La vuelta al mundo en una bici eléctrica
Con la ilusión intacta pero la cartera cada vez más vacía, Guim Valls Teruel, un aventurero barcelonés de 35 años, ha cumplido en la India dos años pedaleando por el planeta a los lomos de una bicicleta eléctrica para promover las energías renovables. La capital del gigante indio es la última parada.
Y es que la bicicleta de Valls se mueve gracias a sus pedaladas y, sobre todo, al impulso que le da la energía obtenida a través de placas solares que transporta en un remolque, aunque a veces tiene que recurrir a enchufar la batería a la red eléctrica.“No haces tanto esfuerzo como en una bici normal pero al menos mueves algo tus piernas”, se jactó Valls en una charla ante los curiosos que se acercaron a escucharle en un centro social de Nueva Delhi, donde ha hallado cobijo.“Es impresionante”, “increíble, guau”, clamaban algunos de los ciclistas que probaron a subirse en la bala de 21 kilogramos del catalán antes de unirse a él en un paseo hasta la emblemática Puerta de la India.
“La respuesta de la gente es brutal, los correos electrónicos, este es el verdadero motor” del viaje, explicó a Efe Valls.
Desde comienzos de año se sumó a la aventura su esposa, Nguyen Thuy Anh, una reportera vietnamita de televisión a la que conoció durante una entrevista por el camino.“No fue tan complicado convencerme para que fuera con él como para que nos casáramos”, bromeó ella. Le decía: 'No puedo confiar en ti. Encontrarás a muchas mujeres en el viaje'“, detalló Anh, que finalmente comenzó a pedalear junto a Valls el pasado día de San Valentín.
Este emprendedor barcelonés trabajaba como director comercial en Pekín cuando nació la idea de embarcarse en el viaje con un medio de transporte, del que -según dice- hay unos 125 millones de usuarios en China.“La gente no entendía por qué quería patrocinarla y no creía que no se utilizase (bici eléctrica) en el resto del mundo si todo es 'made in China'”, relató. Valls aseguró no tener miedo a que le roben la bici allí adonde va y se congratuló de ir coleccionando experiencias.
Desde el pago voluntarioso de unos granjeros chinos de una habitación con aire acondicionado a las dificultades de abandonar una montaña en Japón bajo temperaturas gélidas pasando por ciudadanos indios que le preguntan a uno por el camino el nombre de su padre o le desean un feliz año en primavera. “En la carretera algunas veces sientes miedo porque hay mucho loco. Lo más complicado son las grandes ciudades. En las zonas rurales los lugareños te ofrecen alojamiento”, mantiene.
Según Valls, “las fronteras sólo están en el papel, pues de un país a otro no se siente la diferencia”, pero lo cierto es que algunos contratiempos le han obligado a alterar su itinerario, como no poder acceder a Birmania, o tener que seguir ahora vía aire por Irán para esquivar Pakistán por la situación de seguridad.
La pareja se financia a partir de la ayuda que les da el fabricante de la bicicleta y en ocasiones consiguen algo de dinero con la venta de vídeos, artículos o fotografías a medios de comunicación, al tiempo que están preparando un documental. Cuando se subió a la bici, Valls creía que la idea tendría gancho pero pronto se topó de bruces con la crisis económica y hoy reconoce que tiran básicamente de ahorros, a la espera de encontrar patrocinadores que les costeen la aventura. “El objetivo era dar la vuelta al mundo en tres años, pero si no encuentro patrocinador a lo mejor la hago en cinco”, argumentó.
La pareja pedaleará hasta Inglaterra, donde el contador marcará unos 30.000 kilómetros a su llegada en verano, cuando estudiarán la viabilidad de seguir la ruta hacia el continente americano. EFE
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