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ENTREVISTA

Una de las activistas climáticas que irán a juicio por la protesta en el Congreso: “Empiezo a pensar cómo será la cárcel”

Karen Killeen, con la resolución que, a la espera del juicio, le requiere el pago de una fianza de 3.306 euros

Esther Cabezas / Marcelo Sastre

Eivissa —

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Karen Killeen es una de las 15 activistas climáticas que han sido enviadas a juicio, bajo peticiones de 21 meses de cárcel por parte de la Fiscalía, por la acción simbólica que llevaron a cabo ante el Congreso de los Diputados el 6 de abril de 2022 para reclamar medidas urgentes del Gobierno ante la emergencia climática.

Esta semana ha acudido a los Juzgados de Eivissa, donde reside, para recoger la resolución que, a la espera de la vista oral, le requiere el pago de una fianza de 3.306 euros. “Es totalmente desproporcionado que, por tirar un líquido inocuo a una fachada se nos esté juzgando por la vía penal”, asegura Killeen en una entrevista concedida a elDiario.es, en la que recrimina la desmesura de unas peticiones que contrastan con la actual “destrucción planetaria” tanto a nivel poblacional como de ingente pérdida de diversidad. “Las corporaciones siguen contaminando, sigue muriendo gente, siguen matando a activistas, ¿y nos tachan de criminales?”, se pregunta indignada, mientras reflexiona sobre la escalada contra el activismo climático en todo el mundo

La activista lamenta, además, que el Gobierno no se haya puesto en contacto con ellas en ningún momento, y recrimina su inacción: “Actuar es reconocer la gravedad del problema o reconocer la gravedad del problema conlleva actuar. Y hay que actuar ya, el daño es tan grande que no podemos esperar”. Killeen señala, asimismo, que la mayoría de quienes protestan son científicos e investigadores que “han decidido que tienen que salir del laboratorio porque llevan años avisando, informando e investigando, y las autoridades no toman cartas en el asunto”. “No somos cuatro hippies o cuatro jóvenes o cuatro radicales”, advierte. Durante la entrevista aborda, asimismo, las actuales protestas agrarias y cómo la extrema derecha trata de capitalizar el malestar del campo; la necesidad de un turismo sostenible frente a la masificación y el lujo.

La semana pasada conocimos que habrá juicio oral contra los activistas que protestaron a las puertas del Congreso por la inactividad del Gobierno central ante la crisis climática. Les piden 21 meses de cárcel y diferentes indemnizaciones al Estado y al Ayuntamiento de Madrid por daños al patrimonio. ¿Qué significa para ustedes?

No es una sorpresa, porque hay que tener en cuenta que cuando nos arrestaron la primera vez nos acusaban de mucho más. En principio, la cosa parecía grave, pero finalmente fueron decayendo las acusaciones iniciales, como detener la actividad del Congreso o la resistencia a la autoridad. Entonces, quedó solo en firme la acusación de daños al patrimonio histórico. Nos piden 21 meses de cárcel y una multa de 3.300 euros. Es totalmente desproporcionado que por tirar un líquido inocuo a una fachada se nos esté juzgando por la vía penal con esta acusación. Porque aunque sean daños al patrimonio, es vía penal.

¿Cómo vive este proceso? ¿Se esperaba esa respuesta? 

Después de esta acción, vino a casa la policía y me dijo que tenía que ir al juzgado al día siguiente. A pesar de que me trataron bien, es un gran choque cuando te dicen que estás detenida. Y las fotos, las huellas dactilares y todo esto... Pero nosotras hacemos las cosas sabiendo las consecuencias que puede haber; eso que quede claro. Una de las razones para hacerlo es llamar la atención sobre el despropósito y la inacción climática de nuestros gobiernos. 

Nos piden 21 meses de cárcel y una multa de 3.300 euros. Es totalmente desproporcionado que, por tirar un líquido inocuo a una fachada, se nos esté juzgando por la vía penal con esta acusación.

