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Feijóo evita hacer coincidir las elecciones gallegas con las nuevas generales

Alberto Núñez Feijóo

David Lombao

Fin de las cábalas. El pasado fin de semana el rumor del adelanto electoral volvió a recorrer algunas fuerzas políticas de Galicia, concretamente en la izquierda. Ciertos movimientos políticos y mediáticos les habían hecho pensar que este lunes, al borde del fin del plazo para hacer coincidir las elecciones gallegas con los comicios generales repetidos, el 26 de junio, Alberto Núñez Feijóo se iba a alinear con las voces internas que, especialmente desde la madrileña calle de Génova, veían conveniente el anticipo. La intención, ratificado el presidente gallego este lunes, es “agotar la legislatura”.

La casualidad (o no) ha querido que el refrendo de que las elecciones gallegas serán cuando tocan por primera vez desde 2001 -tanto Manuel Fraga, en 2005, como Touriño en 2009 y Feijóo en 2012 adelantaron los comicios unos cuatro meses- se haya producido en la Cidade da Cultura. Allí acudió Feijóo este lunes para inaugurar el denominado Bosque de Galicia, una extensión de árboles que sustituye las especies vegetales arrancadas para construir el complejo y cuyo coste ha superado ya el medio millón de euros, entre plantación e iluminación. Este, ha venido manteniendo el presidente entre críticas desde el campo de la biología y del ecologismo, va a ser el “bosque más importante de la Autopista del Atlántico”.

En este marco, Feijóo ha desgranado a preguntas de la prensa una confirmación basada en su argumentario de las últimas semanas: la “estabilidad”. “Lo que le interesa a Galicia es salir de la situación de inestabilidad que se está viviendo en la política nacional”, dice el líder popular, que asegura descartar “aprovecharse de una situación que nunca se había dado en Galicia”, caracterizada por “una oposición fragmentada, dividida, con peleas internas impropias”.

Mientras en los últimos meses en las Cortes Generales se ha vivido “un teatro”, ha contrapuesto, la Xunta “ha aprobado sus presupuestos, ha hecho inversiones y ha bajado impuestos”. Por eso “es necesario seguir gobernando, agotar la legislatura y hacer las elecciones cuando los gallegos mandan”, esto es, en otoño, previsiblemente en el mes de octubre.

Según Feijóo, llevar las elecciones al otoño es “lo correcto y lo coherente”. Cuando llegue el momento, dice, se presentará “para ser el presidente de Galicia con un proyecto y con una propuesta”. No opta, ha manifestado, por un adelanto que le permitiría “que la suma me dé”, ya que la actual oposición, diagnostica, se encuentra en una situación de “absoluta fragilidad”. No va a aprovechar, asegura, “las crisis que persisten en el PSOE, las convulsiones de las mareas de Podemos y la situación comprometida del BNG”.

Sin cartel compartido con Rajoy

Con esta decisión el líder de los populares gallegos asume en primera persona el resultado que salga de las urnas en el otoño y desliga su éxito o fracaso político del de Mariano Rajoy, quien podría resultar un lastre para el PPdeG con las elecciones gallegas diluidas en el 26-J. En un escenario ajustado, la posible desmovilización de parte del electorado o la fuga de voto conservador hacia Ciudadanos serían obstáculos para la reedición de la mayoría absoluta. No obstante, en el seno del PP existían también opiniones favorables al adelanto: este, consideraban, era el mejor momento por la debilidad de las fuerzas de la oposición, entre las que sólo el BNG tiene ya elegida su candidatura a la Presidencia -Ana Pontón fue ratificada el pasado fin de semana-.

Pero, ante un dilema semejante al vivido por el socialista Emilio Pérez Touriño en verano de 2008, Feijóo acaba de optar por la convocatoria en solitario -o, en todo caso, compartida sólo con las elecciones vascas, todas vez que el lehendakari acaba de ratificar también que agotará mandato-. En un panorama político general caracterizado por la fragmentación, intentará hacerse valer como el responsable de la última mayoría absoluta del Estado y como único garante posible de la “estabilidad” frente a la alternativa de un Gobierno de izquierdas sustentado por varias fuerzas.

Galicia se lanza, de este modo, a una larga precampaña con unas generales de por medio. En ella los populares fijarán los gobiernos locales de las mareas como objetivo prioritario de unas críticas con dos finalidades primordiales: alertar de mala gestión y presentar a un PSdeG entregado al “nacionalismo” y a Podemos. Mientras, el espacio político de las mareas se debate entre articular la confluencia sobre las Mareas en Común, hacerlo en una versión renovada de En Marea o buscar un nuevo pacto entre partidos y plataformas municipales. Los socialistas, por su parte, acaban de iniciar un proceso de primarias en el que Xoaquín Fernández Leiceaga es por el momento el único precandidato, si bien en todos los sectores del partido se da por supuesto que la militancia tendrá, al menos, otra opción para elegir.

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