Más de 300 miembros de los cuerpos de seguridad heridos, daños materiales que superan los dos millones de euros de gasto sólo en Barcelona, 300 contenedores quemados, jornadas de disturbios y reyertas interminables, batallas campales que dejaron heridos en los dos bandos, escenas caóticas, cristales rotos, tres personas pierden la vista en un ojo a causa de las cargas policiales… Lo que esta pasando en Cataluña es condenable e inaceptable. Obviamente el fin no justifica los medios, pero, incluso si lo justificase: ¿es la independencia un fin por el que merece la pena provocar tanto daño? Durante las últimas décadas, tanto en Cataluña como en el resto de España, nada ha provocado una desobediencia civil de esta dimensión. ¿No había motivos? Creo que sí.
¿No es motivo suficiente de desobediencia (pacífica, eso siempre) cuando la familia Pujol roba más de 200 millones de euros a las arcas públicas, durante más de cuatro décadas de corrupción, o cuando se cambia un artículo de la Constitución española a favor de la casta y sin consultarlo con el pueblo, o cuando se salvan a los bancos con dinero de los ciudadanos, o cuando los jubilados cobran 300 míseros euros al mes después de toda una vida trabajada? ¿No es suficiente cuando se desaloja a familias enteras a la calle o cuando el sistema mundial es tan injusto que hay personas que mueren de hambre, mientras que otros (como dijo Galeano) de indigestión?
Vamos a intentar indagar en los motivos de esta desobediencia que vive hoy Cataluña, y con la que se intenta romper cualquier lazo (histórico, político o social) con España. Parece, en ocasiones, comprensibles las razones que dan los progresistas catalanes cuando dicen que quieren construir una sociedad más justa, más democrática fuera de España porque consideran que aquí eso está lejos de conseguirse. Pero, aunque fuera cierto que en España haya un retroceso en las libertades, aunque exista un partido xenófobo, racista, machista y populista que ha entrado con fuerza en el arlamento, y que está arrastrando a la derecha política española hacia un camino oscuro que ya se había superado hace muchas décadas. Si, como afirman los independentistas, España no es un país ecologista, ni feminista, ni democrático; deberían saber los progresistas separatistas que, las personas que viven aquí en España seguirán sufriendo las consecuencias, y que, seguramente, si sale Cataluña de España, costaría aún más avanzar hacia un país más justo e igualitario.
Las izquierdas son normalmente personas o partidos universalistas que luchan para conseguir un mundo con menos fronteras, global, en el que haya un proyecto común. Pero ¿dónde queda esto en los partidos de izquierda de Cataluña? Todos sabemos que en el resto de España hay un sector amplísimo de personas progresistas, feministas, democráticas que creen en la igualdad de las personas, que luchan por lo mismo por lo que luchan algunos sectores en Cataluña. Entonces ¿por qué los independentistas les dan la espalda? ¿Por qué esa lucha no se lleva a cabo de forma conjunta con el resto de los ciudadanos españoles para conseguir ese mismo modelo de país, más grande, más diverso, y donde caben más personas?
Las motivaciones de la independencia son, además de los democráticos y de justicia social que se han mencionado en las líneas anteriores, culturales, lingüísticas e históricas. No obstante, probablemente sean solo la cortina que usan los políticos catalanes y aquellos que tienen interés en todo este conflicto para tapar los verdaderos motivos, los económicos. No sería extraño, dado que muchas de las regiones del mundo que han demandado la independencia eran regiones ricas en recursos económicos. Singapur (que después de independizarse de Malasia es una de las potencias asiáticas más ricas), Reino Unido (potencia económica europea), País Vasco (de las regiones más ricas de España), Cataluña (ídem). Me pregunto por qué no hay tanto aclamo a la independencia en Valencia (que también tiene su idioma, cultura, etc.) o en Galicia, o en Andalucía. Porque en un país democrático, a nadie se le impide tener su cultura y manifestarla, hablar su idioma, por lo que no debería ser motivo para romper unos lazos tan fuertes y dentro de un proyecto europeo que, al menos en la teoría, pretende conseguir un mundo con menos fronteras.