El pasado domingo, Vox convocó una concentración en la Glorieta de España de la ciudad de Murcia, en la que destapó el tarro de sus esencias populistas. En plena escalada de su violencia verbal contra destacados miembros del Gobierno de España, el partido de ultraderecha, lejos de moderar su discurso y de rectificar tácitamente su comportamiento de los últimos días, ha elevado el tono de su lenguaje de matón de barrio. Llama la atención, en este sentido, que el diputado nacional, Luis Gestoso, acusara de “indocumentada” a la ministra Irene Montero -que, guste más o menos su gestión, es licenciada en psicología y ha sido becada por prestigiosas universidades como Harvard-. El mundo al revés. Máxime cuando, si existe una política clara por parte de Vox, es deslegitimar los procesos reflexivos e intelectuales que rigen la toma de decisiones para instalar un marco prerreflexivo en el que cualquier superchería adquiere el estatuto de verdad. Y no solo eso: cuando la ultraderecha habla de la 'verdad', lo hace con la intención de instalar un sistema de creencias basadas en el delirio y en el magicismo a través del cual se trata de pescar –con redes de arrastre- a la legión de decepcionados del sistema.
Atiéndase, en este sentido, a las palabras del concejal de Vox en el Ayuntamiento de Murcia que, en medio del 'aquelarre' populista celebrado en la Glorieta, reclamó la necesidad urgente de convocar elecciones anticipadas para que los españoles “se puedan expresar y dar una alternativa real para abandonar las políticas del delirio climático y la Agenda 2030 que están arruinando a la gente”. Me pregunto cómo gestionará López Miras este furor negacionista cuando un elemento como Antelo se le siente a su derecha en el Consejo de Gobierno y el portavoz de la Fundación Ingenio quiera imponer sus 'políticas medioambientales' en temas tan sensibles como el Mar Menor. A lo peor se cuenta para llevar la cartera de Igualdad con algún miembro de Hazte Oír y ya tenemos completo el casting para nuestro particular Apocalipsis a la murciana. Suena a broma y a hipérbole, pero en esta región nada es descartable y, durante los últimos dos años, ya hemos tenidos un entrenamiento de élite que nos prepara para cualquier cosa.
En la referida concentración de Vox en la Glorieta de España, no faltaron los lugares comunes del populismo 2.0 como los de 'Sánchez traidor' o, a la manera de apostilladora estrella, las palabras de la presidente del sindicato Solidaridad, Inmaculada Pérez, que indicó que, para el Ejecutivo central, “es más sencillo delinquir que trabajar”. La estulticia se produce a gran escala en el debate político actual. Y, por desgracia, el supuesto muro de contención de la ultraderecha –el PP-, en lugar de enfriar el ardor ultra, parece que, en ocasiones, se siente cómodo en él.
No de otra manera se explica la campaña orquestada por el principal partido de la oposición en el Ayuntamiento de Murcia contra el alcalde bajo el argumento de 'Serrano nos roba la Navidad'. Esta pesadilla antes de la Navidad en la que anda enjugascado el grupo municipal del PP se basa en el hecho de que por segundo año no se vaya a instalar el horrendo árbol de Navidad de la Plaza Circular. Por este motivo, y solo por este, se da vuelos a una “política de altura” consistente en hacer creer a la ciudadanía que el alcalde Serrano le roba la Navidad a los murcianos. Y, ciertamente, no sé quién tiene más culpa en toda esta majadería: quien patéticamente la utiliza como arma política o quien está dispuesto a creérsela y entrar al juego. El populismo juega en una dimensión paralela –la de la mentira, la del insulto, la del infantilismo, la de los bajos instintos-; y, contra ello, el discurso argumentado y calibrado intelectualmente no tiene nada que hacer. El populismo ha sido derrocado cuando ya no le quedaba más sociedad que destruir y los mismos que le apoyaron en un principio tomaron conciencia de su error. Pero para disparates del tipo del 'delirio climático' o de 'nos roban la Navidad', no hay una sola idea mínimamente seria que sea capaz de lanzarse al barro y no acabar manchada.
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