Réquiem por el bar Lozano y otros negocios de renta antigua

El próximo 1 de enero finaliza la moratoria que en su día se estableció para la antigua Ley de arrendamientos tras la reforma Boyer, lo que va a suponer el cierre obligado de numerosos negocios minoristas, tradicionales y antiguos. Algunos casos han llegado a la opinión pública, como el del Café Central, pero se estima que hasta 200.000 negocios estarán afectados por el cambio legislativo. Muchos tendrán que cerrar y, en muchos casos, nos enteraremos al empezar el año.

La gente de Gentrisaña, un grupo activista que trabaja el tema de la gentrificación en el barrio de Malasaña, ha comenzado una campaña en la que propone que busquemos los bares afectados y los apoyemos:

El bar elegido por Gentrisaña, ha sido el mítico bar Lozano, en el número 14 de la calle San Joaquín. En este caso, el bar no echará el cierre el mismo día uno, pese a estar afectado por la Ley, porque aún está negociando con el casero. Ellos van a ir el día 30 a las 21 h. a dar fuerzas al Lozano para que no tenga que haber despedida. Además, hoy mismo han organizado el Taska Tour, del Lozano al Palentino.

El Lozano es un bar de los de fotos de plato combinado en la pared, parroquiano de largo recorrido y plancha muy amortizada. Llegaron a la calle en 1975 y desde entonces han servido muchas cañas, muchos minis a estudiantes de la zona y muchas hamburguesas a distintas generaciones de noctámbulos malasañeros. Es uno de los bares más veteranos y entrañables de Malasaña. En 2012 David Álvarez e Ivar Muñoz-Rojas entrevistaban a José Villamayor, del bar Lozano, en el premonitorio cortometraje documental ‘La muerte del bar español y la invasión del plato cuadrado’

Muy cerca del barrio cerrará la Camisería Hernando, en la Gran Vía, abierta al público en 1857 y que lleva más de medio siglo en dicha calle, y también Plaka, la tienda de materiales de la calle Colón. Quizá sean más, por desgracia.

La cosa viene de atrás (la reforma de Boyer de 1985 eliminó la prórroga forzosa pero en 1994 se firmó una moratoria de 20 años), pese a lo cual nadie se ha ocupado de establecer cauces para salvar establecimientos que enriquecen nuestras ciudades. En muchos casos, los inquilinos ni siquiera han podido afrontar una renegociación razonable porque se han encontrado con que su casero es una gran entidad bancaria o, incluso, un fondo buitre, reacios a mantener pequeños negocios.

La Plaza de San Ildefonso, donde prácticamente está el bar Lozano, es hoy uno de los centros de la modernidad de la ciudad. Si finalmente el bar desaparece será probablemente más moderna, pero a buen seguro menos entrañable, menos diversa y más amnésica.