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El comercio de petróleo desde países con sanciones se dispara y EEUU no quiere mirar

Imagen de la Guardia Costera de Indonesia de dos buques petroleros, uno de ellos con bandera iraní, acusados de traspaso ilegal de petróleo

Jonathan Yerushalmy

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Oculta entre los áridos libros de contabilidad de comercio exterior de China, a finales de 2022 se encontró una aparente anomalía en las cifras. Los analistas que estudian el movimiento del petróleo en todo el mundo descubrieron un extraordinario desequilibrio en las cuentas del gigante asiático, una anodina aberración que ayudó a revelar el arriesgado juego que Estados Unidos y sus aliados están llevando a cabo para mantener el elevado suministro de petróleo en todo el mundo.

Era noviembre de 2022 y las importaciones chinas de petróleo malasio habían alcanzado la cifra récord de más de un millón de barriles diarios. ¿El problema? La producción nacional total de petróleo de Malasia era de solo 521.000 barriles diarios, casi la mitad de la cantidad que China declaraba haber importando.

A principios de esta semana, la Agencia de Información Energética de Estados Unidos (EIA, por sus siglas en inglés) ha señalado que esta producción fantasma de petróleo no ha hecho más que aumentar en 2023. La agencia federal señala que “durante este período, el volumen de importación [de China] desde Malasia supera la producción total de Malasia”.

Según la EIA, la verdad es a la vez escandalosamente descarada y cada vez más frecuente: el petróleo procedente de países sancionados por Estados Unidos y sus aliados es reetiquetado sistemáticamente como procedente de terceros países como Malasia, Omán y Emiratos Árabes Unidos, esquivando así los embargos internacionales.

En este proceso, ahora bien conocido, el petróleo es transportado desde Rusia, Irán o Venezuela a puntos de encuentro en el sudeste asiático y transferido de petrolero a petrolero. Allí se vuelve a etiquetar como procedente de un productor de petróleo cercano antes de ser enviado a China.

Estas transferencias de petróleo de un buque a otro son muy arriesgadas, ya que ponen en peligro tanto el medioambiente como la seguridad de las tripulaciones implicadas. Son realizadas sin apenas supervisión y a menudo en condiciones peligrosas en alta mar. Aun así, estas transferencias se realizan a diario mientras los funcionarios locales y los gobiernos occidentales hacen la vista gorda.

El Ministerio de Inversión, Comercio e Industria de Malasia no ha respondido a las preguntas de The Guardian respecto a si se estaba haciendo algo para acabar con esta práctica. Sin embargo, el departamento marítimo del país, encargado del transporte marítimo y los asuntos portuarios, afirma que está trabajando para poner freno a estas actividades.

A pesar de esos esfuerzos, el comercio de petróleo “sancionado” procedente de países como Rusia e Irán se ha disparado en el último año. Las exportaciones mensuales de petróleo iraní alcanzaron en agosto de este año su nivel más alto en cinco años, de acuerdo con el grupo de vigilancia United Against a Nuclear Iran (Unidos contra un Irán con Armas Nucleares, o UANI, por sus siglas en inglés). La organización calcula que el 91% de ese petróleo fue enviado a China.

Los analistas dicen que estos intercambios se llevan a cabo con pleno conocimiento de la Administración Biden, que ha dado prioridad a las gestiones diplomáticas con Irán frente a la aplicación de sus propias sanciones.

La semana pasada, como parte de un acuerdo que llevó meses de gestión, Estados Unidos e Irán realizaron un controvertido intercambio de prisioneros tras el desbloqueo de 6.000 millones de dólares de fondos iraníes que Washington había congelado.

Según el analista energético Thomas O'Donnell, ignorar el comercio que incumple las sanciones forma parte de la estrategia de la Casa Blanca para acelerar los esfuerzos de acercamiento a Irán.

“Cuando se aplican sanciones tan estrictas al petróleo iraní y se empieza a mirar hacia otro lado, esto puede utilizarse como zanahoria para que participen”, sostiene O’ Donnell.

