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The Guardian en español

Una ideología mortal: cómo se popularizó la “teoría del gran reemplazo”

El supremacista blanco Jason Kessler y miembros de la ultraderecha en una marcha en en Washington en agosto de 2018.

Steve Rose

17 de julio de 2022 21:36 h

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El 14 de mayo, en Búfalo, en el estado de Nueva York, 10 personas negras fueron asesinadas a tiros en una tienda de comestibles. El presunto tirador, de 18 años de edad, apoyaba, según la información disponible, la “teoría del gran reemplazo”, la premisa racista que sostiene que los estadounidenses y europeos blancos están siendo “reemplazados” por inmigrantes no blancos. Por un breve momento, parecía que el horror de aquella última tragedia sería suficiente para asegurar que esta teoría conspirativa quedara relegada a los márgenes de la extrema derecha, en los que alguna vez se originó. Sin embargo, ha ocurrido todo lo contrario.

El presentador de Fox News Tucker Carlson había mencionado las “teorías de reemplazo” más de 400 veces en su programa antes del tiroteo. Inmediatamente después de aquel episodio, intentó distanciarse de ello. “Todavía no estamos seguros de qué es [la teoría del 'gran reemplazo] exactamente”, dijo en su programa del 17 de mayo. Sin embargo, procedió a insistir en el mensaje: “Esto es lo que sí sabemos, a ciencia cierta: hay un fuerte componente político en la teoría migratoria del Partido Demócrata... que dicen a viva voz: 'Hacemos esto porque nos ayuda a ganar elecciones'”.

En Hungría, dos días después del tiroteo, el reelecto primer ministro, Viktor Orbán, también insistió en ello. En un discurso con motivo del inicio de su cuarto mandato, dijo que estaba luchando contra “el gran intercambio de población europea... un intento suicida de sustituir la falta de niños europeos y cristianos por adultos de otras civilizaciones: los inmigrantes”.

Una semana más tarde, Orbán discutía esta teoría junto a aliados estadounidenses en una sesión especial de la Conferencia de Acción Política Conservadora (CPAC, por sus siglas inglés), un grupo estadounidense de derecha, celebrada en Budapest [en la que participaron el propio Tucker Carlson, así como el líder de Vox, Santiago Abascal]. El presidente de la CPAC, Matt Schlapp, llegó a proponer la prohibición del aborto como solución: “Si les preocupa este 'reemplazo', ¿por qué no empezamos por ahí? Empezar por permitir que nuestra propia gente viva”.

Entonces, ¿de dónde proviene la teoría del gran reemplazo? ¿Cómo se ha vuelto tan popular?

El nombre y el concepto general

No es un concepto nuevo ni una preocupación marginal. Más bien es una corriente marginal y también predominante, defendida tanto por asesinos aislados como por políticos de alto nivel. Según una encuesta reciente de YouGov, el 61% de los votantes de Trump y el 53% de los espectadores de Fox News creen que la teoría es cierta.

El nombre podría ser uno de los motivos. No es abiertamente ofensivo ni racista, sino que suena como una propuesta académica respetable y se inserta con facilidad en el discurso corriente. También es lo suficientemente vago como para dar cabida a un espectro de puntos de vista, que abarca desde los extremos hasta los moderados, aunque en sus cuatro palabras se esconden siglos de ideología racista y supremacismo blanco.

El profesor Matthew Feldman, escritor y especialista en extrema derecha, explica que existen dos versiones de la teoría. “Una que podríamos llamar ”ligera“, es decir: 'Se está produciendo un enorme cambio demográfico y esta gente tiende a votar a los demócratas en Estados Unidos o a los laboristas en Reino Unido'”. Después está la versión que Feldman denomina “pesada”, la cual sostiene que “esto es una conspiración organizada por las élites, que están atentando deliberadamente contra las mayorías blancas”.

“En cierto sentido, ambas son teorías conspirativas que dicen que no se trata simplemente de patrones de inmigración y cambio demográfico, sino que esto está siendo diseñado. Pero quién lo está diseñando y con qué objetivo es algo sobre lo que los sectores más extremos de la ultraderecha están muy dispuestos a especular”.

Las víctimas

Incluso en los sectores más radicales de la extrema derecha, la teoría del gran reemplazo acoge a una variedad de ideas que se contradicen entre sí. El acusado de disparar en Búfalo afirma haber sido “radicalizado” en foros online como Reddit, 4chan y 8chan, en los que comenzó a navegar durante la pandemia. Estos foros se han convertido en una puerta de entrada para el extremismo nacionalista blanco, gracias al intercambio de memes racistas, teorías conspirativas y literatura y manifiestos extremistas. El manifiesto del acusado está inspirado en gran parte en el del tirador de Christchurch, que en 2019 mató a 51 personas en Nueva Zelanda. Ese manifiesto se titulaba “El gran reemplazo”. Abundaban las opiniones racistas, el nacionalismo blanco y los mensajes antiinmigrantes: despotricaba contra la disminución de la tasa de natalidad blanca, el “genocidio blanco” y las políticas de inmigración supuestamente perjudiciales para las personas de ascendencia europea.