Karen Killeen Activista climática

¿El Gobierno, en algún momento después de esta acción, se puso en contacto con ustedes?

No, en ningún momento. Numerosos colectivos han mostrado su apoyo a las acusadas, incluso la reina Letizia hizo unas declaraciones de apoyo. Y luego, hay políticos que sí han mostrado su apoyo yendo al Parlamento Europeo el mes pasado, donde nos invitaron. El Gobierno lo que ha hecho es todo lo contrario. Ha declarado ante la Fiscalía tildando a los movimientos ecologistas como terroristas, como ecoterroristas, aunque lo han tenido que retirar el día después. Hechos similares están ocurriendo en muchos países de Europa.

Se les acusa de atentado al patrimonio, aunque lo que realmente arrojaron fue agua de remolacha, ¿verdad? 

Pues sí, totalmente inocuo. Fue un líquido que a las dos horas estaba limpio. Compara esto con la destrucción planetaria que estamos viviendo. Selvas, mares, especies. Estamos en la sexta extinción. Estamos perdiendo especies a diario. Están muriendo personas en las áreas contaminadas. Estamos tirando CO2 a la atmósfera, nuestro planeta se está calentando de forma exponencial… ¿y nos quejamos de un poco de pintura? Es ridículo.

Esto es una manera de mover la Ventana de Overton. Hacer que se hable del tema al mismo tiempo que tanto la población como nuestros gobernantes prefieren no actuar. Porque actuar es reconocer la gravedad del problema, y reconocer la gravedad del problema conlleva actuar. Nuestro sistema de gobierno es cortoplacista, solo piensa en las próximas elecciones y tendrían que imponer leyes o regulaciones que no gustan. Hay que actuar ya, el daño es tan grande que no podemos esperar. Pero esto supone cambiar su forma de vivir, porque lo que está demostrado es que no podemos seguir creciendo infinitamente en un planeta. 

¿Quiénes fueron las personas que se manifestaron a la puerta del Congreso aquel día? ¿Cómo llegasteis a la conclusión de que esta acción era la más adecuada? 

Fuimos de varios colectivos ecologistas. Lo decidimos durante unas movilizaciones organizadas por Rebelión Científica. La mayoría son científicos e investigadores, no sólo activistas climáticos, que han decidido que tienen que salir del laboratorio porque llevan años avisando, informando e investigando, y las autoridades no toman cartas en el asunto. Este movimiento nació en Inglaterra y ya es mundial. Son científicos que llaman a la desobediencia civil para impulsar a los gobiernos a actuar. Yo no soy científica, soy más de letras, pero me uní a la llamada a la acción. Soy de las pocas no científicas que estamos acusadas. Están Jorge Reichmann, que es académico de Ecologistas en Acción; Juan Bordera que es periodista y ahora político; Fernando Prieto, que es del Observatorio Medioambiental, todos con conocimientos suficientes para pronunciarse. Era un miércoles, un día que estaban todos los políticos ahí y era para llamar la atención a la acción de nuestros gobernantes. ¿Dónde mejor? 

¿Esta inculpación supone la criminalización de los científicos y de los demás colectivos que están llamando a la acción? 

Es muy triste que se esté criminalizando a los que queremos proteger el planeta. La gente está muriendo ahora por los estragos del cambio climático, la crisis climática y la pérdida de diversidad. En el sur global, en Filipinas, India, Brasil, Guatemala y otros países los activistas climáticos sufren torturas, secuestro y muerte. El Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos de la ONU reconoce la desobediencia civil como una forma legítima de la acción. Han fijado los criterios para definir qué es la desobediencia civil. Pero, a pesar de esto, en Europa ahora también se está criminalizando. Lo estamos viendo en Alemania, en Italia, en Francia, en Inglaterra. Los activistas climáticos están terminando en la cárcel, están perdiendo su libertad. En Italia les está prohibido acceder a ciertas partes de la ciudad, han entrado en casas. En España hemos visto a activistas del Futuro Vegetal (FV) acusados de pertenecer a una organización criminal, como podría ser la mafia. Es preocupante. El propósito es callarnos, pero tenemos mucho apoyo de movimientos de juristas, artistas que han firmado y han escrito manifiestos en apoyo… cada vez más. 

