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Ciudadanos rompe las ataduras en Andalucía y Madrid para encarar las elecciones lejos de PSOE y PP

Juan Marín junto a Albert Rivera, en Sevilla, en una imagen de archivo.

Sofía Pérez Mendoza

Ciudadanos sabe que se enfrenta en 2019 a la cita electoral más importante de su historia y trata llegar a ella despojado de cualquier vínculo con lo que sus dirigentes llaman “los viejos partidos”. Los de Albert Rivera, que durante la legislatura sirvieron de apoyo a PP y PSOE en Madrid y Andalucía, respectivamente, apuestan ahora por volar solos para evitar ser señalados como la muleta del bipartidismo.

A siete meses de los comicios locales y autonómicos que serán la antesala de las siguientes generales -si no hay adelanto- Ciudadanos ha dado por rotos sus dos matrimonios de conveniencia en Andalucía y Madrid. Ha dejado de convenir. El tercero, en Murcia, acabó mucho antes tras la imputación del expresidente de la región, Pedro Antonio Sánchez, pero guarda serios parecidos con sus recientes divorcios.

Los casos de Madrid y Andalucía, insisten fuentes del partido, son muy diferentes. “En Madrid ya no había acuerdo de investidura”, argumentan fuentes cercanas a Ignacio Aguado, el líder de la formación en la Comunidad. Las tensiones entre PP y Ciudadanos en la región han sido permanentes. Pero hasta ahora nunca se había puesto en peligro la aprobación de los presupuestos, más allá de unos cuantos dardos cruzados y exigencias que se resolvieron con negociaciones.

De ese vínculo intermitente es buen ejemplo el hecho de que, tras la ruptura oficial del acuerdo de investidura antes de la dimisión de Cifuentes, Ciudadanos permitió al PP continuar en el poder en la región al apoyar la investidura del sucesor de la expresidenta, Ángel Garrido. Así lo decidió tras barajar un abanico con opciones tan contrapuestas como apoyar la moción de censura del PSOE de Ángel Gabilondo e incluso entrar en un Gobierno del PP. Ambas y alguna más estaban plasmadas como opciones en una encuesta puesta en marcha por el partido de Albert Rivera en medio de la crisis del máster de Cifuentes.

La estrategia elegida finalmente y vendida a los medios como la única manera de garantizar “estabilidad” en la Comunidad buscaba, en realidad, ganar tiempo para ir separándose del PP, que gobierna en minoría, muy debilitado tras la dimisión de sus dos últimas presidentas, primero Esperanza Aguirre y después Cifuentes, y hoy en total soledad parlamentaria en la Asamblea de Madrid. Que el Partido Popular llegue lo más débil posible a las elecciones es, ya en periodo preelectoral, el objetivo de un partido que pesca en la misma saca de votos que los conservadores.

Los populares, a falta de valorar las tres condiciones irrenunciables puestas por los naranjas para que salgan las cuentas de 2019, ya se han plantado con la primera - escuelas infantiles gratuitas a partir del próximo curso- porque, según sus cálculos, el coste es elevado. Y en la Puerta del Sol, sede del Gobierno regional, ya cuentan con que es posible que los presupuestos queden bloqueados en la recta final de la legislatura, lo que ata de pies y manos al Ejecutivo para hacer nuevas (y vistosas) inversiones de cara a las elecciones de mayo.

Fuentes del equipo de Gobierno sugieren que el triple órdago es “una moto” porque “cada uno tiene que vender la suya” y aseguran que estas exigencias nunca aparecieron en negociaciones previas mientras Ciudadanos pide al PP que lo repiense por si su negativa fue “fruto de un calentón”.

El Debate del Estado de la Región celebrado esta semana en Madrid ha evidenciado la intención de Ciudadanos de separarse del PP, pero también del PSOE. Ignacio Aguado incendió la cita desde primera hora cuando afirmó, dirigiéndose a los socialistas, que “a la política no se viene a gastarse el dinero en prostitutas y cocaína”, en alusión al caso de los ERE en Andalucía, un escándalo que sacude a sus socios de Gobierno hasta anteayer. Aguado apuntó vehemente desde la tribuna que la “etapa del bipartidismo” se había “terminado”.

