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Paco Leal, escenógrafo y director técnico teatral: “La gente que vive del teatro o la música se ha sentido olvidada”

Paco Leal

José Antonio Fuentes

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El próximo 20 de julio, el escenógrafo y diseñador de iluminación, Paco Leal (Murcia, 1957) recibirá el homenaje de la 43 edición del Festival Internacional de Teatro Clásico de Almagro cuando cumple un cuarto de siglo al frente de la dirección técnica de la cita teatral manchega.

Sus primeros pasos en el teatro, al igual que otras importantes decisiones profesionales, han sido de forma “accidental”, reconoce Leal. Comenzó en el Teatro del Matadero de Murcia en los años 80. Un año después se incorporó a la compañía murciana Julián Romea, dirigida por César Oliva. Muy joven le llegó su primera gran oportunidad: la dirección técnica del Teatro Bellas Artes en Madrid. A partir de ahí, comenzó una apasionada y exitosa vida laboral que perdura hasta hoy.

Ha trabajado con grandes maestros del teatro español como José Tamayo, Miguel Narros, William Layton o José Carlos Plaza, entre otros. En 1989, asumió la dirección técnica del Centro Dramático Nacional (CDN). A lo largo de cinco años descubrió la parte más creativa de su oficio y diseñó escenografías y la iluminación de espectáculos, algo que desde entonces compatibiliza con la dirección técnica. Además, junto a César Oliva y Juan Pablo Soler, es artífice de la restauración y puesta en marcha del emblemático Teatro Circo Murcia donde continúa a día de hoy.

“Paco es Almagro”, asegura el actual director del festival, Ignacio García. Tres palabras que dan idea de la relevancia para las artes en vivo de una profesión a contraluz.

25 años en Almagro, se dice pronto.

Empecé de forma accidental, no estaba en mis planes. Acababa de dejar la dirección técnica del Centro Dramático Nacional (CDN) y me ofrecieron hacerme cargo del Festival, acepté llevarlo durante un año, máximo dos. Pero la organización de este festival me impactó y gustó tanto, que aquí sigo. De forma continuada, soy el único que ha perdurado a lo largo de estos 25 años.

Al echar la vista atrás, ¿qué recuerdas?

Recuerdo con mucho cariño la Royal Shakespeare, la compañía de Tim Robbins o La Compañía Nacional de Teatro Clásico que siempre ofrece unos magníficos espectáculos. Han ocurrido grandes acontecimientos, ahora mismo, difícil de enumerar.

Un festival de teatro es un cúmulo de sorpresas. Toda la energía está en sacarlo adelante. Pasan entre 40 y 50 compañías, cada edición. Hay días que están habilitados hasta doce espacios escénicos diferentes y, en épocas anteriores a la crisis, había más.

¿Con cuánta anticipación se prepara cada edición?

Entre cuatro y seis meses antes de la inauguración me pongo en contacto con las compañías y elaboro un documento con necesidades. Paulatinamente se incorpora el resto del equipo. Cuatro meses antes, el adjunto a dirección. Unos 20 días antes se incorporan entre diez y quince personas y dos semanas antes el resto del equipo.

¿Cuántas personas trabajáis en la parte técnica del festival?

Depende del volumen del festival. Este año se ha reducido la duración y los espacios. Somos unas 20 personas en el equipo técnico y otras 20, aproximadamente, en el equipo de limpieza que este año se ha reforzado.

¿Cuántas mujeres hay en el equipo?

Entorno a quince contando el servicio técnico y de limpieza.

Sin contar el servicio de limpieza.

Seis mujeres. Es una profesión que mayoritariamente la desarrollan los hombres. En los últimos años se están incorporando a una velocidad bastante grande. En muchos teatros, la técnica de iluminación y sonido empieza a estar de forma estable. Llevará un tiempo.

La magia del teatro tiene mucho trabajo técnico invisible.

Tanto la dirección artística del festival como la técnica trabajamos mucho para que todo se desarrolle de forma adecuada. Realmente, no desconecto del festival en ningún momento. Se hacen cosas de forma constante a lo largo de todo el año. Por ejemplo, ahora mismo, estoy en contacto con compañías que, en principio, vendrán la próxima edición. Trabajamos con mucha previsión. Ten en cuenta que creamos espacios teatrales donde hay una plaza o una iglesia. Los convertimos en teatros.

¿Ha cambiado mucho la tecnología aplicada a la iluminación en estas décadas?  Y, ¿lo hace tan rápido como la aplicada a otros sectores?

Ha cambiado mucho y lo sigue haciendo a una velocidad vertiginosa, comparable a sectores como el de la telefonía móvil. Lo que antes eran focos de lámpara halógena, ahora son leds. Los proyectores fijos ahora son móviles, y así todo lo relacionado con el sonido y la iluminación. Es inviable económicamente estar al día en un teatro. Supondría renovar todos los equipos cada dos o tres años. Nuestros procesos de cambio son más lentos por una cuestión económica.

