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“Dije basta cuando mi agresor estranguló a mi hijo”: la lucha por rehacer una vida tras años de violencia machista

Giulia, víctima de violencia machista.

Nicolás Ribas / Marcelo Sastre

Eivissa —

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“Mi pareja me agredía física y psicológicamente. Un día, para defenderme, mi hijo mayor, para que no me pegara a mí, le pegó a él, motivo por el que (el agresor) le echó de casa y tuvo que irse con su padre biológico”. María (nombre ficticio) cuenta una historia desgarradora de violencia machista, un maltrato físico y psicológico sostenido en el tiempo durante 13 largos años. El último día que pasó con el agresor -condenado por violencia de género por sentencia del Juzgado de Violencia sobre la Mujer número 1 de Eivissa- cogió del cuello al hijo menor que ambos tienen. “Lo estaba estrangulando y me dio mucho miedo. Sus ojos mostraban agresividad. Mi hijo me pedía ayuda”, cuenta a elDiario.es la afectada, en un posible caso de violencia vicaria que no ha sido acreditado por el juzgado como tal.

Se hace el silencio. Mientras hablamos, sentados en el banco de un parque, María se derrumba. Se le caen las lágrimas cuando empieza a recordar y relatar más de una década de violencia y malos tratos. “Mi hijo estaba morado, así que empecé a gritar y pedir ayuda”, recuerda, con voz temblorosa. “La hermana y la madre del agresor intervinieron para ayudarme, pero otra de sus hermanas me dijo que qué le había hecho ‘para que actuara así’, pues siempre me culpaba de todo el comportamiento de su hermano”, relata.

El nivel de violencia fue aumentando. El agresor, según su testimonio, empezó a arrojar todas las pertenencias de María fuera del domicilio en el que residían. Todo lo destrozaba, mientras las amenazas seguían creciendo. “Te voy a prender fuego con gasolina. Me tienes harto, no te quiero en esta casa”, le gritó. La víctima, según relata, estaba tan conmocionada que ni tan siquiera era capaz de pulsar el número de la Guardia Civil para que los agentes se desplazaran al lugar y detuvieran al agresor. Fueron la hermana y la madre del agresor, detalla María, quienes lo hicieron. “Vinieron, les dije lo que había pasado y se lo llevaron al calabozo”, asegura. Esa noche la pasó en el piso que compartía con su ex pareja. Al día siguiente puso una denuncia ante las dependencias del Instituto Armado de Santa Eulària des Riu (Eivissa). Después, los agentes la acompañaron a un piso de acogida temporal de la Oficina de la Dona, un recurso social que gestiona el Consell d’Eivissa para mujeres víctimas de violencia machista sin alternativa habitacional.

“No quiero que pegues más a mi madre”

Entre la escena de violencia en la que el hijo mayor de María se rebeló y enfrentó a su padrastro y el estrangulamiento de su hijo menor pasaron unos tres años. “No quiero que pegues más a mi madre, no quiero que la trates así, ya estoy harto”, le habría dicho el adolescente, a quien después de este episodio no se le permitió volver a entrar al piso. Su madre, María, debía verle fuera, según su versión. La gota que colmó el vaso fue cuando el agresor agarró al hijo menor de ambos por el cuello. “Ahí ya dije que no aguantaba más”, afirma. Hay otro detalle, además de la cultura patriarcal, que puede explicar la violencia del agresor. Según María, consumía cocaína.

Después de que la denunciante pusiera en conocimiento de la Guardia Civil los hechos, hubo un juicio rápido en el Juzgado de Violencia sobre la Mujer número 1 de Eivissa. El Ministerio Fiscal, como acusación particular, calificó los hechos como dos delitos de maltrato físico y psíquico en base a los puntos uno y tres del artículo 153 del Código Penal, por los que pedía nueve meses de cárcel por cada uno y otro delito de maltrato físico y psíquico contemplado en los puntos dos y tres del mismo artículo, por el que pedía otros nueve meses de prisión, entre otras penas. Por el lado contrario, la defensa solicitaba, con la conformidad del acusado, que se dictara sentencia conforme al escrito del Ministerio Fiscal, de acuerdo a lo previsto en el punto dos del artículo 789 de la Ley de Enjuiciamiento Criminal.

