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La sombra de Rusia obliga a Berlín a revisar su política de defensa

Merkel y Putin en la inauguración de la feria de Hannover en abril de 2013.

Salvador Martínez Mas

Berlín —

La canciller alemana Angela Merkel aún no se ha cansado de repetir que no puede haber una “solución militar” para la guerra civil de Ucrania. Sin embargo, por mucho que se den prioridad a las vías diplomáticas, en Berlín ya están replanteándose los objetivos estratégicos alemanes frente a Rusia y el resto de eventuales amenazas.

La política alemana con respecto a Moscú ha cambiado a causa de la crisis ucraniana. El Gobierno de Vladímir Putin está tratando “de establecer una política de poder geoestratégico y poder militar como modo de afirmar sus intereses”. Con esos términos se expresó la semana pasada la ministra de Defensa alemana, Ursula von Der Leyen, en el acto con el que se inició el debate sobre los objetivos estratégicos germanos y que concluirá con una nueva edición del Libro Blanco de defensa.

En dicho documento volverán a definirse las directivas de la política de seguridad de Alemania. Su anterior versión, publicada en 2006, ha quedado anticuada en vista de los cambios ocurridos, por ejemplo, en el este de Europa. Tanto es así que “las acciones de Rusia en Ucrania cambian fundamentalmente la arquitectura de seguridad en Europa”, según ha dicho Von der Leyen. Eran otros tiempos cuando en la versión de 2006 del Libro Blanco de defensa alemán, Rusia aparecía descrita como “socio prominente”.

Esa expresión ha quedado obsoleta en Alemania. Angela Merkel ha hecho de su país “el líder no sólo en la política de Europa frente a Rusia, sino también, y sobre todo tras su última visita a Washington, en el líder de la política transatlántica frente a Rusia”, explica a eldiario.es Liana Fix, investigadora del Consejo Alemán para las Relaciones Exteriores (DGAP, por sus siglas en alemán). “Básicamente, Merkel está ahora liderando toda la política que se hace en Occidente con respecto a Rusia”, añade Fix.

Sin duda, hay otros temas que tendrán importancia en la gestación del nuevo Libro Blanco, como la amenaza que representa el Estado Islámico, la inestabilidad en Oriente Medio, los ciberataques o cuestiones vinculadas a brotes epidémicos como el del virus del ébola en África e incluso problemas ligados al cambio climático. Sin embargo, en Berlín, la Rusia de Putin se ha convertido en una prioridad en la que pensar a nivel estratégico. De ahí que el diario conservador Frankfurter Allgemeine Zeitung utilizara en su información sobre el debate iniciado por Von der Leyen esta semana el titular “Una respuesta a Moscú”.

En esa respuesta es en lo que la ministra de Defensa ha hecho hincapié a la hora de presentar las primeras discusiones sobre el Libro Blanco. “La nueva política del Kremlin comenzó mucho tiempo antes de la crisis en Ucrania y nos ocupará por mucho, mucho tiempo”, según Von der Leyen.

Prepararse para ese largo trabajo es algo que aún ha de hacer Alemania, aunque si bien es cierto “que el anterior Libro Blanco se había quedado anticuado, en realidad, desde los Ministerios de Defensa y Exteriores, y la Presidencia de la República, se ha estado llamando desde hace un año a que Alemania asuma más responsabilidades en asuntos de política exterior”, según aclara a este diario Marcel Dickow, investigador y experto en cuestiones de defensa del Instituto Alemán para Asuntos Internacionales y de Seguridad (SWP, por sus siglas en alemán).

En Alemania, después de la Segunda Guerra Mundial, han pasado por el poder varias generaciones de líderes políticos que han querido “llevarse bien con todo el mundo”, según Liana Fix, la investigadora del DGAP. Pero esta actitud es ahora un imposible. Por eso Dickow piensa que algo importante que ha de incluir el nuevo Libro Blanco es el concepto de “responsabilidad en conflictos internacionales que ha desarrollado Alemania en los últimos años” debido a una conflictiva realidad internacional que ha obligado a menudo desplegar medios militares.

Todavía resulta difícil convencer a la sociedad alemana de la opción de intervenir más en el extranjero. Por tradición, la sociedad alemana es reacia al militarismo. Aunque esto no evita que, sin hacer mucho ruido, las elites germanas hayan hecho del presupuesto militar de su país uno de los mayores a nivel mundial. Según las cuentas del Instituto de Investigación para la Paz de Estocolmo, Alemania presenta un gasto en defensa de unos 36.700 millones de euros, un montante que triplica ampliamente los 9.600 millones que esa institución atribuye a España. Aun así, Alemania sigue muy por detrás de los 46.000 millones de euros que gasta Francia en defensa o de los 50.000 millones que destina el Reino Unido a fines militares.

Un aumento de ese presupuesto en Alemania contaría en principio con la oposición del ministro de Hacienda, Wolfgang Schäuble, que en mayo de 2014 dejó claro lo poco que le interesaba: “Aumentar el presupuesto de defensa en la situación actual no sería una política inteligente. Es lo contrario a lo que necesitamos”, dijo en una entrevista en Der Spiegel.

Por tanto, no está previsto que Alemania vaya emplear más fondos a defensa. Pero de la mano de Angela Merkel el país va camino de “normalizar” su papel en el ámbito internacional. “Siempre ha habido problemas con Alemania por no afirmar claramente cuáles son sus intereses a nivel de seguridad, pero ahora más que nunca, el proceso que se abre con la redacción del Libro Blanco es una oportunidad para cambiar esto” y hacer posible, por ejemplo, “que franceses y británicos puedan encontrar un terreno común con los alemanes sobre el que debatir cuestiones de seguridad”, subraya Dickow, el investigador del SWP.

Los lastres del pasado imperialista nazi cada vez pesan menos en la conciencia de los políticos alemanes y las urgencias del presente, como la amenazante situación en Ucrania, obligan a Alemania a quitarse los complejos para contribuir de verdad en la búsqueda de soluciones a los problemas internacionales.

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