Has elegido la edición de . Verás las noticias de esta portada en el módulo de ediciones locales de la home de elDiario.es.
UN AÑO DE TETUÁN

El año en el que la presión inmobiliaria en Tetuán llegó a los espacios sociales del distrito

Concentración frente a la Junta de Distrito de Tetuán por la continuidad de La Huerta de Tetuán

Somos Tetuán

0

Cuando, al final de cada año, hacemos el ejercicio de mirar la hemeroteca propia de los último 365 días, suelen aparecer destacados los mismos asuntos. Problemas que, por estructurales, no brotan de una vez ni se resuelven de hoy para mañana. En el caso del distrito de Tetuán es patente desde hace años la manera en cómo la presión inmobiliaria y la subida de los precios de la vivienda están transformando sus barrios.

El curso 2025 no ha sido una excepción y nos ha dejado eslabones destacados de la cadena de cambio que merecen ser mirados en su vertiente comunitaria. ¿Por qué? Porque hemos vivido varios episodios que rebasan el hasta ahora problema de la vivienda para trasladarlo también al ámbito de los espacios sociales.

Este final de año ha sido testigo de la despedida de la sede del Espacio Bellas Vistas en la calle Almansa, después de una larga negociación con el fondo que se hizo con el edificio entero. El espacio social, que acoge un buen número de asambleas, colectivos y actividades de carácter cultural y social de Tetuán, ha encontrado un nuevo local en la calle Adrián Pulido, más pequeño y menos céntrico que el anterior, pero la búsqueda de un espacio asequible a sus posibilidades ha sido complicadísima.

Tetuán es el cuarto distrito con más número de vivienda turística (prácticamente empatado con Chamberí, que es el tercero) y gran parte de esta oferta se concentra en locales comerciales, por lo que a la presión inmobiliaria se une la escasez de espacios susceptibles de tener un uso social, algo que la comisión encargada de buscar morada de Espacios Bellas vistas pudo constatar en primera persona.

Al desplazamiento inmobiliario de proyectos sociales viene a unirse el de Ecosol, una cooperativa de consumo agroecológico de cuarto de siglo de antigüedad. Después de la compra del edificio que alberga el local, en el número 1 de la calle Salvia, el fondo inmoniliario expulsó a todos los inquilinos. Ellos siguen en lucha y advierten que no les ha sido posible encontrar una alternativa en el barrio.

A punto estuvo también de ser dealojada La Huerta de Tetuán –llegaron a presentarse unos agentes solicitando que se desalojara inmediatamente–. Es este un caso diferente a los anteriores, pues se trata de un solar cedido por el Ayuntamiento en tiempos de Ana Botella, pero viene a subrayar la desvalorización de los lugares vecinales autogestionados. Finalmente, y tras una campaña de movilización vecinal de apoyo a la huerta, se aprobó en junta de distrito que las hortelanas se queden hasta que comiencen las obras de ampliación del colegio contiguo.

Los destinos del Centro Social Okupado La Enredadera, en la calle de La Coruña, también se mecen cada cierto tiempo en el difícil equilibrio propio de su naturaleza: la inestabilidad legal y el auge de las empresas de desokupación. Nada que, por otra parte, no sea común a todos los espacios okupados de la ciudad. Peligros en el horizonte que, sin embargo, no pueden desconectarse del episodio de la historia inmobiliaria del barrio de Estrecho, donde un paisaje de pequeñas naves está dando paso a otro de nuevos colivings donde se alquilan habitaciones por 1000 euros.

También los negocios de carácter más vecinal y mayor raigambre son víctimas del clima inmobiliario, como sucedió con Ceres, un histórico vegetariano que llevaba más de treinta años siendo nexo de vecindad en el barrio de Bellas Vistas. Ni siquiera los símbolos de conexión vecinal, como la histórica morera del Paseo de la Dirección, consiguen salvarse del paso del progreso. No se encontró manera de replantarla ni conservarla dentro del diseño de las viviendas sociales que se construirán en el solar. Ni siquiera se aprobó –al menos de momento– la propuesta de recordarla con una placa.

La contraparte a la amenaza constante para los espacios propios del tejido asociativo y vecinal de Tetuán ha sido su capacidad de respuesta. Las campañas de apoyo a todos los espacios mencionados han suscitado numerosas muestras de adhesión colectiva e individual. Muchas de ellas, por cierto, cargadas de humor combativo, como la concentración frente a la Junta de Distrito disfrazados de hortelanos para solicitar la continuidad de la huerta. El tejido ciudadano en Tetuán sigue adelante pese a los embates, como muestra la impresionante movilización contra la guerra de Gaza organizada en la calle de Bravo Murillo por varias asociaciones tetuaneras.

Dice el saber popular que “Dios aprieta, pero no ahoga” pero el sino de los tiempos y el mercado inmobiliario invitan al pesimismo. Escasea el metro cuadrado de espacio social, de lugar de encuentro y de práctica extraeconómica. Solo el instinto colectivo de las vecinas y vecinos permite coger aire a al tejido comunitario. Esperemos que el año que entra desmienta las primeras líneas de este párrafo.

Etiquetas
stats