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Cómo sobreviven los negocios de Reino Unido tras meses de cierre: ayudas directas y rebajas del IVA a la hostelería y el turismo

La ciudad de Barnsley, Inglaterra, durante las rebajas del 26 de diciembre, desértica por el confinamiento.

Miguel Rodríguez

23 de febrero de 2021 22:45 h

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Cuando España se cerraba a cal y canto el 14 de marzo para parar el avance de la pandemia, los bares y restaurantes de Reino Unido continuaban abiertos confiando la contención del virus a la responsabilidad individual. De aquella imagen de verso suelto que Inglaterra proyectaba en las primeras semanas del confinamiento poco o nada queda ya. A pesar de encabezar el ranking europeo de países con más vacunas administradas por cada 100 habitantes (ya está vacunada con al menos una dosis casi el 30% de la población) y de haber reducido la curva de contagios a niveles no vistos desde inicios de octubre, el Gobierno de Boris Johnson se ha convertido en uno de los más prudentes del continente a la hora de reiniciar la actividad económica. 

Mientras los negocios de hostelería de Madrid llevan meses con las terrazas llenas y otras comunidades como Galicia prevén reabrir bares y restaurantes este fin de semana después de un mes de cierre, los negocios no esenciales de Inglaterra no podrán abrir sus puertas, como mínimo, hasta el 12 de abril, de acuerdo con el plan de desescalada anunciado este lunes por el primer ministro británico, Boris Johnson. En ciudades como Londres, eso implicará un cierre ininterrumpido de cinco meses para muchos establecimientos que se vieron obligados a bajar la verja el 16 de diciembre, perdiéndose la campaña de Navidad. Los interiores de los pubs y restaurantes permanecerán en cualquier cerrados hasta al menos mediados de mayo.

El listado de empresas “no esenciales” afectadas por la cautelosa hoja de ruta de Johnson es amplio y abarca desde peluquerías a hoteles, gimnasios, librerías o los tradicionales pubs y restaurantes, que solo pueden ofrecer comidas para llevar o hacer repartos a domicilio. Desde el inicio de la pandemia, el Gobierno ha puesto en marcha millonarios programas de ayudas directas y préstamos avalados por el Estado para empresas golpeadas por el confinamiento. Muchos de estos programas han sido prorrogados a medida que se fueron decretando nuevos confinamientos.

El paro en el último trimestre de 2020 llegó al 5,1%, su nivel más alto en cinco años, y podría llegar al 6,5%, según algunos analistas económicos, si no se extienden las ayudas más allá de abril (el límite actual).

A día de hoy, los negocios que se hayan visto obligados a cerrar por la pandemia tienen derecho a recibir del Gobierno una ayuda directa para el pago de gastos fijos, como el alquiler del local, de hasta 3.000 libras al mes, en función del valor del establecimiento. Desde enero, y en vista de que el nuevo confinamiento duraría más de lo esperado, el ministro de Hacienda, Rishi Sunak, puso en marcha un programa complementario de ayudas a fondo perdido para abonar un solo pago de entre 4.000 y 9.000 libras a las empresas afectadas por los cierres, con el que se prevé ayudar a cerca de 600.000 negocios.

El 80% de los fondos aún no han llegado a las empresas

Muchas de estas ayudas, sin embargo, están tardando en llegar a las empresas. El Gobierno de Boris Johnson delegó en los ayuntamientos la responsabilidad de canalizar los fondos, lo que ha llevado al colapso de muchas entidades locales que no tienen capacidad para hacer frente a la avalancha de solicitudes recibida, tal y como denuncia la Local Government Association, una entidad que representa a los 339 municipios de Inglaterra. Un estudio de la Alianza de la Industria de los Eventos estima que un 80% de estos fondos, que comenzaron a pagarse en noviembre, todavía no han llegado al tejido empresarial.

