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Begoña Méndez y Nadal Suau, escritores: “El matrimonio no tiene por qué ser un lugar triste”

Nadal Suau y Begoña Méndez

José Bocanegra

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Se ha convertido en uno de los libros de año. El matrimonio anarquista, obra a cuatro manos de Begoña Méndez y Nadal Suau (casados y con compromiso), constituye una reflexión -con inteligencia y humor- sobre eso tan extraño llamado matrimonio y todas las alternativas a su alrededor. Este sábado los autores visitan Murcia en su gira de presentación, de la mano de Libros Traperos, en una charla con el escritor y editor José Bocanegra, autor de esta entrevista, y el agitador cultural Álex Zambudio en HuertoLab de Santa Eulalia, a las 12:30h.

El próximo 13 de noviembre presentáis en Murcia El matrimonio anarquista (Hurtado y Ortega, 2021). Apenas mes y medio después de su publicación, tenemos una segunda edición en marcha y tanto el público como la crítica lo están recibiendo con entusiasmo, ¿felices con la acogida?

Begoña Méndez: Feliz e impresionada. El título es un juego literario que quiere condensar una de las ideas fundamentales del libro: la voluntad de reinventar una institución que, tradicionalmente, ha servido para oprimir a las mujeres, pero, cuidado, también a los hombres. En ese sentido, es un acto de apropiación cultural, por cuando que ensaya las posibilidades del matrimonio como un proyecto de vida atravesado por la convicción de que el amor, el compromiso y la amistad pueden ser, deberían ser, vectores libertarios capaces, también, de tejer vínculos importantes con los otros. A mí me daba miedo que el título llevara a error, que el lector esperara encontrar un tratado sobre el anarquismo y, desde luego, no se trata de eso. Para que se entienda de un modo claro: si cediera a mi rabia, el progresivo e irreversible desmantelamiento de la educación pública, me llevaría a encender hogueras en los patios de los colegios y a quemar los documentos con las orientaciones pedagógicas. Y, sin embargo, ¿qué hago?, pues ser profesora de la pública y dar la batalla en las aulas. Ese es el espíritu de El matrimonio anarquista. No decimos que nuestra opción sea la buena, decimos que el matrimonio no tiene por qué ser un lugar triste y que para ello hay que dar la pelea, día a día, asumiendo que también sería hermoso prender fuegos, pero que preferimos el compromiso con los vínculos pequeños y frágiles.

Nadal Suau: Una de las cosas más estimulantes que nos ha pasado es el efecto espejo que el libro provoca en el lector; las cartas parecen apelar a la vida de cada uno, tal vez porque están infestadas de preguntas compartidas, y también porque durante su escritura nunca se nos olvidó que uno de nuestros objetivos era capturar un momento particular de la historia de los afectos. Vivimos una época desconcertada, llena por igual de posibilidades y de tentaciones nostálgicas, en la que los vínculos entre individuos (da igual si hablamos de pareja, poliamor, amistad, deseos fugaces o familia) están sometidos al permanente stress-test del mercado. Y eso no es casualidad, sino política. Nosotros ponemos sobre la mesa un estudio de caso, y resulta que algunas lectoras han sabido reconocer nuestras angustias, respetar las soluciones siempre precarias que les hemos dado y entrar en el juego literario que proponemos. Porque no olvidemos que estamos hablando de literatura y de pensamiento; la parte confesional es solo una herramienta para ello. 

Una mujer y un hombre, un matrimonio de escritores, deciden iniciar una correspondencia por carta durante varios meses en plena pandemia y con vista a publicarlas en libro. Es decir, dos personas que ya estaban comprometidas deciden apretar las tuercas de su compromiso. Y el título anuncia, como una paradoja, un desafío a las convenciones. La premisa es potente.