Es muy triste que se criminalice a los que queremos proteger el planeta. La gente está muriendo por los estragos de la crisis climática. En el sur climático, en Filipinas, India, Brasil o Guatemala, los activistas sufren torturas, secuestro y muerte

Karen Killeen

¿Cómo se siente cuando la citan a un juzgado por esta causa? 

Es raro, pero estoy tranquila. Una sabe que va a pasar algo o que puede pasar, pero es cuando te dan el papel en la mano cuando ves que va en serio. Empiezo a pensar cómo será la cárcel. Reconozco que no quiero ir a la cárcel. Tampoco quiero pagar una multa. Veo tan injusto que unos cuantos pueden destruir el planeta, y los que queremos llamar la atención por ello seamos los criminales... Desde los años ochenta se sabe que el CO2 hace calentar el planeta. El científico James Hansen ya habló en el Congreso de Estados Unidos. Las empresas petrolíferas han intentado desmentir, crear dudas y los políticos están comprados. Las corporaciones siguen contaminando, sigue muriendo gente, siguen matando a activistas, ¿y nos tachan de criminales? 

¿Cree que esta citación supondrá que muchos de los que se han manifestado se queden en casa y dejen de actuar?

No cabe duda de que algunos sí que tienen miedo. De hecho, estamos viendo desde la covid-19 menos gente actuando. Creo que también hay un cansancio, una resignación de parte de mucha gente. Piensan que ya es tarde, que ya no podemos hacer nada, que la batalla está perdida. Si hubiéramos actuado cuando empezó todo ese auge en 2018… Pero desde entonces siguen subiendo las emisiones de CO2. Yo no voy a parar, ni ninguno de los que estamos acusados. Tenemos que seguir reivindicando medidas, todo cala. Nadie podría creer hace tan solo unos años que existiera el matrimonio homosexual y aquí está. Tenemos esperanza. Sabemos que con la emergencia climática pasará igual.

¿Cuáles son las principales reivindicaciones en estos momentos de las entidades que se siguen manifestando por la emergencia climática?

Urge dejar de emitir gases de efecto invernadero. Para reducir las emisiones, tenemos que decrecer. Hasta la reina lo ha dicho. El reducir las emisiones conlleva un cambio de paradigma. Y ahí está el quid de la cuestión que nadie quiere asumir. Nadie quiere agarrar este toro, ¿no? En inglés decimos que es como dar la patada a la lata para que siga más allá en vez de agacharse, cogerla y tirarla a la basura. Estamos aplazando decisiones difíciles y a la vez, cuanto más aplacemos, peores van a ser y peores las consecuencias climáticas.

¿Qué países son los que más contaminan en el planeta?

Sin duda el llamado primer mundo. Hay personas que hablan de que China e India contaminan mucho, pero su huella es inferior a la nuestra. El 80% de la población del planeta no ha subido nunca a un avión. Las emisiones por persona en China son iguales a las de Europa, no contaminan más que nosotros, solo que son muchos más, pero sus emisiones son mucho menores porque hace muy poquito que se han subido al tren del capitalismo, del consumismo. Pero, ¿por qué tiene tantas emisiones? Porque nosotros compramos todo a China. Realmente son nuestras emisiones.