Según los hechos probados de la sentencia, a la cual ha tenido acceso elDiario.es, se acredita que el acusado, que no tenía antecedentes penales, había mantenido durante 13 años una relación sentimental con la denunciante, con quien tiene un hijo menor de edad en común. “No sirves como mujer, no te quiere nadie, eres una porquería, eres una inútil, no tienes amigos”, le dijo el agresor a la víctima, después de que el primero discutiera con su hijo menor, de modo que la madre se interpuso entre ambos. El condenado reaccionó con violencia contra ella, insultándola y agarrándola fuertemente de los brazos. “No le pegues a mi madre”, respondió el menor, cuando ello ocurría.

Al día siguiente, el acusado volvió a discutir con su hijo menor, de modo que se repitió la escena en la que la madre intentaba evitar la pelea. “Te voy a quemar tus cosas conmigo dentro, eres una mala madre, todo lo que me pasa a mí es culpa tuya”, le gritó a la víctima, agrediéndola una y otra vez. Después, dice la sentencia que, con el objetivo de menoscabar la integridad física de su hijo, el agresor agarró fuertemente del cuello al menor. La madre intentó que le soltara, sin éxito, al tiempo que recibía nuevas muestras de violencia y ensañamiento.

El fallo condenó al agresor a dos años de prisión por los delitos de maltrato físico y psíquico contemplados en los tres primeros puntos del artículo 153 del Código Penal; inhabilitación especial para el derecho de sufragio pasivo durante el tiempo de la condena; prohibición de aproximación a menos de 100 metros a la víctima, a su domicilio o lugar de trabajo, durante 16 meses; prohibición de comunicación con la víctima durante el mismo tiempo; privación del derecho y porte de armas por 16 meses; inhabilitación para el ejercicio de la patria potestad durante 14 meses y prohibición de aproximación a menos de 100 metros a su hijo durante 16 meses, así como al pago de las costas.

El acusado no ingresó en prisión dado que no tiene antecedentes penales y la pena impuesta es de dos años o inferior. La suspensión está condicionada a que el condenado cumpla con lo establecido en el Código Penal, en referencia a la obligación del agresor a no acercarse y comunicarse con la víctima durante el tiempo que dictó la jueza, así como a participar en los programas formativos de igualdad de trato y no discriminación. De lo contrario, se ejecutará la pena de prisión. En un auto posterior, la magistrada dictó la custodia exclusiva a favor de la madre, fijando una pensión alimenticia de 200 euros para el hijo menor, que debe actualizarse anualmente conforme a las variaciones del IPC. En cuanto a los gastos extraordinarios, cada progenitor debe satisfacerlos al 50%.

La ‘burbuja’ del alquiler

La Oficina de la Dona es un servicio específico de información y asesoramiento para las mujeres de la isla, que dispone de un programa de atención integral para mujeres víctimas de violencia de género, gestionado por el Consell d’Eivissa. Ofrece alojamiento temporal, tratamiento psicológico para las víctimas y sus hijos e hijas, asesoramiento jurídico, sociolaboral y sobre recursos sociales. El servicio social también ofrece desayuno, comida, merienda y cena en el comedor de los hogares de acogida.

En estos momentos, María sigue viviendo en un piso de acogida del Consell Insular. Son, en total, cinco mujeres y seis niños. Está buscando una vivienda con tres o cuatro habitaciones para ella, dos compañeras suyas y tres niños. Sin embargo, la burbuja especulativa en torno a los precios del alquiler, y cuyos efectos están sufriendo especialmente las clases trabajadoras de Eivissa y Formentera, la está poniendo en serios aprietos. Tanto ella como sus compañeras no pueden pagar más de 1.200 euros por un piso con tres habitaciones. Una mirada rápida en un portal inmobiliario digital muestra que no hay ningún piso en alquiler con esas condiciones en Eivissa y Formentera. Hay que irse a vivir a Mallorca o Menorca.

El programa de pisos de acogida es un recurso temporal que finaliza a los nueve meses. María debía marcharse el 13 de mayo, según consta en un documento oficial del Consell Insular y la Oficina de la Dona, al que ha accedido este diario, remitido a la afectada. Sin embargo, ella no tiene a dónde ir. “Me hubiera quedado en la calle. Tristemente es así”, lamenta María. “Es una vergüenza lo que está pasando con las mujeres víctimas de violencia de género. Si hubiera tenido que marcharme el 13 de mayo lo hubiera hecho con las cámaras de televisión detrás para que vean cómo me quedo en la calle con un niño menor enfermo”, critica. Después de haber informado de su situación al PSOE y al Institut Balear de la Dona (Govern), así como denunciado su caso en los medios de comunicación locales, Carolina Escandell (PP), consellera insular de Bienestar Social, resolvió que las tres mujeres que se encuentran actualmente en esta situación se puedan quedar hasta que encuentren una vivienda, una excepción que contempla la norma si así lo valoran los profesionales, según detallan fuentes del Consell d’Eivissa a elDiario.es.

