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Galicia se acerca a las urnas con poca tensión política y Feijóo en mejor posición que antes del coronavirus

Las elecciones gallegas tendrán una candidatura más en la provincia de A Coruña y suman 56 en toda Galicia

Daniel Salgado

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Dentro de un mes, la ciudadanía gallega será, junto a la vasca, la primera en ejercer su derecho a voto después de tres meses de coronavirus y estado de alarma en España. La precampaña menos típica de todas las precampañas ha comenzado, pero en Galicia la tensión política no acaba de subir. La primera comunidad en abandonar las drásticas medidas de contención de la epidemia llega a las urnas en un escenario singular: Feijóo continúa ocupando el centro, apoyado en su control de los medios sobre todo públicos, y la vía hacia el cambio que se entornaban en marzo parece haberse estrechado.

Ocho enfermos hospitalizados, 349 bajo seguimiento domiciliario y 619 personas fallecidas son el estado de la COVID-19 en Galicia a 12 de junio. Fue este el día elegido por el presidente de la Xunta para confirmar que su gobierno solicitaba al central levantar el estado de alarma, a lo que el Ministerio de Sanidad accedió casi inmediatamente. “Estamos en alerta y puede haber brotes”, declaró Alberto Núñez Feijóo, “pero debemos hacer compatible el riesgo de brote con la reactivación económica y social”. Y con la electoral.

En la misma rueda de prensa, posterior al Consello da Xunta, en que anunciaba el ingreso en la denominada “nueva normalidad” -cuyos detalles en la comunidad se conocerán este sábado-, Feijóo volvía a dejar claro que, por más que lo haya negado durante semanas, él nunca había perdido de vista los comicios. Los acuerdos del Gobierno gallego se comunican por millones de euros -38 millones para un plan de recuperación social, 51 para obras en colegios- e incluyen una tarjeta monedero para gastar en alimentación e higiene. Y su agenda semanal consiste mayormente en visitas a empresas de toda condición.

Especializado en echar balones fuera, a la vez que proclama gastos e inversiones no se aparta de la estrategia seguida a lo largo de la pandemia. La responsabilidad es siempre del otro. La Xunta solo da buenas noticias. Este viernes cargó contra el Gobierno central en temas de competencia autonómica, como la educación, la gestión de las residencias de mayores o las ayudas a personas vulnerables al levantar el estado de alarma, algo que él mismo ha solicitado. Tampoco a la crisis abierta en Alcoa aporta mucho más que la crítica constante al ejecutivo de PSOE y Podemos, pese a que el Estatuto de Autonomía recoge que la política industrial es exclusiva de la Xunta. Pero en el fondo no deja de haber cierta coherencia: en 11 años como presidente, Feijóo no ha solicitado ni una sola competencia nueva para Galicia.

Las dificultades de la oposición

Al mismo tiempo que se lanza a la precampaña, Feijóo elude la confrontación directa con la oposición. La suspensión de las elecciones, inicialmente programadas para el 5 de abril y atrasadas por acuerdo de los partidos debido a la pandemia, le permitió prescindir del poder legislativo. Cuando por fin se elija un nuevo parlamento gallego, el presidente de la Xunta habrá pasado por la Cámara dos veces en cuatro meses. Partido Socialista, Galicia en Común -la coalición de Podemos, Esquerda Unida y Anova- y BNG no encuentran apenas espacio para formular sus propuestas. El analista Manuel M. Barreiro recordaba recientemente que “el monopolio comunicativo” del PP gallego y la clausura del lugar “donde se construye el discurso crítico en Galicia, la calle” cegaban el campo de batalla para la alternativa.

Las encuestas coinciden así en señalar que la cuarta mayoría absoluta consecutiva de Feijóo es posible. Igualaría el registro de Fraga Iribarne y reforzaría al barón gallego en las guerras internas de los populares, que en realidad nunca ha abandonado. A eso responden, más que a posicionamientos ideológicos de los que el presidente de la Xunta no es muy amigo, sus críticas a Cayetana Álvarez de Toledo.

Esas mismas encuestas también coinciden en el dibujo de la oposición. Y en él es el Bloque Nacionalista Galego, con Ana Pontón como candidata por segunda vez, la formación que más aguanta el tipo y mejora ostensiblemente sus resultados de 2016. El PSdeG de Gonzalo Caballero sube, pero no es capaz de repetir sus históricos resultados de las elecciones generales de abril del pasado año, en las que fue por primera vez la fuerza más votada en Galicia. Galicia en Común, encabezada por Antón Gómez-Reino, se desfonda respecto a En Marea hace cuatro años.

Precisamente la de los socialistas es una de las paradojas, quizás la principal, del panorama político gallego. Los tres partidos de la oposición sumaron en las generales de 2019 -en abril y en noviembre- más votos y más escaños que el Partido Popular. También en las municipales la izquierda y el nacionalismo mantienen cierta hegemonía -la mayor localidad en manos del PP es Arteixo, de 30.000 habitantes. Pero la demoscopia no acaba de reflejar una traducción de esa correlación al Parlamento de Galicia. El 12 de julio, en unas elecciones en territorio inédito -un tercio de los votantes podría no ir a votar si hay un rebrote de coronavirus-, quedará despejada la incógnita.

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