Hay personas que hablan de que China o África contaminan mucho, pero su huella es inferior a la nuestra. El 80% de la población del planeta no ha subido nunca a un avión

Karen Killeen Activista climática

Los chinos, ahora mismo, tienen la política más ambiciosa del mundo de reducción de emisiones, y ellos son capaces de cumplirlo, no como otros países como nosotros que ponemos la hoja de ruta y luego no lo cumplimos. ¿Pero, por qué? Porque el pueblo está obligado a aceptarlas y cumplirlas. No podemos poner de excusa a India o a China para no actuar. Por supuesto, no estoy para nada perdonando las actuaciones de China, porque es un país que está haciendo bestialidades en todo el planeta. Pero si los territorios africanos y asiáticos copiaran el modelo de vida de Occidente, que es a lo que aspiran, las emisiones se pueden disparar. Por eso es importante la justicia climática.

¿Qué piensa de las Cumbres del Clima?

Está claro que las medidas que se toman son insuficientes. Puedes mirar una gráfica de las cumbres del clima y la subida de CO2 y de temperaturas y es que van de la mano. No quiero decir que uno cause la otra, pero lo parece. Creo que había más representantes de las petrolíferas que políticos. Es un club de negocios. En los pasillos se van cerrando contratos, es vergonzoso. No quiero decir que no se haya conseguido algo. Fue en Madrid cuando se empezó a hablar por primera vez de las comunidades indígenas. Después se aprobó un fondo de justicia climática para ayudar a los países que más sufren los estragos del cambio climático, pero no se está pagando. En la cumbre de Madrid había mucho, con realización de contracumbres. Había mucha esperanza, luego en Glasgow se desvaneció. Había mucha represión de la policía. La próxima será en Azerbaiyán, que es otro productor de petróleo. Vamos hacia atrás.

¿Qué es la justicia climática?

Es otra de nuestras reivindicaciones. Ayudar a los países, digamos pobres, que están sufriendo desproporcionadamente las consecuencias de la crisis climática. Las zonas ecuatoriales, asiáticas, tropicales… Según datos de ACNUR, para 2050 habrá 1,2 mil millones de refugiados climáticos y con nuestra soberbia creemos que los podemos matar en la frontera. No sé qué va a pasar. Existe una deshumanización de pueblos que están intentando escapar de sequías y de hambrunas para buscar una mejor vida. Y ellos ven esa mejor vida como nuestra vida, el consumismo, y esto no es posible.

Comentaba antes que pertenece a Extinction Rebellion (XR). ¿Cuál es la conexión entre XR y el movimiento de los científicos? 

Primero nació Extinction Rebellion en 2018 en Inglaterra, los científicos contactaron con activistas porque sus informes, los que sacaban a la luz, requerían de movimiento en la calle para exigir a los gobiernos y a los medios medidas al respecto. De aquí sale Extincion Rebelion. Luego nació Rebelión Científica, porque ellos tienen mucho peso. No somos cuatro hippies o cuatro jóvenes o cuatro radicales. En España, sobre todo, esta imagen de ser gente que no tenemos trabajo, que no tenemos otra cosa que hacer... Ser activista requiere mucho trabajo, mucho esfuerzo y mucho sacrificio.

En España, sobre todo, esta imagen de ser gente que no tenemos trabajo, que no tenemos otra cosa que hacer... Ser activista requiere mucho trabajo, mucho esfuerzo y mucho sacrificio

Karen Killeen

También están apoyando desde XR las acciones de Futuro Vegetal, cuyos miembros están siendo acusados de organización criminal. ¿Qué opina?

La intención es acabar con nosotras. El Estado ha ido más contra FV que contra XR, aunque FV ha nacido de XR. Futuro Vegetal opta por acciones más repetitivas, más llamativas. En Inglaterra está Just Stop Oil, que son parecidos. Son los que pagan el pato porque quizás ha funcionado su exposición mediática. Además, tienen una demanda muy concreta la disminución de las granjas ganaderas y del consumo masivo de carne que está produciendo grandes impactos en el clima por el consumo de territorio y su contaminación, además de la mala calidad de los productos que consumimos. 

