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Los vaivenes judiciales de un domingo inesperado en Brasil reavivan el mito de Lula da Silva

Concentraciones a favor de Lula da Silva celebradas este domingo frente al Sindicato de Metalúrgicos en la ciudad de Sao Paulo.

Víctor David López

No es casualidad que el Partido dos Trabalhadores (PT) decidiera el pasado viernes dar un giro en el guión que mantiene en vilo el año electoral en Brasil. El juez de segunda instancia ponente del Caso Lava Jato en Porto Alegre, trama de corrupción que ha acabado salpicando al expresidente Lula da Silva, ya estaba de fin de semana –entraba el equipo de guardia–, y el juez clave en el encarcelamiento de Lula, Sergio Moro, estaba de vacaciones.

Tres diputados del PT, Wadih Damous, Paulo Teixeira y Paulo Pimenta, presentaban esa noche del viernes ante el Tribunal Regional Federal de la Cuarta Región –sede en Porto Alegre, agrupando las secciones de Paraná, Santa Catarina y Río Grande del Sul– una nueva petición de habeas corpus para la excarcelación de Lula da Silva, preso desde el pasado 7 de abril. La dejaron en manos del juez de segunda instancia Rogério Favreto, el que acababa de entrar de guardia para todo el fin de semana y compañero de João Pedro Gebran Neto, juez ponente del caso Lava Jato. Favreto está por encima jerárquicamente de Moro, que es juez de primera instancia.

A Favreto le critican que guarda cierta cercanía con el PT, al igual que a Moro se le echa en cara su proximidad al PSDB. Una polémica más en la constante judicialización de la política y la politización de los tribunales en Brasil. La pericia del partido de Lula se basaba en dos cuestiones fundamentales: respecto al rechazo de la segunda sala del Tribunal Supremo al último habeas corpus hay una novedad, ahora Lula da Silva es oficialmente precandidato a presidente de la República. Y además se destaca la “flagrante ausencia de la necesidad de prisión provisional”.

El Partido dos Trabalhadores ha llegado a la conclusión de que politizar al máximo la prisión de Lula es la única opción de ganar las elecciones de octubre. Solo con sus votantes en la calle, al calor del mito, conseguirían seguir a flote. La estrategia casi da resultado en este domingo inesperado de titubeos en los tribunales. Remarán hasta el final con Lula da Silva como precandidato. Si la ley de la “Ficha Limpia” le aparta de la carrera electoral, el discurso de la persecución política contra el expresidente puede ser suficiente para movilizar al electorado en torno seguramente a Fernando Haddad, el plan B que por ahora se sigue ocultando en público. Haddad fue ministro de Educación tanto con Lula da Silva como con Dilma Rousseff, así como alcalde de São Paulo.

La jugada del PT casi alcanza el objetivo al encadenarse los acontecimientos en cuestión de horas: primero el juez de guardia acepta el habeas corpus y concede la libertad a Lula da Silva; a continuación el juez de segunda instancia relator del caso Lava Jato revoca la decisión; posteriormente el juez de guardia vuelve a ordenar la puesta en libertad de Lula y marca un plazo para que la Policía Federal ejecute la decisión, y finalmente el presidente del Tribunal Regional Federal de la Cuarta Región, Thompson Flores, interviene para anular el proceso de excarcelación.

Movilizaciones populares

Todo esto con decenas de miles de seguidores del expresidente ya repartidos en numerosas concentraciones de apoyo a Lula da Silva por todo el país. En Río de Janeiro, dirigentes del PT como Lindbergh Farias (senador), Márcia Tiburi (precandidata a gobernadora) o Benedita da Silva (diputada federal) llevaban la voz cantante del acto central en el que se conectó en directo vía telefónica con uno de los tres diputados que presentó el habeas corpus, y que se encargó de desvelar los detalles de la trama.

“Estamos en la Policía Federal de Curitiba desde las nueve de la mañana”, comentaba Wadih Damous, “y la desobediencia a la orden ha sido descarada. El juez Sergio Moro, que está en Portugal de vacaciones, ha llamado al comisario de guardia para que no cumpliera la orden judicial”. Damous denunció también la “inmersión total de jerarquías: un juez de primera instancia ordena desobedecer una orden de un juez de segunda instancia”.

Los seguidores de Lula da Silva mantuvieron las esperanzas de la liberación hasta el final de la tarde. Su líder está condenado a más de doce años de prisión por el caso del apartamento que supuestamente le entregó una constructora a cambio de favores, aunque él niega que esa propiedad sea suya. Y es que no es una liberación cualquiera: Lula da Silva lleva meses al frente de las encuestas de intención de voto para las próximas elecciones presidenciales, incluso estando preso.

Damous siguió resumiendo los acontecimientos, recordando que “no le compete al presidente del Tribunal Regional Federal revocar una decisión de un compañero de la misma jerarquía, del mismo tribunal”. Para despedir su conexión subió el nivel de provocación y definió lo que estaba sucediendo como un “estado de excepción”, solicitando una “movilización popular por todo el país”, y señalando que “ha quedado claro que Lula es más que un preso político: es un secuestrado político”. Arremetiendo de nuevo contra Moro, se dirigió a él como capitão do mato, comparándole con la antigua figura del capataz de menor rango del sistema del esclavismo, cuya función era atrapar a los esclavos que se fugaban. “Secuestrado por el capitão do mato”, recalcó el diputado.

Antes de que se apagara definitivamente el optimismo de los manifestantes, Benedita da Silva les garantizó que el expresidente “no es un líder que abandone a su pueblo a la hora de la verdad. Podría haberse marchado del país, podría haberlo hecho de otra forma, pero no sería Luiz Inácio Lula da Silva, que nunca huye de la lucha”.

El senador Lindbergh Farias tomó el micrófono para caldear más si cabe el ambiente: “La maniobra está clara: la Policía Federal ha incumplido una orden judicial”. Farias ha acusado a las fuerzas de seguridad de entorpecer el proceso, alegando, entre otras cosas, que no había recibido la notificación oficial para excarcelar a Lula. Márcia Tiburi prefirió moverse ya en el ámbito de la precampaña, desdeñando las políticas de la derecha: “No existen, no están vivos, hacen una política zombi, desarrollada por muñecos que no tienen relación con el pueblo, que somos nosotros, y que sí que estamos vivos”.

Puede parecer que la acción se encuentra en el mismo punto que el viernes por la tarde, pero algo ha cambiado: se ha reavivado el mito Lula. Sea él el candidato definitivo, o sea algún compañero de última hora, a todos los rivales políticos del PT no les interesa que el 'lulismo' tome las calles.

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