Poco hay que celebrar y mucho que reivindicar en el Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer. Hace menos de 24 horas, el Gobierno de la Comunidad de Murcia ratificaba su posición de llamar al aborto un “fracaso”. Durante un milagroso segundo todo apuntó a que el jefe del Ejecutivo regional, Fernando López Miras, 'matizaría' su anteproyecto de Ley de Familia en el que se denomina a la interrupción del embarazo un “fracaso del proceso natural de maternidad”. Finalmente declaró que simplemente se limitaría a incluir la condición legal del aborto. Como si acabara de enterarse.
Los años de lucha feminista en España para que la mujer obtuviera derechos sobre su propio cuerpo significan poco con PP y C's (el único partido que ha manifestado su apoyo a la iniciativa del Ejecutivo murciano): para ellos, si abortas, eres una fracasada amparada por la ley. ¿Qué objetivo pueden buscar los anquilosados populares, instaurados en el poder desde hace más de 20 años en la Región, con la maniobra de institucionalizar un insulto a las mujeres? Echando un vistazo a las últimas encuestas electorales podemos encontrar un atisbo de respuesta. Desde la salida de Rajoy y el paso al frente de Pablo Casado, la hegemonía del PP en el voto de la derecha, incuestionable durante los años de democracia española, se ha desgastado.
La irrupción de Vox en el panorama nacional y autonómico está obligando a las fuerzas políticas, que ven su voto mermado, a emplear mil y una argucias para volver a ser atractivos a su electorado más escorado. Hablo de esos votantes que bailan en el campo ideológico de las agrupaciones que dan comida a españoles pero no a inmigrantes. Militantes de esa extrema derecha que reunió en Murcia hace escasos días a casi 2.000 fantasmas del pasado en torno al presidente nacional de Vox, Santiago Abascal, que invitaba 'en broma' a salir del acto para enfrentarse con los 200 manifestantes de la entrada. Simpatizantes del ultracatolicismo más rancio representado en la asociación Hazte Oír, que lucha contra la ilusión de la ideología de género y señala a los 'lobbies feministas y homosexuales' como instigadores de sentimientos incorrectos y mutadores de la auténtica naturaleza del ser humano.
¿Cómo recuperar, entonces, a los votantes que se han desviado del buen camino? Limitar el derecho al aborto es una opción que pareció haberse agotado con el expopular Gallardón. El que fuera ministro del Gobierno de Mariano Rajoy se jugó su puesto en 2014 elaborando un anteproyecto que proponía, entre otros supuestos, poner fin a los plazos para interrumpir el embarazo y eliminar la opción de aborto en caso de que se detectara una malformación grave en el feto. La controversia, que impregnó hasta el propio seno del PP, obligó al entonces presidente de España a recular, forzando además la dimisión del promotor de la ley.
¿Qué queda entonces para convencer a las filas más alejadas en la derecha de que votar al partido 'de siempre' es la mejor opción? Incluir la agresión verbal en la norma sin revocarla. ¿Cómo? Diciéndole a las mujeres que, pese a haber obtenido su legítimo derecho a ser dueñas de su cuerpo, en el momento que lo ejercen, se están convirtiendo en un fracaso.
Introduciendo esta consigna dentro de la ley, los firmantes pretenden señalar con el dedo a aquellas personas que opten por interrumpir el embarazo. Si entendemos la violencia de género como un tipo de violencia física o psicológica que se ejerce contra la gente en función de su sexo, ¿en qué lugar deja a los partidos políticos que apoyan una norma que describe a la mujer como una fracasada por ejercer un derecho?
