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Los obreros molan: 'La dictadura de lo cool' en el Teatro Circo Murcia

'La dictadura de lo cool' en el Teatro Circo

José Antonio Fuentes

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Hay teatros que esconden tesoros en su programación como el Teatro Circo Murcia. Tesoros diversos que cada uno debe descubrir: espectáculos de élite de circo contemporáneo, conciertos intimistas, danza contemporánea o música negra para niños de 0 a 3 años, coproducciones de compañías locales emergentes como Ayeklauwn o Uparte y un largo etcétera.

La actuación del pasado sábado 10 de marzo en el TCM del grupo chileno La-resentida con 'La dictadura de lo cool' fue especial: no era un tesoro obvio, a pesar de llegar con el sello del festival de Aviñón. Un regalo para los buscadores de expresiones teatrales que exploran nuevas estéticas, que cuestionan el mismo hecho teatral y, sobre todo, se aventuran con un nuevo teatro político.

'La dictadura de lo cool' se creó en Berlín, dentro de unas jornadas sobre estéticas de la resistencia con motivo de los 100 años del nacimiento de Peter Weiss, dramaturgo y artista polifacético referente del teatro documental. La Re-sentida hace obras que tratan de cambiar el mundo, que por grandilocuente que suene, no deja de ser el único punto de partida posible del teatro político y, además, así se llama uno de sus trabajos anteriores. Los han llamado punkis de la escena teatral chilena. Incluso, el crítico chileno Leopoldo Pulgar, se preguntaba en 2016 después del estreno si la evolución de la trayectoria performática y sin límites de la compañía no los llevaría a dejar el teatro para convertirse en activistas sociales y políticos. Una compañía en la que todos sus componentes cobran lo mismo.

El espectáculo comienza formalmente con una especie de entremés, una encuesta a pie de butaca. Una señora lanza una serie de preguntas al público que debe responder levantando la mano en caso afirmativo. Sorprendentemente, nadie en la sala iba vestido con ropas de valor superior a 200 euros y solo había un chico de origen magrebí. Cuestiones alejadas de la filosofía moral, preguntas directas y fáciles de responder que ya antes de arrancar crean un contexto político y adelanta la lucha que está a punto de desatarse.

Encima del escenario se desarrolla una fiesta que recuerda a la película de Sorrentino 'La gran belleza'.  Benito acaba de ser nombrado ministro de Cultura y sus amigos se han reunido en su casa para celebrarlo. La fiesta mola, te dan ganas de subir al escenario a beber y bailar con ellos. Hacía tiempo que no veía sobre las tablas del TCM actores sin micrófono de diadema a pesar de la singular acústica del teatro. El tono festivo era tan disparatado que en la elevación de la voz no había impostura, sino verdad y emoción. Piénsalo un momento, a tu mejor amigo lo nombran ministro de Cultura, eres artista, gestor cultural, productor… te alegras mucho por él, claro, pero la felicidad inmensa que te desborda es de origen, fundamentalmente, personal. Algo pillarás.

La fiesta se ve perturbada momentáneamente por la presencia de un enorme disfraz de oso que esconde a la señora de la limpieza empleada en las casas de todos los allí presentes. Un símbolo salvaje sin voz en `Roma´, Murcia o Santiago de Chile. Las Kellys, mujeres de la limpieza que alguna de ellas, por accidente, ha puesto de manifiesto una de las mayores críticas al arte contemporáneo. En más de una ocasión se han llevado por delante obras de arte de gran valor económico que ellas pensaron que se trataba de basura. Como señala una de las actrices de forma emotiva, en un aparte, interpretando a la señora de la limpieza enclaustrada en su disfraz de oso: mire estas manos comidas por el cloro. Si veo una colilla, una botella vacía o ropa sucia y rota la recojo porque es basura y no he hecho otra cosa durante toda mi vida. Pero lo siento, yo no sabía…

La obra destila de cabo a rabo una crítica al arte contemporáneo de nuestro tiempo. A un clasismo encubierto que discrimina entre lo que es arte y cultura y lo que es expresión popular llana. No sólo el artista está en el punto de mira, el público, el consumidor de cultura también es cuestionado en su responsabilidad y toma de posición, esencialmente, cool.

Es un placer ver producciones teatrales donde las copas, los vasos , la piscina hinchable y las botellas de la fiesta contienen líquidos. Los estados de agregación de la materia son importantes para este tipo de prácticas escénicas. La cocaína por ejemplo es sólida y el alcohol líquido, al igual que existen productos de limpieza sólidos y líquidos. La escenografía, laberíntica y a diferentes alturas potencia el simulacro de fiesta en casa de. Una celebración realmente brillante, fundamentalmente, por la calidad actoral y apuntalada por ese desparrame líquido sobre el suelo, las ropas y los rostros que cualquiera que haya estado en alguna fiesta en su vida reconocerá. Además, la continua proyección en directo te acerca al primer plano al cine. A la cristalización de todas las vanidades, envidias, traiciones y vejaciones en el rostro de sus protagonistas. 'La dictadura de lo cool' lo tiene todo porque es teatro y cine a la vez, aunque solo sea, como se dice durante la función, para hacerse los modernos.

La fiesta se interrumpe con la aparición de Benito, el flamante y joven recién nombrado Ministro de Cultura. En ese momento comunica a sus amigos los nombres y apellidos de los cargos de libre designación para la articulación de su política cultural. Ninguno de ellos está en la lista. Proyectados sobre la gran pantalla se suceden nombres anónimos de sindicalistas, artistas callejeros, obreros, hombres y mujeres del pueblo. La perplejidad inicial da lugar al desconcierto convertido en súplica y lameto que transmuta en desfase, preludio del fin de fiesta. Los focos deben alumbrar otros rostros, vocifera Benito, porque lo que está en juego no es una política cultural más o menos clasista o cool sino lo que siempre está ahí, latente y silenciado, la lucha de clases.

La magistral dirección de Marcos Layera, junto con la veracidad y calidad interpretativa de todo el elenco y la increíble producción audiovisual simultaneando un espacio teatral y otro cinematográfico son los puntos fuertes de esta radical y bellísima pieza teatral. Sin embargo, la dramaturgia, firmada por La-resentida, pierde fuerza narrativa conforme avanza la función. Todo está demasiado claro, las posiciones son inamovibles y la evolución de los personajes confirma lo que ya sabes, no hay salida para el burgués hecho y derecho ni para los arribistas ni para los obreros. El giro final sorprende tarde. Esto no impide sentirse afortunado por lo vivido y dar las gracias a estos exploradores de abismos teatrales. Porque “'La dictadura de lo cool' es una invitación a mirarnos al espejo y a no ser complacientes con lo que vemos, es una fotografía monstruosa de  nosotros y nuestros tiempos, es el fascismo de las imágenes, el reinado del yo y del como la plástica aminora toda brutalidad”.

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