Begoña Méndez: Lo cierto es que la correspondencia se inició antes de la pandemia; el confinamiento nos cogió en pleno proceso de escritura y puesto que nuestro proyecto pretendía conversar con los materiales de la realidad para modelarlos literariamente, era imposible que no apareciera. El encierro obligado no es un tema en sí mismo, pero sí nos pareció importante que los efectos emocionales estuvieran presentes en las cartas, porque nos servían para hablar acerca de la convivencia, el aburrimiento, el reparto de los espacios dentro del hogar para inventar momentos de soledad y para pensar nuestras relaciones, como pareja y como individuos, con el mundo exterior. Hablas de “apretar las tuercas del compromiso”; es una expresión que yo no habría utilizado y, que, sin embargo, me parece adecuada porque apunta al germen de nuestro intercambio epistolar: la voluntad de pensar acerca de los vínculos afectivos hoy. Para escribir con honestidad, sentíamos que debíamos hacerlo desde nuestra experiencia matrimonial. Con todo, las preocupaciones y las preguntas que planteamos rebasan nuestro propio caso de pareja heterosexual casada porque apelan a cualquiera que necesite reflexionar sobre las posibilidades que tiene el amor como acto libertario y como lugar desde el que relacionarse con los otros. Ese atrevimiento nos ha permitido rasgar las capas superficiales de las relaciones amorosas y abrirnos a la contradicción y topar con los límites que cualquier opción afectiva tiene.

Nadal Suau: ¡No estoy seguro de que al principio fuéramos conscientes de lo potente que era la premisa! Con esto quiero decir que el libro nació como un ensayo en forma epistolar en el que íbamos a reflexionar sobre nuestras contradicciones, pero no sabíamos hasta qué punto la vida iba a infiltrarse en el texto, y viceversa. Hay un punto en el que estas cartas experimentan un giro narrativo con el que no contábamos, sencillamente porque no sabíamos que iba a ocurrir lo que ocurrió en la vida real: de ahí salió un nudo dramático que le da un sentido nuevo a todo lo que habíamos escrito antes. Lo gracioso es que, al mismo tiempo, la escritura del libro contribuyó a vivir ese momento de otro modo, con mayor distancia y comprensión hacia el otro. ¡De pronto, tener una crisis nos pareció casi una buena noticia, porque mejoraba el libro!

En la portada, reconocida con toda justicia como una de las mejores de este año editorial, brilla una ilustración que representa un tatuaje que ambos os hicisteis en la espalda. El tatuaje, como el compromiso que defendéis, aspira a ser eterno, imborrable.

Begoña Méndez:  El tatuaje puede tener tantos significados como personas tatuadas. En nuestro caso, los tatuajes son la huella visible de ese compromiso que comentas. Tiene que ver con la necesidad de oficiar rituales que den sentido a nuestras vidas. ¿Imborrable? ¿eterno? Ese ya es otro cantar: ahí está el tiempo finito, el horizonte de la muerte. Seremos borrados, no quedará nada, pero mientras estemos vivos, por qué no jugar a lo eterno. Me parece que las ceremonias, cualquier ceremonia, busca precisamente eso: inventar sentidos que nos permitan habitar el mundo con la ilusión de que nuestras vidas no son tan prescindibles, tan poco importantes, tan increíblemente temporales.

Nadal Suau: Esa ilustración del Bara, que es uno de los mejores tatuadores de este país en el estilo tradicional, justifica la existencia del libro (e incluso la de mi espalda, cosa mucho más meritoria). Y creo que introduce muy bien el carácter del libro e incluso alguna de sus preguntas: ¿existe algo para siempre? El compromiso de por vida, ¿es conservador o transgresor? ¿O quizás bascula entre ambas cosas en función de cómo se habita? Y, ¿qué ocurre cuando por fin obtienes el objeto de tu deseo, y resulta que ahí sigue al día siguiente, y al otro, y al otro…? ¿Tiene sentido organizar la propia vida en torno a experiencias rituales en un mundo regido por la velocidad y la obsolescencia?

En El matrimonio anarquista se siente la cálida y familiar luz del Mediterráneo. En sus páginas, os vi nadando en el mar. El libro es luminoso, pero en este cielo diáfano también cruza alguna nube de vez en cuando, ¿cómo fue el proceso de escritura?

Begoña Méndez: Es hermoso eso que dices. Es cierto que durante la revisión del manuscrito descubrimos que el Mediterráneo estaba presente de un modo inapelable, pero en ningún caso fue algo consciente. Las cartas son un tejido inseparable de literatura y vida, y vivir en Mallorca forma parte de nuestra realidad. Hay que mirar a lo lejos cuando vives en una isla para no enloquecer. Las nubes de las que hablas tienen que ver con la decisión de dejar que la escritura se impregnara de la experiencia cotidiana y, en ese sentido, nos sirvieron para hablar de otro de los temas fundamentales del libro: cómo lidia una pareja monógama con el deseo. Porque somos cuerpos deseantes y los otros existen, no hablar sobre ese conflicto, no incorporarlo al proceso de escritura, habría sido deshonesto y cobarde por nuestra parte.