“Quiero salir para estar bien y ser feliz con mi hijo. No quiero estar siempre rodeada de mujeres que están pasando por el mismo proceso que yo”, afirma María, y añade que ha pedido ayuda al Consell d’Eivissa para encontrar piso, algo que lleva haciendo, asegura, desde noviembre del año pasado. “Me parece normal que el recurso sea temporal. Cada vez que sale alguien entra otra mujer. Pero son pocos los sitios, lamentablemente, a los que podemos ir”, relata. En estos momentos, hay 15 mujeres y 13 niños en los pisos de acogida, según datos facilitados por la institución insular, que explica a este diario que no hay peligro de que la capacidad de acogida se vea desbordada.

Antes de empezar a trabajar a media jornada, María recibía ayudas económicas contempladas en las leyes de 1995 y 2004, de ayuda y asistencia a las víctimas de delitos violentos y de medidas de protección integral contra la violencia de género, respectivamente. En cualquier caso, insuficiente para abandonar el piso de acogida temporal.

Cada siete días una mujer es asesinada a manos de su pareja o expareja

Las cifras de asesinatos por violencia machista que dejó el 2022 resultan escalofriantes. El dato anual se cerró con 49 mujeres asesinadas y 38 huérfanos en ese diciembre negro que hizo saltar todas las alarmas del Ministerio de Igualdad que encabeza Irene Montero. Cada siete días una mujer es asesinada a manos de su pareja o expareja, según los datos oficiales. María, afortunadamente, sobrevivió al maltrato: pese a no tener familia en la isla ni apenas apoyo a su alrededor, viéndose sola, sacó la fuerza necesaria para salir del pozo de negrura en el que se encontraba. Sin embargo, le han quedado muchas secuelas. La afectada explica que le falla muchísimo la memoria, como consecuencia del maltrato físico y psicológico que ha sufrido durante 13 años.

La violencia machista puede dejar muchas marcas visibles. Otras, en cambio, aunque se perciben claramente, no se ven. La huella psicológica, sin embargo, es imposible de borrar. Esta violencia específica que sufren las mujeres por el hecho de serlo, resultado de la sociedad patriarcal en la que vivimos, nos obliga a preguntarnos hasta cuándo la vamos a seguir tolerando. Siempre es condenable, pero tiene sus grados. La historia de Giulia (nombre ficticio), compañera de María en el piso de acogida, es menos dramática que la suya. Ella, en cuanto sufrió el primer episodio de violencia, se separó de su agresor.

Cuando ocurrió todo, en verano del año pasado, llevaba alrededor de un año con su pareja, que tenía problemas con la cocaína y el alcohol, según su versión. Unos meses después de llegar a la isla desde Italia, en caravana, empezó la violencia. “Se empezó a poner muy celoso y posesivo”, detalla en conversaciones con este diario. “Me insultaba, no me dejaba tranquila, no podía hablar con la gente. Era la primera vez que me pasaba: en Italia no tenía este comportamiento”, lamenta.

“Me agredió borracho y drogado”

Giulia explica que cada día tenía problemas con él. Incluso insultaba a su hijo adolescente. Hasta que un día, mientras estaba trabajando, fue agredida por él. “Se presentó en mi lugar de trabajo totalmente borracho y drogado”, señala. “Quería hablar conmigo, pero estaba muy violento. Le dije que no era el momento. El personal de seguridad privada se lo llevó hasta tres veces. Pero él seguía, hasta que me agredió. Todo el personal de seguridad intervino, se lo llevaron y llamaron a la Guardia Civil”, manifiesta. Al día siguiente fue acompañada por agentes de la Benemérita a uno de los pisos de acogida.