¿Por qué durante la pandemia se instaba a la población a seguir las recomendaciones científicas y en este tema no?

Nosotros lo que pedimos es que se escuche a la ciencia, pero el Gobierno escucha a la ciencia selectivamente. Es así.

Ahora mismo estamos asistiendo a las manifestaciones de agricultores en toda Europa. ¿Cuál es su opinión?

El mensaje está siendo totalmente manipulado. La extrema derecha hace las cosas muy bien en cuanto a aprovechar las situaciones para llevarlo a su campo, nunca mejor dicho. La agricultura ha sido como el elefante en la habitación que nadie ha querido mencionar hasta ahora. Hay cuatro empresas multinacionales que controlan el mercado de cereales. Nuestro modelo de agricultura ha cambiado al macro. Como en las macrogranjas, aquí hay latifundios de grandes corporaciones, de fondos de inversión, en pocas manos, que reciben subvenciones de los gobiernos. Es el pequeño agricultor el que sufre. Hay que cambiar el modelo de agricultura, tiene que ser más sostenible. Los pequeños no son los que hacen el ruido, es que los grandes no quieren abandonar sus privilegios y que los gobiernos sigan financiándolos. Pero esto tiene que terminar. En esa línea trabaja FV.

Como en las microgranjas, aquí hay latifundios de grandes corporaciones, de fondos de inversión, en pocas manos, que reciben subvenciones de los gobiernos. Es el pequeño agricultor el que sufre

Karen Killeen

El 70% de España está en proceso de desertificación. Lo único que se les ocurre es querer seguir en la misma línea y salir a manifestarse con la ultraderecha, que lo único que quiere es seguir consumiendo territorio y seguir esquilmando y seguir desertizando como se está haciendo desde hace mucho tiempo con pozos ilegales. Es importante la información veraz, que las personas en la calle entiendan lo que está pasando. ¿Estás con el payés, pero sigues comiendo la misma cantidad de carne importada o de macrogranjas? La rentabilidad económica está por encima del clima, pero sin un clima propicio no va a haber rentabilidad económica. 

En Balears, por ejemplo, el medio ambiente, que precisamente es el principal activo de las islas, sufre la presión humana del turismo. ¿Cuál sería el modelo turístico adecuado para España? 

Yo es que soy muy radical en esto. Tendríamos que dejar de hacer turismo un tiempo. Esto tampoco es una solución, porque la gente piensa en la economía, pero viajar en avión está acabando con el planeta. Seamos realistas, no podemos acabar con el turismo, pero hay que buscar otro estilo de turismo, un slow travel, para que vengan menos personas por más tiempo. En Balears, donde yo vivo, en vez de haber un turismo sostenible, hay, por una parte, la masificación y, por otra, el turismo del lujo que está ganando terreno y su forma de vivir es derrochadora. El 1% más rico emite más CO2 que el 50% más pobre. A nivel planetario están contaminando, a nivel local también, porque tienen sus yates, tienen sus aviones privados.

Hay que reducir los barcos, es totalmente insostenible ya cada uno de los ricos que vienen tiene su barco o lo alquila. Además, hacen que suban los precios, que en Eivissa, donde estoy, son exorbitantes

Karen Killeen

Justo el otro día salió un informe hablando de la mala situación de nuestro mar. Hay que reducir los barcos, es totalmente insostenible ya cada uno de los ricos que vienen tiene su barco o lo alquila. Además, hacen que suban los precios, que en Eivissa, donde estoy, son exorbitantes. Hay un derroche de recursos. La cuestión, como hablábamos antes de China o India, es que el resto de la población quiere ser como ellos y es un trabajo de concienciación que las activistas intentamos realizar con nuestras acciones para que la gente empiece a reflexionar y pensar dos veces antes de consumir tanto o comprarse otro coche o coger otro avión. Un ejemplo, Taylor Swift, que viaja mucho en jet privado, ha denunciado a un estudiante porque dice que ella está constantemente volando en redes sociales... Pues ella lo va a llevar a juicio. Pero lo bueno de esto es que está empezando a estar mal visto ir en jet privado, y eso es bueno.