El “reemplazo” ha sido citado por los ejecutores de otros tiroteos masivos: es el caso, entre otros, del de Utøya, Noruega, en 2011; el de la sinagoga Árbol de la Vida en Pittsburgh, Pensilvania, en 2018; y el de El Paso, Texas, en 2019. Sin embargo, cada uno de estos asesinos –todos hombres blancos– tuvo como objetivo un colectivo diferente de personas. El tirador de Búfalo solo mató a estadounidenses negros. El tirador de Christchurch aterrorizó a los musulmanes que salían de hacer sus oraciones de viernes. En El Paso, el objetivo fueron los latinos. En Utøya, fueron jóvenes noruegos, en su mayoría blancos, en un campamento de verano organizado por un grupo de izquierdas. En Pittsburgh, el tirador atacó a personas judías y acusó a una organización sin fines de lucro que asiste a refugiados, fundada en el siglo XIX para apoyar a los judíos que huían de la persecución en Europa del Este, de permitir “invasores... que matan a nuestra gente”.

Una teoría centenaria

Hasta hace relativamente poco, el discurso político predominante no era muy diferente. El alarmismo racista respecto a la supuesta suplantación de la población blanca por parte de los inmigrantes no blancos forma parte de la política migratoria estadounidense desde hace más de un siglo, mientras que el grupo étnico o racial en ocupar el lugar de chivo expiatorio ha variado con el tiempo, dice Reece Jones, autor del libro White Borders.

Las primeras leyes migratorias de Estados Unidos se redactaron en la década de 1870, como respuesta a la afluencia de inmigrantes chinos. En la década de 1910, predominaron los inmigrantes japoneses. En la década de 1920, llegaron los refugiados judíos de Europa, y después los que provenían del centro y sur de Europa. “A medida que comienzan a llegar nuevos y diferentes grupos de inmigrantes, afloran los mismos tipos de temor”, dice Jones. “Se utilizó el mismo lenguaje para transmitir la idea de que los inmigrantes no blancos eran una invasión, que traían enfermedades, que iban a sustituir a los estadounidenses blancos, que iban a cambiar la cultura del lugar. En efecto, existe un hilo conductor”.

Irónicamente, por supuesto, son los europeos blancos los que han llevado a cabo gran parte de la sustitución a lo largo de la historia. Los contraargumentos a la teoría de la “gran sustitución” señalan que, si hay alguien que tiene motivos para quejarse, son los pueblos indígenas de América del Norte y del Sur, Australia y Nueva Zelanda, África y muchas otras partes del mundo, que han sido “sustituidos” por los colonos. Los nativos americanos representan menos del 3% de la población estadounidense. Sin embargo, gracias a la teoría del “gran reemplazo”, los pueblos que en su día colonizaron por la fuerza gran parte del resto del mundo pueden presentarse a sí mismos como víctimas oprimidas.

La “gran raza”, europeos del norte

A principios del siglo XX, ni siquiera los italianos eran considerados “blancos” en Estados Unidos. La mayoría de los científicos y académicos seguían adheridos a las teorías pseudocientíficas de diferencia y jerarquía racial, según las cuales los europeos de Europa central y los mediterráneos estaban una clase separada e inferior a la raza “nórdica” de Europa occidental y septentrional.

Estas teorías se popularizaron gracias al libro de 1916 La caída de la gran raza, escrito por Madison Grant, un abogado, eugenista y conservacionista de Nueva York. “Grant sostiene que se puede considerar a los blancos como una especie en peligro de extinción”, dice Jones. “Para él, impidiendo la entrada de los no blancos en el área protegida que es América, se puede preservar esta 'gran raza' que él identifica, que son los europeos del norte”.

Temores similares impulsaron la persecución de los afroamericanos. Grant y sus sucesores se oponían firmemente al “mestizaje” y a la “miscegenación”. Pero el verdadero temor era que los negros liberados acabaran superando en número a los blancos, diluyendo no solo la “pureza” racial blanca, sino también el poder de los blancos.

El libro de Grant fue muy influyente. Fue divulgado por los presidentes estadounidenses Theodore Roosevelt y Calvin Coolidge y mencionado en El Gran Gatsby de F. Scott Fitzgerald. Tom Buchanan, el personaje de la novela, dice: “La tesis es que si nos descuidamos la raza blanca va a quedar aplastada sin remedio. Es algo científico; está demostrado”. La investigación de Grant sirvió de base para la Ley de Inmigración de 1924, que estableció cupos de inmigrantes en EEUU según su nacionalidad de origen, favoreciendo fuertemente a los que provenían del norte y del oeste de Europa y excluyendo a casi todos los asiáticos y africanos.

