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Sobre este blog

De la realidad a la ficción o de la ficción a la realidad. La inquietante mirada de Isaac Rosa merodea por los recovecos de la actualidad para contarla, semana a semana, de otra manera

#EnBlanco

Sísifo yendo al colegio electoral.

Isaac Rosa

Ya está bien, cuatro elecciones en cuatro años. No pensamos votar, y si votamos, será en blanco. Así que cuando nos llega la convocatoria para salir a la calle en este domingo de septiembre, a solo siete semanas de las elecciones de noviembre, no lo dudamos. Nos llega por Whatsapp, repetidamente, rebotando en todos los grupos. Se hace viral en redes sociales, la comentamos en el trabajo, en la facultad, en casa, en el botellón. La reenviamos a todos nuestros contactos, la compartimos en nuestras redes, la hacemos nuestra: “ESTAMOS HART@S. VAMOS A VOTAR EN BLANCO. TOD@S A LA CALLE ESTE DOMINGO, A LAS 12 EN LAS PLAZAS. PÁSALO”.

Llega el domingo y ahí estamos: llenamos la Puerta del Sol, la plaza de Cataluña, las Setas, el Pilar, bulevares, plazas mayores, ayuntamientos… Acudimos con ropas blancas, sábanas blancas, pancartas blancas sin rotular, banderas blancas, manos y rostros pintados de blanco. En silencio, en un silencio blanco, nos concentramos en ciudades y pueblos, ganamos aperturas de telediario, portadas de periódico, y un hashtag que desde este momento será trending topic cada día: #EnBlanco.

Durante la siguiente semana volvemos cada tarde a las plazas, con los mismos ropajes blancos y la misma mudez blanca, y empapelamos en blanco farolas, estatuas, kioscos y fachadas, el mismo blanco que ponemos en los balcones y ventanas de nuestras casas, sábanas, manteles, trapos que se multiplicarán por las calles durante semanas.

Al final de esa semana decidimos contar con un portavoz: necesitamos extender la protesta y aprovechar la atención de los medios. La decisión es fácil, todo el mundo acepta que hable en nuestro nombre aquel que lanzó la convocatoria inicial, el autor del primer mensaje: Felipe Blanco. La graciosa casualidad de su apellido facilita su ascenso a la portavocía, y en seguida lo vemos en todas las televisiones, siempre con camiseta blanca y una gorra blanca con la sola inscripción de #EnBlanco.

Necesitamos atender también a los medios locales, y a los extranjeros que nos miran con curiosidad, así que en cada plaza se nombra un portavoz, no hace falta votar, en cada lugar hay alguien que desde el primer momento ha destacado por llevar la iniciativa, organizar a la multitud, intermediar con la policía, y finalmente atender a la prensa. Normal que algunos portavoces, los más carismáticos, salten rápidamente a medios estatales: todos los telediarios, programas radiofónicos y tertulias televisivas quieren tener a un portavoz de #EnBlanco, y Felipe Blanco no puede atender todas las peticiones, porque además está ocupado en organizar toda esta energía ciudadana “para que nuestras acciones no queden en solo una pataleta”. Tenemos mucha fuerza, hay que encauzarla, y nos parece una magnífica idea cuando días después Felipe nos convoca a una asamblea fundacional. Acudimos masivamente, de toda España llegan decenas de autobuses, desbordamos el pabellón, hay que seguir la reunión en la calle, al terminar recorremos la ciudad cortando avenidas, sentándonos en cada plaza, eufóricos.

A solo cinco semanas de las elecciones, una encuesta detecta nuestra irrupción: un 9% afirma su intención de “votar en blanco”. Los responsables del sondeo no tienen claro qué significa esa respuesta: si ese 9% piensa meter en la urna un sobre vacío, para así votar en blanco; o si es una expresión de preferencia por nuestro movimiento #EnBlanco, pese a no presentarnos a las elecciones. Normal que en nuestros foros y grupos de whatsapp se abra de inmediato la discusión: ¿deberíamos presentarnos a las elecciones? ¿Es mejor votar en blanco masivamente, como defienden los más puristas; o estamos ante una oportunidad histórica de dar representación a todo ese descontento, como propone nuestro portavoz?

En rápida votación online decidimos mayoritariamente constituirnos en candidatura ciudadana, presentarnos a las elecciones bajo la marca #EnBlanco, lo que provoca la marcha de una minoría de desencantados, pero también la llegada de nuevos miembros que, con nuestro portavoz, celebran la oportunidad de “dar a los viejos partidos una cucharada de su propia medicina”: que el voto en blanco sea un auténtico voto de castigo, ocupar el parlamento con nuestra fuerza.

A cuatro semanas de las elecciones se suceden los sondeos, y la tendencia es incontestable, el porcentaje de intención de voto crece en cada nueva encuesta: #EnBlanco irrumpe como quinta fuerza política, en seguida cuarta, pronto empata con la tercera, da la sorpresa como segunda a poca distancia del primer partido, al que llega a superar en intención directa al final de esa semana. En las tertulias, los politólogos discuten la fiabilidad de los sondeos, coinciden en que es imposible medir el verdadero apoyo a #EnBlanco en un contexto de alta volatilidad, no hay precedentes, el estado de ánimo empuja su crecimiento, tiene el viento de cola, surfea la ola del descontento.

