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EEUU piensa en la Autoridad Palestina para el futuro de Gaza, pero la apuesta está llena de riesgos

El Secretario de Estado de EEUU, Antony Blinken, le da la mano al Presidente palestino Mahmoud Abbas antes del inicio de su reunión bilateral, el 13 de octubre de 2023 en Ammán, Jordania

Peter Beaumont

Jerusalén —
6 de noviembre de 2023 22:49 h

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Después de las elecciones legislativas palestinas de 2006 ganadas por el partido Cambio y Reforma, respaldado por Hamás, el gobierno de la Autoridad Palestina (AP) llegó a un caótico final. Los resultados electorales activaron una serie de enfrentamientos entre familias armadas a las que o bien separaba la afiliación política a las organizaciones Hamás o Fatah o bien estaban atravesadas por rivalidades enconadas desde hacía tiempo.

Acusada de corrupción y débil, la Autoridad Palestina de Gaza había permitido, y hasta fomentado, que los clanes rivales se abastecieran de armamento. En ciudades como Jan Yunis llegaron a levantar barricadas que bloquearon los barrios y los transformaron en bastiones improvisados hasta que, tras un período de violencia dentro del territorio, Hamás expulsó a la AP en cuestión de meses.

Según han informado los medios, el secretario de Estado de Estados Unidos, Antony Blinken, ha sugerido al presidente palestino, Mahmud Abbas, que la Autoridad Palestina podría regresar a Gaza si Hamás es expulsada del poder para desempeñar un papel clave en cualquier escenario del “día después” del conflicto.

Sin embargo, en los años que han pasado desde que Hamás se hizo con el poder en la Franja, lo que provocó sus propios problemas, la AP no ha hecho mucho en Cisjordania para inspirar confianza en su capacidad actual de aportar soluciones relevantes en Gaza.

Debilitada y sin mandato democrático, especialmente en Gaza, muchos palestinos consideran que lo único que la organización administrativa ha conseguido en Cisjordania durante estos años ha sido una mínima estabilidad a instancias de Israel y de sus socios internacionales a través de sus fuerzas de seguridad.

Los comentarios de Blinken reflejan sobre todo una grave miopía sobre la responsabilidad de Estados Unidos y Europa en el quiebre de la política palestina tras las elecciones de 2006, en particular por su decisión de dejar en suspenso la ayuda humanitaria y de canalizarla directamente vía Fatah posteriormente.

Hamás no es especialmente popular. Tiene algún apoyo entusiasta, sin duda, pero es una minoría. Sin embargo, preguntar a los gazatíes sobre a quién secundan no tiene sentido: desde 2006 ningún palestino ha tenido una voz real en la elección de sus líderes. Se ha formado una insólita coincidencia de intereses entre diversos actores internacionales y nacionales para impedir la posibilidad de unas elecciones de verdad”, escribió Nathan Brown en un análisis que le encargó el Fondo Carnegie para la Paz sobre los futuros posibles para Gaza.

Seǵun Brown, en cualquier caso la AP necesitaría en primer lugar algo que él considera improbable: que Israel dé marcha atrás en su “vieja política de desconectar a Gaza de Cisjordania, y de tratar a Gaza como una nulidad en términos políticos y de gobierno”.

Aunque eso fuera posible, la Autoridad Palestina seguiría teniendo que lidiar con el problema de su escasa popularidad. “A la AP le ha costado proteger a los civiles de los ataques de los colonos israelíes en Cisjordania y sus presupuestos se han estirado hasta el límite, con Israel reteniendo millones de dólares de los ingresos fiscales recaudados por los palestinos”, escribió Amy Mackinnon en un ensayo publicado por Foreign Policy la semana pasada,

Aunque quisiera hacerlo, no parece probable que la AP pueda gobernar Gaza. A lo largo de los años ha habido varios intentos fallidos de acercamiento entre Hamás y la entidad, una aproximación que sería irrelevante si el liderazgo de Hamás termina, pero esos desencuentros son un reflejo de unas divisiones y tensiones generalizadas dentro de la sociedad palestina que son muy difíciles, si no imposibles, de conciliar. Más aun si la AP regresase al poder en Gaza montada sobre un tanque de Israel.

Por último está la cuestión de la legitimidad. Para que tuviera algún sentido, el regreso de la Autoridad Palestina requeriría unas elecciones que, una vez más, podría no ganar, incluso si esos comicios excluyen a quienes apoyan la violencia. En su momento, su gobierno en Gaza terminó en humillación pública con los miembros de Fatah huyendo de la franja costera hacia Cisjordania, algunos de ellos en ropa interior. Una metáfora del derrumbe de la Autoridad Palestina en Gaza que aun sigue vigente.

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