En enero, el entonces enviado especial de la Administración Biden para Irán, Robert Malley, declaró a Bloomberg que Estados Unidos no veía con buenos ojos el aumento de las exportaciones de petróleo iraní y que haría “todo lo que estuviera al alcance” para hacer cumplir las sanciones.

Sin embargo, el experto en seguridad marítima Jan Stockbruegger cree que Estados Unidos podría tener razones más inmediatas para no tomar medidas drásticas contra el comercio ilegítimo: “El petróleo sancionado ayuda a bajar los precios del petróleo. Sin el petróleo ruso o iraní, nuestro precio del petróleo sería más alto. El precio de la gasolina suele definir el resultado de las elecciones... [Biden] tiene un incentivo para asegurarse de que los precios del petróleo se mantengan bajos”.

O'Donnell está de acuerdo y dice que, con el precio del petróleo yendo hacia los 100 dólares el barril, a la Administración Biden le interesa que el suministro de petróleo en todo el mundo se mantenga lo más alto posible.

“El petróleo es un tema muy delicado en la política estadounidense”, apunta O'Donnell. “Si el precio de la gasolina sube, todo el mundo apunta al presidente… Esta subida en el precio será utilizada por el Partido Republicano para decir que Biden está metiendo la pata”, afirma.

Vivir de prestado

En diciembre de 2022, el G7, la Unión Europea y Australia acordaron poner un límite al precio del petróleo ruso en respuesta a la invasión de Ucrania. Según los términos del acuerdo, las aseguradoras tienen prohibido cubrir los buques que vendan petróleo por encima del precio máximo fijado por esas potencias occidentales.

Aunque los datos del Departamento de Estado estadounidense muestran que el tope de precios ha tenido un profundo efecto en las ganancias obtenidas del petróleo ruso, esta proliferación de sanciones ha provocado un auge en el número de los llamados “petroleros en las sombras”.

O'Donnell opina que, en este escenario, Rusia e Irán ahora compiten por vender petróleo con descuento a China: “En cierto modo, [las sanciones] han beneficiado a China.. Pueden enfrentar a unos países con otros y hacerse con la mejor oferta”.

Pero lo que es bueno para el balance de cuentas chino podría resultar desastroso para el medioambiente. La creciente flota de “petroleros en las sombras” transporta petróleo sancionado prestando escasa o nula atención a las regulaciones del sector. Cada vez son más los cargueros que operan sin seguro para burlar la limitación al precio del petróleo impuesta a Rusia.

De acuerdo con un análisis de la agencia de noticias Reuters, en 2022 se produjeron al menos ocho encallamientos, colisiones o cuasi accidentes de petroleros que transportaban crudo o productos petrolíferos sancionados.

En marzo del año pasaso, un carguero que transportaba petróleo iraní encalló en China, provocando un pequeño vertido en aguas portuarias. Tres días más tarde, un barco que transportaba petróleo venezolano colisionó con un petrolero en Cuba.

Ninguno de los incidentes causó heridos ni contaminación de importancia, pero los expertos dicen que, hasta ahora, el sector ha tenido una suerte extraordinaria.

Con una flota en las sombras vetusta y con embarcaciones sin mantenimiento, las figuras del sector temen que este comercio paralelo, que moviliza decenas de millones de barriles de petróleo por todo el mundo, pueda acabar con el trabajo de décadas realizado por el sector petrolero para aumentar la seguridad del transporte marítimo.

En abril, Rolf Thore Roppestad, director ejecutivo de la aseguradora noruega Gard, dijo al Financial Times que ahora existe un riesgo mucho mayor de que se produzca el peor escenario posible, en el que “nadie estará ahí para pagar” la limpieza tras un accidente. “A medida que la flota en las sombras siga creciendo, esto no hará sino agravarse”, advierte.

Haylena Krishnamoorthy contribuyó a este reportaje.

Traducción de Julián Cnochaert.

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