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Cómo cambia un barrio: el final que aguarda al edificio centenario y aislado de Bravo Murillo 336

Vista aérea de Bravo Murillo 336

Somos Tetuán

14 de febrero de 2022 01:00 h

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En la acera de los pares de la calle Bravo Murillo, cerca ya de Plaza de Castilla, se levanta un curioso edificio que se ha convertido en los últimos tiempos en blanco de miradas y fotografías. Un inmueble con fachada de líneas burguesas –preciosa rejería y ornamento interesante–, situado en el número 336 de la calle, que ha quedado aislado tras el derribo de las dos construcciones que tenía a sus lados.

Hace ya tiempo que distintos carteles promocionaban una próxima construcción en el solar contiguo. En ellos se podía ver la foto de una chica bañándose en una piscina con las tejas de otros tejados al fondo y las (aún) Cuatro Torres en el horizonte. Alguien pintó con espray especuladores sobre el cartel, provocando que el peculiar esquinazo resultara aún más llamativo. Sin embargo, en los últimos meses se ha concretado ya la forma de la nueva promoción, que se extenderá a la parcela que actualmente ocupa el solitario edificio de porte espectral en el número 336 de la calle.

De la unión de la parcela que ocupa este inmueble y las dos colindantes surgirá un nuevo edificio con 33 pisos de lujo que tendrá zonas comunes en las que habrá aparcamientos para bicicletas, piscina, gimnasio, zona coworking, gastroteca y zona chill out. Los precios de las viviendas se sitúan entre los 310.000 euros (un piso de unos 49 metros cuadrados, un dormitorio y sin plaza de garaje) y los 515.000 de los pisos más caros (con 2 dormitorios y 93 metros cuadrados).

La licencia pedida por la empresa promotora es para la “sustitución del edificio de obra nueva residencial para 33 viviendas, trasteros, garajes y locales” y el proyecto tendrá aún que sortear algunos trámites, como pasar por la Comisión de Patrimonio (la fachada tiene una protección Nivel 3-Ambiental, que es la menor de las protecciones y no obliga a restaurar elementos originales).

La disección del cambio y el ciclo de la gentrificación de un barrio

En el verano de 2015 fue muy sonado en la capital el derrumbe por fatiga de materiales del edificio anejo a este del que hoy hablamos, que tuvo lugar el 18 de agosto de aquel año.  Aunque muchos medios lo nombraron entonces como Bravo Murillo 336, en realidad, el portal de entrada estaba en el número uno de la calle Amalia. Al día siguiente del desplome (sin víctimas, se pudo desalojar a los inquilinos rápidamente) parte del inmueble fue demolido. Durante un tiempo, quedaron en pie apuntaladas una fachada y las letras A y B del edificio, dejando al viandante la siniestra imagen del edificio en sección.

Tuvieron que ser desalojadas 43 personas (siete menores, tres de ellos bebés) que se quedaron sin hogar y tuvieron que ser realojados de urgencia por el Samur Social. Muchos de los inquilinos del edificio eran de origen extranjero (sobre todo de América Latina y el sudeste asiático) y perdieron todas sus pertenencias. El siniestro dejó al descubierto, de alguna manera, la realidad social de muchos de los vecinos de un distrito tan desigual como Tetuán en un edificio con vistas a su arteria más importante, Bravo Murillo.

Con el inmueble colapsado totalmente demolido (en un primer informe pericial se había dicho que una parte del edificio podría ser habitable) nuestro edificio protagonista de hoy quedó un poco más solo. Un tiempo después, sería derribado su hermano más al norte, un pequeño edificio de estilo neomudejar popular que, en algún momento, había sufrido una desafortunada intervención para abrirle unas grandes cristaleras en la fachada.

Tras esto, el edificio de fachada burguesa de Bravo Murillo 336 quedaría ya exento, llamando la atención de los viandantes y siendo objeto de fotografías improvisadas durante lo que llevamos de década.

Es bien conocido el desequilibrio socioeconómico este- oeste dentro de Tetuán. Las aceras de Bravo Murillo, por su carácter fronterizo y de doblez del mapa, escapan a esta lógica, que por lo demás es también más compleja, ya que algunas de las calles de la orilla este tienen una morfología urbana parecida a las del Tetuán histórico.

La acera de Bravo Murillo 336 cae en el barrio de Castillejos y la de enfrente en la de Valdeacederas. Número a número, son dos barrios muy distintos: los hogares de Castillejos tienen una renta media por hogar de 46.951 euros, frente a los 28.996 de Valdeacederas; dos puntos menos de paro (6,46% frente a 8,64%), y una proporción de vecinos migrantes también mucho más baja (en Castillejos hay un 15,9% de personas nacidas fura de España y en Valdeacederas un 24,2%).

Sin embargo, un vistazo a un lado y a otro de Bravo Murillo nos devuelve un paisaje parecido en la calle: de cambio a través del abandono. En la acera de los impares el característico complejo de casas bajas donde hasta hace poco estuvieron Casa Sotero o Casa Aurelio (en Valdeacederas) espera que se cumpla la profecía vecinal que dice que pronto crecerá al lado algún cartel de “próxima promoción”.

En el propio barrio de Castillejos sucede algo parecido. Si nos fijamos en la renta de la sección censal donde están la calle Amalia y otras de alrededor, veremos que el perfil social dista mucho de las que, en el mismo barrio, se encuentran limítrofes con la Castellana. Un paseo por estas callecitas nos revela la sensación de estar caminando calles mestizas, trufadas de edificios viejos que conviven con nuevas promociones, y es en el peso migratorio de estas calles donde debemos buscar que, pese a su renta, Castillejos tenga un porcentaje de migración ligeramente superior que el de la media de Madrid.

En la acera de los pares, el derribo de la casa aneja a Bravo Murillo 336 dejó al descubierto la humilde estructura de corrala tras el edificio burgués que da a Bravo Murillo. Al fondo, se vislumbra incluso una especie de cobertizo. Así, la casa solitaria de Bravo Murillo es metáfora y es subrayado literal del cambio de un barrio ante nuestros ojos a través de la sustitución de un perfil vecinal por otro de mayor renta. De su gentrificación.

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