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“A Caracas le hace falta un descanso emocional”

Policías venezolanos vigilan una calle cerca de una manifestación el domingo.

Alberto Arce

Caracas —

La Caracas de la Asamblea Constituyente amanece tranquila. Aunque sea en falso. Este domingo, que un exmilitar ha tratado de tomar un cuartel para detonar una rebelión militar masiva, la calma es tan evidente en el este opositor de la ciudad como el fracaso del excapitán Guaripano y sus partidarios.

Cuando comienza el fin de semana, Caracas se manifiesta como una ciudad disminuida que se relaja, pierde la tensión. Se pone a la espera. El viernes, mientras se instalaba la Asamblea Constituyente venezolana, a un par de kilómetros, en un teatro en los bajos del inmenso bloque de cemento del Parque Central, Franklin Zambrano cumplía uno de sus sueños: grabar un disco acústico. Suavizar, de alguna manera, el rock duro que toca hace más de dos décadas. Una intención acorde, en lo musical, con lo que siente sobre su ciudad.

“A Caracas le hace falta un descanso emocional”, decía poco antes de comenzar a cantar para un público de medio centenar de fans entregados que la noche del viernes, a diferencia de días anteriores, no habían tenido mayores problemas para llegar al evento. Desde el viernes, en Caracas no hay protestas. Y no porque la situación mejore. Dista mucho de hacerlo.

Caracas toma fuerzas, a ambos lados del tablero, para continuar la batalla. Durante un par de días, todo comienza a ocupar un lugar nuevo, que con gran probabilidad será efímero, tras meses de una gran intensidad, cruel, que ha dejado muchos muertos. El lugar de la espera. El descanso entre el primer y el segundo tiempo del partido. El antes y el después de la Asamblea Constituyente. Montones de cascotes en las esquinas del este opositor, sí. Pero que tras un par de días sin usarse, ya no son barricadas. Se han convertido en basura, a la espera de la nueva ola de protestas. Y en la puerta de una pastelería, unos adolescentes piden para comer con estrategias adaptadas: “¿Nos ayuda con comida? somos jóvenes de la resistencia”, dicen, integrando con normalidad en su repertorio lo que su público, en este barrio, quiere oír. Grupos de personas bajo los puentes, sí. Pero la mayoría, motoristas que se protegen de la lluvia, y no policías antimotines listos para intervenir como días antes.

“Caracas es hoy una ciudad triste”

Franklin, de 48 años, es el vocalista de Arrecho, una banda que adoptó como nombre la que es, si cabe, la más venezolana de las palabras. Una que sirve –arrecho- para recorrer ambos extremos de ese arco emocional que vive un país en el que una mitad está muy enfadada y la otra bastante satisfecha con lo sucedido los últimos años. Ahora, su banda cumple seis años sobre los escenarios y tocaba por primera vez sin enchufar, con cuatro guitarras acústicas, un bajo y percusión. “Mi intención, hoy, hacer música y no participar de la marea en la que se ahoga un país de términos secuestrados e histerismo, que se está dejando de lado todo lo que no sea política. ”Necesitamos recuperar espacios de calma“.

Pero sus letras, como la realidad, no dicen lo mismo. Son más realistas que las intenciones de quien las escribe. Son claramente políticas. Con esa voz ronca y gutural del rock más duro, que no pierde fuerza pese a lo desenchufado del concierto grita, protesta, despacio, a garganta rota, versos que su público se sabe, canta en alto, con pasión, señalando que es ahora cuando más sentido les encuentran, versos como “siempre es otro el del error/no oyes nada, no ves nada/ que no sea en tu interés”. También, “si en el nombre del progreso, la patria y el amor hay dolor y muertos y una injusticia/ con los buenos no estoy yo”.  O “siempre evocas a los héroes de un pasado por venir/ en mi nombre no”.

Osman Romero, uno de los asistentes a ese concierto, decía, tras un largo monólogo, más que nada, un quejido, que “Caracas es hoy una ciudad triste, en retroceso, que pierde poco a poco su vitalidad más allá de la política, que es aquí mortalidad”. Casi no le quedan bares, echa de menos a los amigos, a la mujer, a la hija que ya se fueron del país y dosifica mucho las pequeñas cervezas de que disfruta, esa Polar ultra fría a 2500 bolívares, que cada vez le cuesta más pagar.

“Alguien tendrá que hacer que todo esto frene”, pedía Osman.

Al constituir una nueva Asamblea, una nueva institución que centralizará la iniciativa política del gobierno para darle el impulso perdido,  y en la que la oposición decidió no participar, Maduro crea un cuerpo político que, pese a las denuncias de manipulación electoral, empezó a trabajar de inmediato como sólo puede trabajar una asamblea monolítica de un sólo partido, a las órdenes y por aclamación.

A la espera del lunes

A primera hora del sábado, la Asamblea destituyó a la Fiscal General, Luisa Ortega. La escena de la Fiscal General huyendo en motocicleta por la ciudad embutida entre sus guardaespaldas después de ser destituida fue, sin ninguna duda, el giro tragicómico del día. Un giro que anuncia también que el gobierno se mantiene firme y en control de la situación. Pero en la calle, la desidia e indiferencia de los transeúntes en los alrededores del edificio del Ministerio Público es importante. Apenas la acompañan un grupo de periodistas. Nadie se había acercado a apoyarla en persona ante los escudos de los soldados que rodeaban el edificio.

Horas después de la huida de la fiscal, a las familias y niños que disfrutaban de su tarde de helados y juegos en la Plaza Bolívar de Chacao, al este de la ciudad, se sumaban varias cámaras de televisión y un grupo de diputados que acompañaban al Presidente del Parlamento, Julio Borges, en una poco concurrida, triste, rueda de prensa. No sólo ni se levantaban de los bancos para escuchar cómo Borges, sin tensión ni pasión, llamaba al pueblo, una vez más, a la resistencia y anuncia que los diputados regresarán a sesionar a la asamblea el lunes. En realidad, el público ni miraba. Algunos, tristes, creen que la oposición ya ha decidido conformarse con una derrota. José Ibuyen, opositor convencido al chavismo, helado en mano, junto su mujer Zorayda, que asiente, dice: “Espero que no sea hastío, pero es probable”.

La mañana del lunes, cuando toque saber si, cómo, dónde, con qué decisiones se reunirán las dos asambleas que hay en Venezuela, o si señores de verde haciendo cosas se manifiestan de nuevo, es muy probable que la pausa decretada por las calles este fin de semana se rompa de nuevo. 

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