Si los universos paralelos de verdad existen, puede que sean la única explicación para que en regiones como esta creamos lo que nos cuentan los organismos oficiales a las mujeres de una edad, o de cualquier otra, ahora que la palabra mamografía se ha convertido en el nuevo multiverso. Sin evidencias, solo hay fe, y la fe, según las bienaventuranzas, debe ser lo más parecido a una salvación, pero nunca es un consuelo.
La culpa la ha tenido el Big Bang de las mamografías andaluzas, que levanta una estela donde por zonas, brotan explosiones de materia oscura. En los servicios públicos de salud de algunas comunidades ocurre un poco como en las teorías cuánticas, la moda que ahora abrazamos para explicarnos el caos en dos sencillos pasos, bastante en plan físicas novatas. Muchas de estas historias parecían ficción pero habitan entre nosotras, como saben las mujeres de Andalucía, miles sin diagnosticar, algunas muertas. Como ya se está cuestionando en nuestra mejor tierra del mundo (conocido), con casos como el del Hospital de Yecla, donde un solo trabajador hace cincuenta pruebas en una tarde. ¿Qué puede salir mal? Uno solo. Para cincuenta.
Las historias-consigna de los mundos alternativos de San Esteban abundan en que no hay retrasos en las listas para mamografía. Diecinueve días, como mucho, dicen, y las mujeres tenemos que creer. De nuevo la fe. Las cifras bailan, según de la galaxia de donde vengan. Los gestores se santiguan, agraviados ante la sospecha. Es que en Murcia no hay radiólogos, declaran, sin sonrojo. Claro que hay, pero les tienes que pagar. Sin ver el lenguaje verbal del consejero, o el mismo presidente, imagino esa preocupación tan fugaz como un cometa. Hasta que pase el Día Internacional contra el Cáncer de Mama, se guarden los excedentes de lazos rosa, las frases inspiradoras para las enfermas, maldita sea, que ya está bien de llamarlas guerreras con paternalismo. La Asociación Española contra el Cáncer, una de las oenegés más sólidas y transparentes, hace años que borró con mucho tino de sus siglas la palabra lucha. Saber que tu pecho, ese surtidor de vida, está podrido, no te obliga a tener superpoderes, solo intentas ser una superviviente y la heroicidad, sencillamente, es ajena.
Desde una expansión infinita hasta la existencia de universos escondidos, que pueden contactar con el nuestro, son muchas las teorías sorprendentes del multiverso. Hace poco más de un año, el Servicio Murciano de Salud asumió el servicio de mamografías que hasta entonces hacía la AECC, algo lógico, puesto que la sanidad pública debe ser la responsable, pero no parece tan así. Como se hace desde hace muchos años, las clínicas privadas asumen el volumen de mamografías que el SMS no puede abarcar. Si una mujer, por las razones que sean (muchas) quiere ser atendida en la sanidad pública, tendrá que esperar muchos meses sin ni siquiera una contestación, y esto no hay consejero que me lo rebata, porque lo digo por experiencia.
Los universos ocultos (si se encuentran) demostrarían que la Vía Láctea no es la única galaxia, como afirma la cosmóloga Hiranya Peirism, del University College de Londres. Según esta teoría, puede que de la gran teta cósmica se nutran muchos satélites y, como decían los romanos que bautizaron a la bóveda celeste, ¿qui prodest? ¿A quién beneficia? No, desde luego, a las mujeres que por no ser diagnosticadas a tiempo llegan tarde al tratamiento. No manejo más estadísticas que los casos (bastantes) que conozco de errores en diagnósticos, pérdidas de pruebas, atrasos, saturación de salas, y así y todo funciona el sistema sanitario, sostenido por los trabajadores que una vez aplaudimos en los balcones. Mi doctora de familia confía en el servicio público. Está agotada, es rigurosa, idealista, anima a sus pacientes a denunciar. Muchas lo hacen. Otras, casi sin fuerzas, abandonan. En todas las comunidades del PPOX, donde se desmantela la sanidad pública para beneficiar a la privada, tiene que florecer un Me too, un Cuéntalo, ahora, cuando las mujeres, según Mao la mitad del cielo, estamos tan dispuestas como mosqueadas. Recuérdenlo estos días, cuando vean las carpas rosas en las calles con mujeres comunes, heridas y valiosas. Ellas sí conocen el auténtico universo.
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