Fiestas ilegales bajo tierra: desmantelan una mítica discoteca clandestina oculta en una cueva de la Ibiza rural

The Kave. Dos palabras, siete letras y otros tantos azulejos. Fondo blanco, caligrafía azul, clásica. Dos cenefas decoran cada rectángulo de cerámica, por arriba y por abajo. Están pegados a una pared de color ocre. En Eivissa, las entradas de muchas casas unifamiliares podrían responder a esa descripción. Un chaletito en la periferia de los núcleos urbanos más grandes de la isla. Autóctonos y recién llegados los construyeron, muchos con sus propias manos, durante los setenta, ochenta e, incluso, los noventa, cuando comprar una parcela no era un sueño prohibitivo para un currela, un autónomo o un pequeño empresario, como mucho una hipoteca para casi toda la vida. Sólo chirría el nombre, demasiado guiri, demasiado explícito.

Underground en todos los sentidos. Aquella fachada no es la de una vivienda o, al menos, una vivienda habitual. Tapia una pared de piedra. Detrás de la puerta, redonda como el casco de un vikingo, hay una cueva. Como las que han servido como hogares durante siglos en zonas duras, pobres y llenas de montañas horadadas (la Alpujarra, Matera, en el sur italiano), como las casas de Hobbiton, pero dedicada a otro uso: ganar dinero al margen del sistema. The Kave es una discoteca. O lo fue.

Esta semana, el Ajuntament de Santa Eulària des Riu ordenó su suspensión y abrió un expediente para sancionar a los responsables de este garito ilegal. La multa podría ser de 600.000 euros. Como mínimo será de 60.000. “Este caso se investiga desde 2022, ha presentado desafíos significativos para el departamento de infracciones en la fase de instrucción. Una vez superadas las dificultades, se ha procedido a abrir el expediente sancionador”, explican fuentes municipales.

No tenían perfiles en redes sociales, pero su rastro era fácil de encontrar. Vídeos en YouTube, publicaciones en Instagram, hasta un obituario en Facebook por parte de un perfil que alimenta la nostalgia por la época ibicenca de las fiestas que comenzaban después del amanecer (están prohibidas por ley desde 2008 en las Illes Balears): “El legendario lugar de afterparties privadas en Ibiza, The Kave, ha sido clausurado por la policía. Era uno de los últimos lugares verdaderamente auténticos de la isla. Escondido en una cueva natural en el corazón de Sant Carles, Santa Eulària, era un refugio mítico para amantes de la música y espíritus libres, manteniendo viva la verdadera esencia de Ibiza durante más de una década”.

Un negocio fraudulento sin horarios ni días fijos

El negocio fraudulento en esta gruta natural viene de lejos. A diferencia de otras grutas ibicencas –usadas como refugio por personas sin techo, o vandalizadas por adoradores new age pese a que gozan de protección patrimonial–, infinitos beats han golpeado estas paredes de piedra viva. El eco de aquel sonido puede rastrearse en un hilo de un foro que mantiene en marcha Ibiza Spotlight, una conocida web que le cuenta al visitante –sobre todo si es británico y clubber– todo lo que necesita saber sobre la isla. Any info about The Kave?, preguntaron en junio de 2015:

–Llevamos viniendo a Eivissa los últimos seis años [es decir, funcionaba como mínimo desde 2009] y nunca hemos conseguido encontrarlo. Hemos oído que solo se accede por invitación. ¿Cómo se consigue una? ¿Qué días está abierto y de qué hora a qué hora? ¿Código de vestimenta? ¿Qué tamaño tiene?

La primera respuesta:Es un sitio privado que no tiene horarios ni días de apertura fijos. A veces hay fiestas, pero no es algo regular (no puedes decir ‘todos los jueves’, por ejemplo). Simplemente tienes que tener suerte y conocer a los que lo organizan o a alguien que los conozca”. La réplica: “Gracias. Supongo que no vamos a poder ir. Esperaba que repartieran pulseras a unos pocos en los clubs como se hacía en San Francisco [por la ciudad de California, Estados Unidos]”. La contrarréplica: “Bueno, sí que reparten algunas, pero: a) realmente son muy pocas, y b) tienes que saber a qué fiesta ir esa noche para saber de qué after es la pulsera”. La duda final: “Última pregunta, lo prometo. Si conseguimos que nos inviten... ¿merece la pena?” “He vivido algunas fiestas increíbles allí, así que diría que sí”.

Luego, otros usuarios contaron sus experiencias. Mencionan las célebres fiestas a las que fueron (como Cocoon, uno de los iconos de la discoteca Amnesia) antes de dejarse caer por su after oficioso. También, a los deejays súper cotizados que han visto bajo tierra, como Mladen Solomun, nacido en Bosnia y Herzegovina en los tiempos de la antigua Yugoslavia. Además, un detalle clave: la cueva es muy pequeña para la cantidad de público que entra y hace mucho calor. “Como 50 grados dentro”, dice un forero, que estuvo allá por 2011. “Desde el año pasado [2014] tienen aire”, precisa otro.

La redada que destapó el pastel

La Policía Local de Santa Eulària y la Guardia Civil contaron casi 500 personas cuando, esta primavera, se tendió la redada que destapó el pastel. El comunicado que ha enviado a los medios el ayuntamiento describe lo que sucedía dentro de la finca donde se encuentra la cueva como un evento en toda regla. Personal de seguridad contratado. Un “conocido pinchadiscos” a los platos. Un servicio de enfermería preparado para atender posibles incidentes. Ningún permiso, ninguna licencia. Nula autorización, máximo riesgo en cuestiones de seguridad, salud pública y medio ambiente.

Ahora, los responsables de The Kave disponen de quince días para presentar alegaciones, en los que podrán “expresar su defensa y aportar las pruebas que consideren oportunas”. De momento, el lugar está precintado; los bafles, en mute. Una calma más acorde con el paisaje tradicional de la Vénda d’Atzaró. Casas de campo, villas de billonarios, campos de naranjos, un agroturismo donde –con licencia– también se organizan eventos y fiestas (muchísimas bodas), y, tanto al este como al oeste, un par de torres de defensa. Poseen alto valor histórico. Hay decenas en la Eivissa rural.

Se levantaron en los siglos XVI y XVII. Lejos de la costa: estaban pegadas a las masías agrícolas y ganaderas que dispersaron a los ibicencos en el interior de la isla. Hoy son parte de esas viviendas, o un anexo, pero en su origen tenían una misión: proteger a los mayorales de las fincas, a sus familias, al resto de jornaleros, cuando las naves bereberes tocaban tierra y descargaban una razia. Un espacio de seguridad en medio de la anarquía económica.