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Jorge Yeregui (re)trata en el Centro Párraga “la ruina” de la especulación inmobiliaria

“Acta de Replanteo. Performidad y paisaje” de Jorge Yeregui / MIGUEL AZNAR

Miguel Aznar

Murcia —

Dos fotografías de dimensiones considerables (Montones) nos reciben a la entrada del espacio 5 del Centro Párraga. Se trata de dos fotografías con sendos montículos en medio de la nada, pequeñas acumulaciones de tierra: uno de arena, el otro de grava. Dos montículos artificiales, ajenos al paisaje, retazos de una presencia humana, visiblemente colonizados por unos yerbajos agrestes que con el paso del tiempo los han ido sometiendo a una lenta transformación para, posiblemente con el paso del tiempo, asimilarlos o reintegrarlos en el paisaje.

No se puede decir que son dos fotografías bonitas, ni tan siquiera artísticas desde un punto de vista formal o compositivo, pero sin duda nos atraen. Son dos naturalezas muertas, o al menos eso inspiran, a pesar de la dispersa naturaleza silvestre. No son ruinas porque nada se ha construido, aunque lo sugieren. No las podemos reconocer, aunque nos son familiares, muy familiares. ¿De qué se trata?. Aparentemente de nada importante; son tan sólo dos montones de tierra. ¿Entonces que hacen en un espacio expositivo?, nos preguntamos. Pues basta con echar un vistazo a nuestro alrededor para descubrir que esos montones de arena y grava son los símbolos que sintetizan la propuesta de Jorge Yeregui: “Acta de Replanteo. Performatividad y paisaje”, comisariada por David Armengol.

La arena y la grava son “el pan y el vino”, “el cuerpo y alma”, del corpus fundacional de la obra que se nos presenta. Los dos elementos, junto con el agua, para la génesis del hormigón: El cuerpo del delito. Pues si disponemos del cuerpo, ahora tan sólo falta detallar el delito; y de eso se encarga Jorge Yeregui. Un interesante artista (arquitecto de formación) que reflexiona en sus trabajos sobre la idea y la experiencia del llamado “tercer paisaje”. Un concepto, este del “tercer paisaje”, acuñado por el paisajista, jardinero y entomólogo francés Gilles Clément (Manifiesto del Tercer Paisaje, 2007), que viene a redefinir a esos espacios urbanizables pero no urbanizados, desnaturalizados pero invadidos y reconquistados por una insospechada y resistente naturaleza. Un paisaje que no es natural (primer paisaje), ni puede ser considerado urbano (segundo paisaje). Un nuevo paisaje impregnado de una “neorruina postmoderna” cuya presencia, desgraciadamente, ya forma parte de nuestro imaginario colectivo.

Se trata de esos lugares a medio construir, residuales, periféricos y abandonados. De esas ruinas de sueños incumplidos, testigos acusadores de la especulación inmobiliaria. Se trata de todos esos proyectos urbanísticos reducidos a desoladores esqueletos de ladrillo y hormigón. A esos descampados vacíos, delimitados por lindes de alambre y perímetros de bordillos interminables. A esos espacios que debían acoger construcciones que probablemente ya nunca se llegarán a materializar.

El título de la exposición “Acta de replanteo” hace referencia al documento oficial que se firma por las partes implicadas en la construcción de un proyecto (arquitecto, promotor y constructor) con el objeto trasladar fielmente al terreno las dimensiones y formas indicadas en los planos que integran la documentación técnica de la obra. El día siguiente a la firma de dicha acta se considera el inicio del plazo de ejecución de la obra o, lo que es lo mismo, el día de inicio de la trasformación urbanística del lugar. Una transformación que en el mejor de los casos concluirá con la ejecución de la obra, aunque desgraciadamente muy a menudo ese final nunca llega. En este caso, Jorge Yeregui utiliza paradójicamente este referente al documento legal para realizar su propio “replanteo” de una forma inversa; es decir, trasladar a los documentos (fotografías, videos, performance) las dimensiones, las formas y las experiencias

que integran el nuevo paisaje malogrado. De ahí su subtítulo: “performatividad y paisaje”.