En las entrevistas y mítines de precampaña, los líderes de los partidos comienzan a hablar de #EnBlanco, tras ignorarnos durante días. Hay quien advierte contra el aventurerismo político, hay quien muestra comprensión por el hartazgo ciudadano, hay quien nos acusa de populismo y de servir a oscuros intereses, hay quien tras nuestro ascenso ve una maniobra del partido gobernante para debilitar a sus rivales, hay quien nos propone una alianza para integrarnos en su candidatura.

A todos contesta con inteligencia nuestro líder, Felipe Blanco, que rechaza por igual ataques y acercamientos: “no hemos venido para seguir haciendo la misma política que nos ha traído hasta aquí.” Asegura que “por primera vez la gente de la calle va a estar presente en el Congreso, sin necesidad de partidos”. Promete cambios profundos en el sistema parlamentario, acabar con “la mafia partidista”, cambiar la ley electoral, reformar la Constitución. Preguntado por su posición ideológica, es claro: “no somos rojos ni azules, ni por supuesto naranjas, verdes o morados. Somos blancos”.

A solo tres semanas de las elecciones, mientras el CIS confirma el segundo puesto para #EnBlanco, se suceden los ataques contra nuestra organización y contra algunos de nuestros portavoces más conocidos. Hay medios que rastrean en sus pasados hasta encontrar algo que sirva como acusación: viejas militancias políticas, firmas de manifiestos controvertidos, antecedentes penales, negocios familiares, tuits polémicos. Hay campañas de intoxicación contra nosotros, fake news, cloacas. Denuncian nuestra financiación, airean el patrimonio personal de nuestro líder. Solo consiguen hacernos más fuertes, que crezca el apoyo en las encuestas, que cada aparición televisiva bata récords de audiencia, que nuestro discurso triunfe en las redes, que se integren en nuestras candidaturas personalidades de la sociedad civil, ex políticos de prestigio, cineastas, activistas, famosos de toda condición.

Alguna grieta sí consiguen abrirnos, y a menos de veinte días de las elecciones escuchamos las primeras discrepancias internas, primero en nuestros foros y grupos, pronto en los medios, que explotan la división: hay quien disiente de la estrategia seguida; hay quien acusa a Felipe y a su círculo más próximo de manejar a su antojo la organización; hay quien pide más radicalismo, hay quien quiere más moderación; hay quien lamenta la pérdida de las esencias originales, hay quien critica la rigidez de posturas y la necesidad de cambios.

De modo que Felipe Blanco convoca una asamblea extraordinaria donde, tras un duro debate, se impone la línea oficial, es proclamado secretario general, y la minoría derrotada queda relegada en los órganos directivos. Hay algunos abandonos sonados, denuncias de personalismo y caza de brujas. Un par de organizaciones territoriales deciden acudir a las elecciones con marca propia. Nuestro líder pasa dos días sin atender a los medios. Por primera vez una encuesta señala un retroceso en el apoyo a #EnBlanco.

Nuestro secretario general participa en dos debates televisivos con los pocos candidatos que aceptan compartir plató con él. Blanco se muestra brillante, desarma a sus adversarios, es reconocido vencedor, sale reforzado. A cambio, tropieza en algunas entrevistas, hay periodistas que lo acorralan, algunas de sus afirmaciones nos desconciertan. Las encuestas siguen marcando tendencia descendente. Para alejar los fantasmas, Blanco convoca una manifestación unitaria en Madrid que desborda todas las previsiones: cien mil personas colapsamos el centro de la ciudad, cien mil personas vestidas de blanco. Nuestro líder pronuncia un discurso que calificamos de “histórico”.

Pero a dos semanas de las elecciones se multiplican las tensiones internas: candidatos que se retiran, famosos que muestran su decepción, un manifiesto que denuncia “la conversión en un partido clásico, con sus peores vicios”. El número dos de la organización, Alberto Blanco, que además es hermano de Felipe, encabeza la oposición interna y fuerza la convocatoria de una nueva asamblea extraordinaria, a solo tres días de que comience la campaña electoral. Allí confrontan violentamente los dos hermanos. La ruptura es total, y su vínculo sanguíneo la hace más dramática. Se acaba imponiendo Felipe, pero el derrotado deja la organización, y solo dos días después, la víspera del inicio de la campaña electoral, funda su propio movimiento: “Más Blanco”. Piden el auténtico voto en blanco, el sobre vacío en la urna, sin candidatura, como una vuelta a las raíces.

Comienza la campaña electoral, a la que En Blanco llega en su momento más bajo. La última encuesta publicada rebaja mucho nuestras expectativas, nos relega a quinta fuerza. La asistencia a los mítines es escasa. Hay quien duda de que consigamos entrar en el Congreso. El tiro de gracia llega en una entrevista televisiva, a solo tres días de las elecciones. A la pregunta de si apoyaría al candidato de la lista más votada para desbloquear la situación, Blanco pone precio a los votos de su formación: una vicepresidencia y varios ministerios. Las encuestas andorranas señalan el desplome tras sus palabras.

Y así hemos llegado al día de las elecciones, aquí estamos. #EnBlanco consigue ser trending topic durante un par de horas. El dato de participación a mediodía es históricamente bajo. En los colegios se agotan los sobres antes que las papeletas. Los pocos que nos hemos concentrado en la plaza esperamos a que comience el recuento, dispuestos a pasar la noche en blanco.

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