En un juicio rápido que se produjo después de los hechos denunciados, el Juzgado de Violencia sobre la Mujer número 1 de Eivissa condenó a la expareja de Giulia como responsable de un delito de maltrato previsto en el artículo 153 del Código Penal. Según consta en los hechos probados por la sentencia, a la que ha tenido acceso este diario, el agresor debe cumplir 40 días de trabajos en beneficio de la comunidad y se le condena a un año y cuatro meses de privación del derecho a la tenencia y porte de armas; un año y cuatro meses de prohibición de aproximación a una distancia inferior a 100 metros de la víctima, su domicilio, lugar de trabajo o cualquier lugar donde se encuentre; un año y cuatro meses de prohibición de comunicación con la víctima y una responsabilidad civil de 130 euros por las lesiones causadas (más intereses) así como al pago de las costas procesales.

El tribunal consideró probado que el acusado, sin antecedentes penales a efectos de reincidencia y habiendo sido privado de libertad por estos hechos durante dos días, había mantenido una relación sentimental con la denunciante durante un año y medio (sin descendencia en común). Un día de verano, el acusado acudió al lugar de trabajo de la víctima, muy agresivo y alterado, momento en que, “con ánimo de intentar atentar contra la integridad física de la misma, le propinó una bofetada en la parte izquierda de la cara”, detalla la sentencia. A consecuencia de estos hechos, la perjudicada sufrió una contusión facial izquierda que tardó en curar cuatro días.

Unos meses después, Giulia presentó una denuncia en la Unidad de Atención a la Familia y Mujer (UFAM) de la Policía Nacional contra su ex pareja que, presuntamente, había incumplido la orden de no comunicación con ella. Según consta en un escrito formulado ante la Policía Nacional, al cual ha tenido acceso este diario, antes y durante las fiestas de Navidad, el denunciado intentó ponerse en contacto con la víctima a través de mensajes y llamadas por el móvil, llegando al punto de que la denunciante tuvo que bloquear su teléfono para dejar de recibir dichos mensajes y llamadas. En estos mensajes, dice la denuncia, hubo disculpas y muestras de cariño, para acto seguido acusar a la víctima y reprocharle lo ocurrido. La misma dinámica se repitió meses después, asegura la denunciante, quien no recuerda en qué momento desbloqueó al agresor para evitar que se comunicara con ella.

Ella es una de las tres compañeras que está buscando piso junto a María. Tiene trabajo a jornada completa, pero no encuentra nada. Ni siquiera sabe si seguirá viviendo en la isla o se marchará cuando termine la temporada turística. “No siento un futuro para mi hijo y para mí. Es muy difícil vivir sola aquí”, lamenta. Se siente agradecida por tener un sitio en el que vivir temporalmente, sin embargo, necesita encontrar una solución en el corto plazo. “Necesito vivir y rehacer mi vida, con amistades y libertad. Soy una mujer alegre y esto no es lo que quiero”, añade.

No siento un futuro para mi hijo y para mí. Es muy difícil vivir sola aquí. Necesito vivir y rehacer mi vida, con amistades y libertad. Soy una mujer alegre y esto no es lo que quiero

Giulia Víctima de violencia machista

Una asociación para empoderarse

Ambas son conscientes de su condición de víctimas, pero también de que cuentan con las herramientas para empoderarse y empezar una nueva vida. María acaba de crear una asociación que tiene como fines la reinserción laboral de mujeres víctimas de violencia de género; ayuda en la búsqueda de vivienda para ellas, así como apoyo emocional, cursos y talleres formativos y asesoramiento. “Creo que necesitamos trabajar la creatividad, la fantasía y la imaginación”, expresa Giulia, que ha trabajado toda su vida en el mundo del arte, el teatro, el baile, la pintura y la música.

“Esta asociación no solo buscará trabajo a las mujeres víctimas de violencia machista, sino también las ayudará a buscar piso”, afirma María. “Necesitamos estar empoderadas”, concluye Giulia. María concluye con una exigencia: que los partidos políticos no se olviden de ellas cuando termine la campaña electoral del 28 de mayo. Este diario, a petición de las víctimas, ha evitado dar apenas información personal de las afectadas para preservar su identidad e intimidad.

Si estás sufriendo violencia machista puedes pedir ayuda institucional a través del teléfono 016, por medio de un mensaje al 600 000 016 o mediante el correo electrónico 016-online@igualdad.gob.es, a través de cuyos canales recibirás asesoramiento del Ministerio de Igualdad. En el caso de las Illes Balears, puedes llamar al 971 22 74 08 (Mallorca), 971 357 024 (Maó), 971 480 201 (Ciutadella) y 971 19 56 07 (Eivissa).

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