La caída de la gran raza contó con otro destacado admirador: Adolf Hitler. Lo llamaba su “biblia” y tomó la política estadounidense de inmigración “de puertas cerradas” como modelo para el Tercer Reich. Hitler sintetizó las ideas de Grant con sus propias teorías conspirativas antisemitas, llevando así la teoría del “reemplazo” al extremo. En Mi lucha, culpaba a los judíos de traer a los negros a “Renania” para “bastardizar” a la raza blanca y rebajarla cultural y políticamente y así poder dominar.

Ideas de sustitución “ligeras”

No fue hasta mucho después de la Segunda Guerra Mundial cuando la Ley de Inmigración y Nacionalidad estadounidense de 1965 eliminó el criterio discriminatorio del “origen nacional”, aunque la nueva ley seguía favoreciendo a los inmigrantes que eran parientes de estadounidenses. Esta disposición pretendía animar a más familiares de estadounidenses blancos a inmigrar, preservando así el statu quo. Sin embargo, dio lugar a más solicitudes por parte de familiares de los inmigrantes más recientes, que venían de países como México, India y China. En la actualidad, esto se conoce como “cadena migratoria”.

En la Europa de la posguerra no tardaron en surgir ideas de sustitución “ligeras”. En su célebre discurso “ríos de sangre”, pronunciado en 1968, el diputado conservador británico Enoch Powell alegó que la inmigración procedente de la Commonwealth estaba convirtiendo a los británicos en “extraños en su propio país” y que “en 15 o 20 años serán los negros quienes dominen a los blancos”.

Sentimientos similares surgieron a finales de los 60 y principios de los 70 en Francia, a través del Frente Nacional de Jean-Marie Le Pen y el movimiento Nouvelle Droite (Nueva Derecha) de Alain de Benoist. Dos textos clave para las ideas de “sustitución” surgieron en Francia. Uno fue la novela de 1973 de Jean Raspail El desembarco, que transcurría en un escenario apocalíptico y descaradamente racista en el que los migrantes del sur global invaden Europa. Más tarde, en 2011, Renaud Camus expuso su teoría conspirativa antimusulmana y antiinmigrantes en su libro El gran reemplazo, del que el movimiento actual toma su nombre. En él, Camus se refiere habitualmente a los no europeos como “colonizadores”.

Estas corrientes europeas han sido importadas a la extrema derecha estadounidense por grupos bien financiados, como la Federación para la Reforma de la Inmigración Americana y el Centro para Estudios de Inmigración, fundados por el difunto John Tanton, así como su editorial Social Contact, que ha publicado textos nacionalistas blancos, incluida una traducción de El desembarco. “Estos grupos han utilizado este dinero durante los últimos 30 años para reintroducir sigilosamente la teoría del reemplazo en el discurso público”, dice Jones. “Suelen tener nombres inocuos -se presentan como think-tanks comunes-, pero lo que están produciendo son esencialmente versiones asépticas de las mismas ideas supremacistas blancas”.

Estas ideas se mezclan con teorías surgidas en EEUU, como la del “genocidio blanco”, popularizada por el líder neonazi David Lane. A pesar de que la mayoría de las organizaciones de Tanton son consideradas como grupos de odio por la organización especializada en crímenes racistas Southern Poverty Law Center, ciertas figuras asociadas a ellas, como Jeff Sessions y Stephen Miller, trabajaron en el Gobierno de Donald Trump. De ahí que Trump se queje de los inmigrantes provenientes de los países “agujeros de mierda” y que intente prohibir la inmigración desde países de mayoría musulmana.

Avance etnonacionalista en Europa

Las políticas etnonacionalistas y antiinmigración en Europa se han fusionado hasta conocerse en lo que se conoce como movimiento identitario o identitarismo. La teoría del “gran reemplazo” es central en todo esto, dice José Pedro Zúquete, profesor de ciencias sociales de la Universidad de Lisboa y autor de Los identitarios. “Lo que hicieron los identitarios fue observar esta transición demográfica y decir que no es algo positivo, sino un desastre civilizatorio”. Un desastre que podría llevar a los países europeos a degenerar en estados fallidos “con una mayor criminalidad, con conflictos étnicos que irán en aumento y, en un futuro, con guerras civiles”, dice Zúquete .