Nadal Suau: Es curioso porque a mí El matrimonio anarquista me parece un libro feliz, pese a que atraviese varias zonas de sombra; pero algunas lectoras nos cuentan que les ha dejado una impresión más bien triste, porque de algún modo confirma que en el fondo siempre, por más lealtades que establezcamos, estamos solos en la vida. Me gusta esta ambivalencia. En cuanto al proceso, antes de la primera carta acordamos qué temas debían aparecer obligatoriamente en algún momento: el deseo, el rito, lo cotidiano, el dinero, etc. A partir de ahí, cada uno escribió sus respectivas cartas sin ninguna injerencia por parte del otro. Y fue muy divertido.

Mostrar la correspondencia es despojarse de la intimidad, desnudarse en público; sin embargo, intuyo aquí una conquista personal, ¿os habéis sentido más vulnerables o, por el contrario, más poderosos tras la publicación de la obra? ¿Genera el revelar quiénes somos una ampliación de nuestro espacio vital?

Begoña Méndez: El libro está escrito desde y a partir de nuestro espacio íntimo y en ese sentido entiendo que hables de un ejercicio de desnudez. Pero yo no lo veo exactamente así: mi forma de concebir la literatura tiene que ver con la idea de que lo personal es político o, dicho de otro modo, creo de verdad que lo personal es impersonal. Nuestras vidas no importan nada en sí mismas. Si nuestra intimidad es la materia con que está escrito el libro es porque pensamos que puede servir como espejo para los otros. Un espejo capaz de generar en el lector preguntas, grietas, incomodidades. Un espejo en el que se reflejen los deseos y las contradicciones y que sirva para que el lector se pregunte por su forma de relacionarse con el mundo, por su forma de concebir los afectos y las relaciones amorosas, y, ojalá, que conversación.

Nadal Suau: Estoy totalmente de acuerdo con Begoña, pero entraré en el juego de tu pregunta y responderé que, en todo caso, hemos salido perfectamente enteros y serenos, más amigos que antes. Hablar de poder me gusta menos, y ojalá eso signifique que también hemos salido un poco más anarquistas.

El matrimonio anarquista, cuyo espíritu es el ensayo, tiene un carácter intelectual, pero también cercano y desenfadado, ¿qué tipo de lectoras esperáis encontrar en Murcia? ¿A quiénes extenderíais la invitación a este evento?

Begoña Méndez: Es cierto que el libro está impregnado de nuestras múltiples lecturas en torno al poliamor, el deseo, los cuerpos, la monogamia, el feminismo, las masculinidades o el capitalismo acelerado, por poner algunos ejemplos. Y están ahí porque los dos sentimos la necesidad de comprender cómo es la época que nos ha tocado vivir y cómo podemos hacer para habitarla de un modo consciente y, sobre todo, con toda la coherencia de que somos capaces. Sin embargo, no teníamos la intención de hacer un ensayo sesudo. De hecho, nuestra literatura está en las antípodas de la escritura académica. Ha sido un placer inmenso escribir El matrimonio anarquista. Incluso en sus pasajes más duros, que los tiene y mucho, las cartas transmiten ese esencial espíritu placentero. Los claroscuros del libro, las alegrías y las honduras, las diversiones y los conflictos que el lector encontrará están en todo caso al servicio de lo literario. De ahí la cercanía y el desenfado que destacas. Y eso me alegra, porque las personas con las que deseamos conversar en Murcia son sobre todo interlocutores: personas que, con su lectura, pero también desde sus modos de concebir los afectos, hagan más rico nuestro libro. Cualquier persona que cometa el hermoso atrevimiento de pensar acerca de cómo construir vínculos frágiles y pequeños, pero importantes para sí mismos y para su entorno son nuestr@s interlocutor@s.

Nadal Suau: Ojalá nos reunamos un montón de solteros, casados, poliamorosos y anacoretas de todas las adscripciones de género, y descubramos que nos une la voluntad de comprender y respetar al otro, y de construir nuestra libertad individual sobre la base de una igualdad real. Espero a lectoras, en definitiva, y soy partidario de no adjetivar ciertas palabras importantes como esa.

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