérez, que explicó que siempre que le preguntaba a su abuela cómo había muerto su marido ella respondía “le mordió una serpiente”. Todo un símbolo. María José Pérez destacó que “hay que sacarlo todo a la luz porque, hasta ahora, no ha habido una reconciliación. Esto no es ni siquiera un reconocimiento público de que lo mataron injustamente. Es sólo poder decir en voz alta lo que lleva décadas callado. Ese papel es el que nos toca hacer a los nietos”.

Desde la cárcel, Álvarez Carnero, conocido como “Pepe de Vilastrille”, le escribió varias cartas a su esposa, a su suegro o a sus cuatro hijos -Pepiño, Dieguiño, Monchiño y Lauriña-. En la carta que le remite a su suegro, le dice:

"Siento dejar a mis hijos tan pequeños para defenderse de este maldito mundo; siento, en fin, lo feliz que era al lado de todos vosotros, mas esto no importa porque, con un mártir más que hagan estos Vaticanistas, más se multiplican nuestros ideales, y eso me fortalece para morir. Nunca creí que en este mundo hubiera gente tan ruin, porque le sacan la vida a la gente que más vale, a la mejor, a la que luchaba por un mejor estado de la sociedad, hombres jóvenes, con carrera, trabajadores, hombres que, equivocados o no, obraban con nobleza en todos sus actos, pero la realidad hoy es así. Mañana no será porque tienen que pagarla; bien está el refrán: lo que a hierro mata a hierro muere, y así le sucederá la esta gentuza”

Unas ideas que repite en la carta que les envía a sus hijos:

"Hijitos míos, la muerte que me dan estos criptinos, no les bastará para vencer a los que por el bien de la humanidad luchan afanadamente. Yo sé que, por cada uno de nosotros al que saquen la vida, saldrán a docenas a luchar en bien de la justicia, por el derecho y el deber a la equidad que debe tener todo ser humano, en fin, por todo lo que sea hacer mejorar el bienestar familiar y adorar a sus semejantes. Vosotros, si tenéis suerte con vuestra salud, procurad llegar dónde debe llegar todo hombre, sed buenos para todo el mundo y procurad no hacer nunca daño. Cierto es que a mí nunca se me ocurrió hacer mal alguno a las personas y así me lo pagaron, pero por eso mismo me enfrento con la vida y moriré valientemente dando un ¡Viva la República!"

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