Pero el movimiento identitario sigue avanzando en Europa. En la campaña de las elecciones presidenciales francesas, el candidato de extrema derecha Éric Zemmour dijo: “Sentí que mi deber era salvar a Francia del 'gran reemplazo'”. Sus rivales, entre ellos Marine Le Pen, endurecieron su retórica antiinmigración, pero parecían menos extremistas en comparación. Zemmour solo obtuvo el 7% de los votos en la primera vuelta, “pero fue capaz de desplazar los límites de la ventana de Overton [nombre que en teoría política designa al ideario que resulta aceptable para el público general]”, dice Zúquete. Según un sondeo realizado en 2021, el 67% de los franceses se declararon “preocupados por la idea de un 'gran reemplazo'”.

[En España, Vox ha acusado al Gobierno de “promover” el “reemplazo generacional y poblacional” y ha utilizado esta teoría repetidamente en sus mensajes electorales. Durante la campaña de las elecciones andaluzas, el líder del partido, Santiago Abascal, dijo que  “cada vez más españoles y más europeos se sienten extraños en sus barrios de toda la vida, y cunde una sensación de desconcierto y de desposesión, de pérdida de control de sus propias vidas”.]

El censo de 2020 mostró que, por primera vez en la historia, la población blanca en Estados Unidos había descendido. Proporcionalmente, los estadounidenses de raza blanca están en su punto más bajo, ya que representan el 61,6% de la población, frente al 72,4% en 2010 y el casi 90% en 1940. Sin embargo, en lugar de considerar la historia moderna de EEUU como una sucesión de oleadas de inmigración celebradas por la Estatua de la Libertad, los teóricos del “gran reemplazo” tratan de trazar una línea arbitraria entre ellos y los inmigrantes posteriores.

La teoría del “gran reemplazo” les permite invocar estas ideas sin exhibir un racismo manifiesto ni recaer en otras teorías conspirativas, aunque tengan que recurrir a un torpe eufemismo. Carlson, el presentador de Fox News, ha hablado, por ejemplo, de que los “votantes obedientes del tercer mundo” son una amenaza para los “estadounidenses tradicionales”. El congresista republicano Scott Perry dijo: “Estamos sustituyendo a los estadounidenses nacidos en el país, a los nativos”. Hoy, los supuestos agentes de sustitución son los demócratas, o las “élites”, o los “globalistas”, que “planean cambiar la población del país”, como arguye Carlson, “para ganar y mantener el poder”. La presunción subyacente aquí es que los nuevos inmigrantes estadounidenses no blancos votarán automáticamente a los demócratas.

Allanar el camino al fascismo

Es improbable que la situación mejore pronto. Según la ONU, el número de migrantes a nivel internacional en 2019 fue de 272 millones, el 3,5% de la población mundial. La guerra, la violencia, la desigualdad y la crisis climática agravarán este escenario. Incidentes como el tiroteo de Búfalo parecen ser una manifestación extrema, pero el verdadero problema es que la línea que separa las versiones más y menos radicales se está erosionando, lo que podría allanar el camino hacia un fascismo en toda regla.

“El crecimiento del extremismo de derechas, por definición, solo puede ocurrir cuando los conservadores pierden ese cortafuegos, o cordón sanitario, contra la derecha radical”, dice Feldman. “Cuando los conservadores se dejan seducir por la extrema derecha, es cuando el problema se magnifica. Eso no quiere decir que el extremismo de derechas no sea siempre un problema, pero permanece en los márgenes a menos que se le invite a entrar”.

La situación tiene pocos visos de remitir. En junio, Robert Pape, profesor de ciencias políticas de la Universidad de Chicago, dijo en una audiencia ante la comisión de asuntos judiciales del Senado de Estados Unidos sobre terrorismo doméstico, que la combinación de “capacidades volátiles” e “ideas volátiles” estaba creando un cóctel mortal. “Ahora estamos viendo que quienes defienden la teoría del 'gran reemplazo' reciben beneficios políticos y financieros”, dijo Pape. Políticos y figuras de los medios de comunicación, incluido Donald Trump, se han vuelto más populares como resultado de hacer hincapié en el “gran reemplazo”. “Esa es una tendencia muy, muy alarmante”, dijo.

Jones no es optimista a corto plazo. “He dicho que solo va a empeorar –y el ataque de Búfalo, lamentablemente, lo confirma–. A largo plazo, estas ideas están en el lado perdedor de la historia, y la historia de Estados Unidos sugiere que, a lo largo del tiempo, nos hemos ido moviendo en una dirección más igualitaria. Pero en el pasado ha habido estos contratiempos y han sido bastante violentos. La Guerra Civil de Estados Unidos tuvo que ver exactamente con esto. Creo que se puede pensar en la Segunda Guerra Mundial como algo similar a la lucha contra estas ideas fascistas. Creo que ahora mismo estamos atravesando uno de esos momentos”.

Traducción de Julián Cnochaert

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