En Andalucía el ambiente tenso se fue espesando con el tiempo, aunque el divorcio se ha consumado también coincidiendo con el inicio de la precampaña. El motivo ha sido, según Ciudadanos, la negativa de Susana Díaz a cumplir varias de las medidas del pacto de investidura que les une desde junio de 2015, especialmente la resistencia de los socialistas andaluces a retirar los aforamientos de los diputados.

La separación convenía a los dos partidos y sirve de coartada para un adelanto electoral que pillaría al nuevo PP de Casado en una posición muy débil.

Tras levantarse las dos partes de la última reunión de seguimiento del pacto, el líder de la formación naranja dio un ultimátum de 48 horas a Díaz para rectificar, un plazo que en realidad es un órdago, dada la compleja y larga labor de reformar un estatuto de autonomía. Solo por esta vía es posible hacer efectiva la suspensión de los aforamientos y en el tiempo restante de legislatura era imposible llevarlo a cabo.

En Murcia, en donde terminaron también rompiendo el acuerdo de legislatura que mantenían con el PP tras la imputación de Pedro Antonio Sánchez, sí lo consiguieron. En Madrid, donde primero apoyaron a Cifuentes y ahora sostienen a Garrido, no va a pasar porque el proyecto de ley que contiene la medida estuvo un año y medio atascado en la Asamblea por el bloqueo, entre otros del propio PP y Ciudadanos, y ahora no da tiempo a tramitarse.

Divorcios en varios actos y titulares

Las tres rupturas tienen algo en común: un divorcio en varios actos –ya sean de días o meses– con una gran escenificación para acaparar titulares. Ciudadanos sabe que sus diputados en Madrid y Andalucía son decisivos, y de hecho, en el sur propiciará casi por seguro el adelanto electoral que no viene mal a Susana Díaz. Esta ruptura le ofrece la posibilidad de hacer un relato de falta de estabilidad para convocar a las urnas, aunque su decisión no se tomó ni se tomará de forma inminente.

PP y Ciudadanos luchan ya directamente por el mismo electorado. Con la llegada de Pablo Casado a la presidencia del PP nacional, la competición se ha disparado y también se ha pervertido con una lucha enconada por el votante de derechas más radical, como la que se registró a los pies de la valla de Ceuta para liderar el rechazo a la inmigración.

Aunque el cambio original que rompió en mil pedazos la hoja de ruta de Ciudadanos fue la moción de censura de Pedro Sánchez. “En su frío cálculo no contaron con que la sentencia de la Gürtel iba a frustrar sus planes y Ciudadanos se ha quedado colgado de la brocha”, le espetaba la portavoz de Podemos en la Asamblea de Madrid, Lorena Ruiz-Huerta, al líder de la formación naranja, Ignacio Aguado, durante el debate del estado de la región celebrado este jueves y viernes.

Mantener a Mariano Rajoy desgastado en La Moncloa hacía sonreír a Ciudadanos en las encuestas. La gestión de la crisis de Catalunya por parte del Ejecutivo central engordó aún más las buenas previsiones demoscópicas y en marzo de este año la formación de Rivera aparecía en algunas encuestas como la primera fuerza política. Pero la llegada de Pedro Sánchez al Gobierno desplomó el ascenso.

El último barómetro de Celeste-Tel, publicado por eldiario.es esta semana, sitúa a Ciudadanos como tercera fuerza con un 18,7% de los votos. En el mes de agosto, según esta encuesta, lo que ganó el PP con la exposición mediática de su nuevo líder lo perdió la formación de Albert Rivera, que trata de resituarse en este nuevo panorama.

En Andalucía, y ante la previsión de que las elecciones se precipiten, el partido tiene candidato desde julio: Juan Martín. Ignacio Aguado, sin embargo, aún no tiene garantías de repetir en Madrid y Ciudadanos pretende mantener la tensión hasta finales de año cuando, con toda previsión, ya todos las formaciones hayan elegido a su cara visible.

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