Downing Street mantiene rebajado el IVA a la hostelería y a los servicios de turismo al 5%, cuando antes de la pandemia era del 20%. Estos sectores, junto con los gimnasios, cines, teatros o el comercio minorista, también continúan exentos de pagar las conocidas como business rates, un controvertido impuesto sobre las propiedades usadas con fines empresariales.

El otro pilar de la ayuda a los negocios son los préstamos avalados por el Estado. Para facilitar que haya liquidez, las pequeñas empresas tendrán derecho a recibir préstamos bancarios hasta el 31 de marzo por valor de hasta cinco millones de libras, avalados al 80% por el Estado y exentos de intereses durante el primer año. En el caso de firmas de tamaño mediano y grande, la cantidad máxima respaldada será de 200 millones. Las empresas con necesidades más acuciantes de liquidez podrán optar a otro programa y recibir créditos de hasta 50.000 libras, cubiertos completamente por el Gobierno y con un interés fijo del 2,5% a pagar después de los primeros 12 meses.

Si bien estas líneas de avales bancarios han sido alabadas por la mayoría de asociaciones empresariales, existe el riesgo de que se acaben convirtiendo en un agujero negro para las arcas públicas. La National Audit Office, un organismo vinculado al Parlamento británico y encargado de auditar la gestión del Gobierno central, estimó en un informe en octubre que la Hacienda británica podría acabar abonando 26.000 millones de libras para cubrir préstamos que no podrán ser pagados por las empresas o que directamente fueron concedidos a defraudadores. La cifra equivale al 20% del presupuesto anual del sistema sanitario de Inglaterra.

Préstamos para start-ups

Otro de los sectores que lo está pasando especialmente mal con el confinamiento tan prolongado son las start-ups. El modelo de negocio de estas compañías lleva a muchas a incurrir en pérdidas durante los primeros años, lo que las excluye de los programas de ayudas y préstamos diseñados para las empresas tradicionales. Para darles cobertura, Sunak dotó con 250 millones de libras al Fondo Futuro, un programa por el cual las start-up inglesas reciben préstamos que pasan a convertirse en acciones propiedad del Estado de forma automática. El paradójico resultado de esta medida es que el Gobierno británico, pese a estar repleto de ministros de corte neoliberal, ya se ha convertido en socio minoritario de compañías como Propelair, una empresa que diseña retretes de última generación, o de Bockatech, una start-up especializada en producir paquetes y recipientes reutilizables.

Los trabajadores por cuenta propia también se podrán seguir beneficiando del programa de ayudas directas puesto en marcha al inicio de la pandemia y que el Gobierno prevé extender por cuarta vez cuando se anuncie el nuevo presupuesto el tres de marzo. Hasta ahora, los autónomos de Inglaterra recibían del Gobierno un 80% de sus ingresos medios antes de la pandemia, hasta un máximo de 2.500 libras al mes.

El abismo al que se pueden asomar muchas pequeñas y medianas empresas en cuanto estos programas de ayuda lleguen a su fin en primavera preocupa, y mucho, en el Reino Unido. Un reciente informe elaborado por la London School of Economics (LSE) antes de que se conociese la lenta desescalada planeada por el Gobierno alertaba de que una de cada siete empresas del país podría verse obligad a echar el cierre antes del verano, destruyendo 2,5 millones de empleos. 

Cifras dramáticas también arrojan las estimaciones de la Federación de Pequeñas Empresas, que prevé el cierre de 250.000 pequeñas compañías de un total de casi 6 millones si el Gobierno no mantiene el apoyo financiero al sector privado. “El Gobierno fue valiente con las ayudas al inicio de la pandemia y por eso es decepcionante que no haya ido más allá en este segundo confinamiento”, lamentó el presidente de la Federación, Micke Cherry, en un comunicado. Las esperanzas de los empresarios están ahora puestas en el presupuesto que el ministro Sunak presentará el 3 de marzo, en el que deberá definir el nuevo sistema de ayudas al sector privado y cuadrar las nuevas partidas de gastos e ingresos que marcarán el futuro inmediato del Reino Unido post COVID-19.

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