En estos momentos vivimos varios conflictos bélicos alrededor del mundo. Gaza, Ucrania, Sudán… Usted está muy involucrada en la defensa de los civiles gazatíes y en la petición del cese al fuego, pero también alerta sobre las emisiones que estas guerras están produciendo.

Las emisiones militares no son públicas, así que es muy difícil conseguir todos los datos. Pero se calcula que estas equivalen a las que produce un país entero. De hecho, estamos viendo unas subidas de CO2. Además, desde el punto de vista ecologista destruye territorio, destruye corrientes de agua… La reconstrucción también produce emisiones, más cemento, más procesos contaminantes. Deja una huella de sufrimiento humano, ecológico, animal y de territorio. Las tierras ya no se pueden volver a cultivar. No sé cómo vamos a salir de esto. Clare Daly, política irlandesa que es diputada en el Parlamento Europeo, ha asegurado que las operaciones militares en estos momentos están produciendo el 5,5% de las emisiones totales de gases de efecto invernadero, una cifra escalofriante como el genocidio que se está produciendo en Gaza a la vista de todos. Y nadie hace nada.

Respecto al conflicto palestino, la semana pasada tuvo lugar una jornada benéfica para Gaza en Eivissa en la que usted prometió que se cortaría el pelo si se recaudaban más de 5.000 euros. Por su aspecto parece que se superó esta cifra. ¿Cómo está siendo su lucha en este frente?

Sí, hemos recaudado alrededor de 9.000 euros. O sea que me tendría que rapar la cabeza dos veces. Todo está relacionado, es transaccional. En esa zona hay problemas de agua y existen planes de extractivismo en los mares de Gaza. Es un genocidio delante de nuestros ojos, que llevamos años permitiendo. Hemos permitido que el Estado israelí colonice territorio palestino, hemos permitido asentamientos ilegales, apartheid y una denigración de todo un pueblo. Me estoy dedicando todo lo que puedo a esto. Tenemos que seguir impulsando a los demás a  no mirar hacia el otro lado, porque, al fin y al cabo, todo nos puede afectar a nosotros, si permitimos este genocidio. ¿Quién dice que no seremos nosotros los próximos? 

¿Es consciente, ahora que acaba de recoger la resolución del Juzgado, de las consecuencias que pueden acarrear esta serie de reivindicaciones y de acciones por su parte? ¿Por qué lo hace? 

Siempre he tenido empatía hacia los más desafortunados. Yo creo que también fue porque de pequeña fui a vivir a Sudáfrica y viví el apartheid. Tenía 11 años y no lo podía entender. Y me quedó esta semilla. Lo hago porque tengo un privilegio, porque vivo bien, porque yo tengo comida. De momento, tengo un techo, tengo dinero en la cuenta, he tenido una educación muy buena que me ha permitido la experiencia de haber vivido en muchos países, que me ha permitido aprender mucho. Y desde este privilegio siento un deber de dar luz y voz a los que no tienen ese privilegio. Yo no quiero ir a la cárcel, evidentemente, pero tampoco me quería cortar el pelo. Bueno, volverá a crecer. Ahora que está cortado, hasta me gusta. No creo que la cárcel me vaya a gustar, pero si tengo que ir a la cárcel, iré. Y si sirve para algo, pues así sea. Tampoco hace falta que todos hagamos lo que hago yo. Pero todos podemos hacer algo. Cuando hay una petición pues firmar, y si te atreves a hacer más, pues más. No hace falta que cortes una calle, pero hay mil roles, se necesita mucha gente trabajando en esto. Solo tenemos que salir un poco de nuestra zona de confort.

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