Esta evolución es positiva aunque, a veces, nos sobrepasa. Cuesta mucho trabajo asimilar los cambios. No sacamos un rendimiento óptimo a la tecnología. Contamos con profesionales que conocen los sistemas nuevos porque no somos capaces de explorar todas las posibilidades que ofrece. Hay directores que quieren aplicar nuevas tecnologías pero tampoco saben cómo funcionan. Muchas veces me dicen: “He visto en tal sitio esto y me gusta el resultado, ¿cómo podemos hacerlo?”. La técnica debe transformarse en algo artístico de forma lógica. La integración de la técnica en el proceso creativo debe tener un sentido.

¿En qué situación laboral se encuentran los técnicos?

El sector está paralizado. En el contexto del festival, a muchos de ellos, ofrecemos quince días de trabajo. Son trabajadores eventuales. A esto suma todas las compañías y teatros con funciones y programaciones suspendidas desde marzo. Son profesionales que comen por día de trabajo, al final, es una manera muy precaria de vivir.

La gente que vive de la música o el teatro se ha sentido olvidada porque realmente no se han dado soluciones. Espero y deseo que poco a poco se arregle. El equipo técnico del festival, está formado por personas muy positivas. Cuando están trabajando se les olvida lo que acabamos de pasar. Estamos muy ilusionados.

¿En qué momento decidiste que te dedicarías a la iluminación y creación de escenografías, o fue un proceso?

Con 22 años no pretendía dedicarme al teatro, ni sabía que existía. Por cuestiones accidentales llegué a él y me atrapó. Era funcionario de la Seguridad Social, a los 18 años trabajaba de celador en la ciudad sanitaria.

Empecé como técnico de electricidad en el Teatro del Matadero y con la compañía Julián Romea dirigida por César Oliva. Él me dio la oportunidad de aprender toda la parte técnica.

Comencé de forma aficionada y, poco a poco, querían contar conmigo. Al principio me negaba y decía que no, que lo hacía por hobby. Hasta que me ofrecieron la oportunidad de vivir y trabajar en Madrid en el Teatro Bellas Artes. Aún así dije que no cuando me lo ofrecieron. Seis meses después llamé para ver si mantenían las condiciones y me incorporé. Eso fue en 1982. Probé cuatro meses, porque de forma profesional no lo conocía, pedí una excedencia y ya han pasado 40 años.

Te encargaron la dirección técnica del CDN desde 1989 a 1994, ¿Cómo fue la experiencia?

Fue un periodo maravilloso. Hasta tal punto que cuando trabajé de asesor técnico en la Expo 92, me ofrecieron la dirección técnica del Teatro de la Maestranza en Sevilla y dije que no, a pesar tener mejores condiciones económicas. En ese momento, quería desarrollar la labor artística que había comenzado en el CDN. Antes de la crisis de 2008 tuve oportunidad de diseñar grandes escenografías y trabajos artísticos vinculados a la iluminación.

¿Qué has aprendido de grandes maestros de las artes escénicas con los que has trabajado, como Bob Wilson o William Layton, entre otros?

Con Bob Wilson solo hice un trabajo. Con Layton sí tuve más relación. Fue el maestro de José Carlos Plaza y, éste, fue mi director en el CDN y seguimos colaborando en la actualidad.

También he trabajado con Miguel Narros y José Tamayo, uno de los grandes de la historia del teatro en España. Hice la escenografía y la iluminación de la ópera que inauguró el Teatro Real, ‘Divinas palabras’, de José Carlos Plaza. Todos los procesos creativos, de una forma u otra, tienen algo especial.

¿Te han pedido algo raro o imposible?

Se da a menudo. Los directores sueñan y luego hay que plasmarlo. Hay que encontrar un punto intermedio entre lo que le gustaría al director y la realidad. En un porcentaje alto la limitación tiene que ver con una cuestión económica. Soñar cuesta dinero.

Ignacio García dice de ti: “cualquier elogio que podamos hacer de Paco Leal se queda corto” y, añade, “Paco es Almagro”. ¿Cómo recibes este reconocimiento?

Esta ciudad es extraordinaria. Vine y me enamoré del pueblo. Me siento de aquí y trabajo muy a gusto. Me tratan con muchísimo cariño. Estoy muy agradecido por este reconocimiento. Es un sueño.

¿Qué vas a hacer en vacaciones? ¿Alguna recomendación?

No he tenido vacaciones prácticamente nunca. Cuando termine el festival voy a Madrid al Teatro Bellas Artes, el próximo 22 de julio comenzamos un espectáculo dirigido por Plaza e interpretado por Concha Velasco que se estrena en San Sebastian. A final de agosto estaré para encerrarme en casa, descansar un poco y empezar con la programación del Teatro Circo Murcia. Los palos a gusto no duelen. Ha sido un disfrute realmente siempre.

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