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Opinión

¿Quieres ser ciudadano francés? Solo apto para superhéroes

El inmigrante maliense Mamoudou Gassama conversa con el presidente galo, Emmanuel Macron.

Steven Poole

Si hay algo que puede salvar la maltratada fe en la naturaleza humana, es el vídeo del dramático rescate de un bebé ocurrido el pasado sábado en París. Mamoudou Gassama, un 'sans papiers' de 22 años, o inmigrante indocumentado de Malí, vio a un bebé solo colgando de un balcón de un cuarto piso en el Distrito 18 de la ciudad. Gassama escaló rápidamente por la fachada del edificio para salvar al bebé mientras los espectadores le vitoreaban.

La hazaña le hizo famoso y recibió el apodo del 'Spiderman del Distrito 18'. El lunes fue al Palacio del Elíseo a reunirse con Emmanuel Macron. El presidente concedió a Gassama una condecoración por su valentía, le dijo que recibirá de inmediato la ciudadanía francesa y le dio un trabajo en el cuerpo de bomberos de París.

Aun así, el propio Macron destacó las diferencias con la política habitual hacia los inmigrantes. “No podemos dar papeles a todo el que venga de Malí y Burkina”, señaló el periódico Le Parisien citando la conversación entre Macron y Gassama. “Les daremos asilo si están en peligro, pero no por razones económicas. Pero tú has hecho algo excepcional. Aunque no lo pensases, es un acto de valentía y fortaleza que ha generado la admiración de todos”.

Es difícil saber si Macron realmente pretendía utilizar ese tono de condescendencia aristócrata con el honorable salvaje de la antigua colonia, pero fue muy claro en la rueda de prensa posterior: “Un acto excepcional no cambia políticas”.

En efecto. La política migratoria en Francia tiene desde hace mucho tiempo un trasfondo feo. En las elecciones presidenciales del año pasado, Marine Le Pen hizo una campaña “en nombre del pueblo”, siendo en realidad que “el pueblo” estaba compuesto exclusivamente por franceses blancos. Declaró que no estaba “en contra de los inmigrantes, sino en contra de la inmigración”, insinuando que solo toleraría a los inmigrantes que no inmigraron, es decir, los que se han quedado donde estaban en primer lugar. (También afirmó, como hicieron muchos fascistas antes que ella, que “el enemigo del pueblo” era “el mundo de las finanzas”).

Esta campaña abiertamente racista le dio el segundo puesto en la primera ronda de las elecciones. Fue derrotada por Macron con un amplio margen en la siguiente vuelta, pero aun así atrajo más de 10 millones de votos.

Aquello no pilló por sorpresa a nadie que conozca bien Francia. Durante los años que viví en París, también en el Distrito 18, la atmósfera de sospecha oficial hacia los inmigrantes siempre estuvo presente. A menudo veía a la policía parar a gente por la calle para pedirles los papeles, pero esto solo pasaba con las personas negras.

Si Gassama no hubiese salvado heroicamente a un bebé, posiblemente habría pasado el resto de sus días acosado y siendo detenido por policías. Incluso algunos pijos de ciudad participaron en el prejuicio generalizado: conocí a uno o dos que con malicia se referían a los inmigrantes del Magreb como 'beurs', un término despectivo para los árabes.

El propio Gassama, que antes de llegar a Francia el año pasado hizo el peligroso trayecto en una embarcación hasta Italia, se mostró extremadamente modesto (“es la primera vez que gano un premio”), pero su experiencia pone de manifiesto lo difícil que es para la gente como él ser aceptados en la sociedad francesa.

De hecho, la actitud de Macron manda el mensaje de que solo puedes convertirte en francés si haces algo tan extraordinario que la inmensa mayoría de los franceses ni siquiera intentaría.

Steven Poole es autor de 'Rethink: the surprising history of new ideas'.

Traducido por Javier Biosca Azcoiti

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