Yaregui en Lindes, una obra reticular de fotografías que ocupa la mayor parte de la sala, nos muestra una cartografía personal de alguno de estos nuevos paisajes. Para ello el artista, autoimponiéndose unas normas arbitrarias más propias de la performance que de la fotografía, toma como referencia el vallado provisional que limita y acota estos territorios, mostrándonos así el desolador paisaje que lo circunda.

La muestra se complementa con varias instalaciones de video: cuatro videos monocanal (Líneas maestras) que documentan la acción performativa del artista recorriendo esos bordillos y aceras abandonados en estos parajes; dos vídeos con cámara fija de dos edificios “totémicos” abandonados a medio construir (Alzados) como símbolo de esas nuevas “neorruinas” no habitadas; y una proyección de vídeo (Impasse) que muestra la “convivencia pasiva entre el desamparo y la realidad” que rodean este tipo de nuevos paisajes.

En una de las esquinas, destaca una fotografía de gran formato asentada en el suelo (sin título aparente) con la imagen de una precaria escalera de hormigón que asciende un pequeño montículo agreste. Una auténtica ruina generada posiblemente por los únicos habitantes de este nuevo paisaje y que en cierto modo puede simbolizar la precariedad y la improvisación de esos proyectos urbanísticos tan representativos del boom inmobiliario.

Finalmente la muestra incorpora un par de mesas con documentación de la obra y una publicación en formato periódico con una serie fotografías de pilares de obra. Una publicación evidentemente no editada para la ocasión, ni para ser expuesta en vitrinas, sino más bien para llevársela a casa (como se hizo en La Tabacalera en Madrid).

A diferencia de lo que en un principio pueda sugerir, la propuesta de Yeregui no se debe entender como una visión crítica de estos espacios, tampoco, por supuesto, se puede considerar como una reivindicación o una apología de estos territorios, nada más lejos de la realidad. Pero tampoco pretende documentarlos o cartografiarlos al estilo exquisito de la vieja escuela de Düsseldorf, que tanto ha influenciado en la fotografía arquitectónica y urbana.

Yeregui, lo que hace más bien, es presentarnos estos paisajes, ejercer de notario, hacerlos visibles, recorrerlos y experimentarlos por nosotros y para nosotros. En cierto modo con sus acciones, y su experimentación, Yeregui hace una relectura del land art de estos nuevos paisajes (pero una relectura más cercana a la obra performativa de Richard Long o Hamish Fulton, que a las grandilocuentes transformaciones de Robert Smithson o Michael Heizer).

Con sus acciones, sus videos y sus fotografías Jorge Yeregui nos convierte así en espectadores de la evolución de estos nuevos espacios inhabitados e inhabitables donde la propia naturaleza los hace evolucionar. Y en cierto modo, siguiendo la visión de Clément, se nos alienta a aceptar este tercer paisaje como una potencia o, si se prefiere, una realidad todavía en tránsito de realización. Otra cosa muy distinta es en que se acabará materializando.

Para concluir, simplemente me gustaría constatar que Jorge Yeregui (re)trata con “triple acepción” en el Centro Párraga una interesante visión de estos neopaisajes que pueblan nuestro territorio y nuestro imaginario urbanístico reciente. Bien sea “tratando” el tema desde una muy acertada visión artística y en cierta medida poética; o “retratando”, ya que básicamente Yeregui, a parte de un investigador, se considera fotógrafo, y como tal “retrata” acertadamente una realidad para mostrarla ante nosotros.

Y por último, apuntar que es la misma exposición que mostró el año pasado La Tabacalera de Madrid. Y no es que importe que exposiciones tan interesantes como esta se repitan en nuestra ciudad. Pero en lugar de especificarlo, se le ha apostillado un nuevo subtítulo (en Madrid se denominaba solo “Acta de replanteo”) y se la hace pasar por nueva. En cualquier caso da igual: incluso para los que la disfrutamos en Madrid, es toda una alegría volver a repetir experiencia.

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